El encuentro con el Diablo

1431 Words
El Diablo, era un hombre amenazante tan solo con su presencia, tan pronto como quedaba en silencio el aire mismo parecía desaparecer alrededor y dejaba a quien lo rodeara como si estuviera al borde de un ataque de pánico, un ser que solo sentía emoción cuando algo o alguien no lo aburriera, se trataba del hijo mayor de una serie de hermanos. Nadie conocía exactamente lo que el Diablo pensaba de sus semejantes; por su puesto si esa palabra llegaba a serle de utilidad alguna vez, lo cierto era que las acciones que tomaba eran tan impredecibles como lo que deseaba en realidad, aun así su rostro siempre mostraba una imagen de desdén cuando alguien más tocaba aquello que le perteneciera, ya sea personas, o incluso sus tratos y en ese momento Simón sabía que tocar a Silvia era el equivalente a meterse con su hermano mayor sabiendo que podría perder todo lo que él había construido en tan largo tiempo sería el pago por semejante indulgencia. Desde luego, Diablo era en sus inicios uno de tantos hijos que tuvo el primer mafioso, el hombre que cambió el mundo para siempre con un pequeño acuerdo con la diplomacia del mundo. El padre de Simón, Diablo y once niños más que serían regados por el mundo como semillas de maldad, de todos los únicos sobrevivientes serían los más aptos, los más fuertes y por sobre todo quienes fueran capaces de deshacerse de su competencia en la lucha por la gran herencia que debían de cargar, así pues, una guerra encarnizada se vería envuelta en medio de todo ese caos y confusión entre las campañas entre naciones. Finalmente, luego de tantas batallas entre hermanos y otros que se desconocían entre sí, solo sobrevivieron, Damián quien más adelante se autodenominaría el Diablo y Simón quien era su hermano menor con tan solo unas cuantas semanas, ambos conocedores del arte de sobrevivencia, de madres distintas, pero con el único vinculo de su padre. Así pues, junto a su secretaria personal, su hermano Simón era el único que podía mantener una charla decente con aquel sujeto que solo parecía burlarse de los demás y sentirse omnipotente sobre las miserables almas que se atrevían a dirigirle la palabra. La confianza que desbordaba era producto de haber conseguido aniquilar su competencia, y doblegar al mismo tiempo al único sobreviviente, pese a ello, había algo que lo molestaba, una pequeña astilla que permanecía en su instinto, y ese era el onceavo hermano, el único que jamás pudo encontrar ya que se declaró fallecido tras una enfermedad crónica en los confines del mundo. — Hola, querido hermano— saludó manteniendo su rostro fijamente al piso en lo que un gélido aire atravesaba el lugar, sus ojos temblaban mientras que un sudor frio caía de su frente y manos. En tan solo unos segundos su cuerpo se había puesto realmente rígido. Diablo caminó lentamente con pesados pasos uno tras otro, mientras su subordinada continuaba en el suelo tratando de recomponerse, solo un par de vistazos a la mujer bastaron para continuar mirando impío a su hermano menor. — No sueles ser tan formal, Simón —respondió en lo que con una seña de su mano indicaba que su subordinada se fuera— levanta el rostro vamos a conversar en un sitio mejor. Dio media vuelta y caminó lento hasta la sala de invitados, tan solo dos sillones individuales, uno frente al otro; ninguna mesa alrededor o algún adorno y las cortinas negras cubriendo la luz alrededor, era una escena que aludía más a un interrogatorio que a una sala de reuniones, Simón tomó asiento tan pronto como ingresó al mismo tiempo que su hermano cómodamente se recostaba, una pierna colgando de la otra mientras sus manos entrecruzadas notaban su claro fastidio. — No tengo los ánimos suficientes para una charla formal—habló finalmente entre que evitaba tener contacto visual con su hermano mayor—… háblame de Marco Gard — ¿El anciano? —llevó una de sus manos a su barbilla intentando hacer memoria, se veía como le importaba poco las personas a su alrededor, después de un par de segundos confirmó su identidad vagamente— Es un cretino—sonrió por un momento para luego mantener su rostro inmutable— solo supo bajar de rango en juegos una y otra vez, ahora el inútil me debe su vida. Simón no sabía como es que Marco había terminado a manos de su hermano, pero le quedaba claro que el intentar jugar con el era un intento para acabar con su propia vida, la sola idea de estar sentado frente a él por un reclamo tan insignificante a los ojos del Diablo era una sentencia que lo estaba obligando a arrepentirse lentamente como si una aguja se inyectara en su cuerpo con hielo frio. Pausó un momento antes de continuar entre que sentía como una gota de sudor incómodamente escapaba por su barbilla, trató de contener su respiración y luego continuó nuevamente. — ¿Qué trato hiciste? —por primera vez sus ojos se encontraron con los suyos—¿Sabes? estaba de lo más divertido en mi pequeño nidito con mi ratoncito, hasta que me llegó esa solicitud. De nuevo todo quedó en un insólito silencio, tal era la quietud que se podía escuchar a las aves aletear afuera de la gran mansión, los ojos del Diablo de pronto cambiaron a los de una bestia sedienta de carne y su cuerpo pareció crecer como su sombra alimentándose de la poca luz que había. — ¿Divertido? —repitió indignado— ¿Divertido? —se levantó de golpe y caminó con pasos alargados hasta quedar frente a frente, Simón estaba entumido frente a la silueta corpulenta de su hermano mayor sobre él— Hermano…torturar a tu subordinada me parece algo muy similar a mi caso, se nota que somos hermanos, pero, me parece repulsivo decir que estaban en su nidito de AMOR. Simón trató de mantener la compostura, pero instintivamente su cuerpo temblaba discretamente, era una mezcla de emociones donde tenía que soportar un miedo irracional y al mismo tiempo debía mantener la calma, estaba en una situación problemática que solo le provocaba nauseas y dificultad para respirar, pero aun así no podía continuar sin antes mostrar su punto de vista. — Damián…—decidió decir el nombre real de su hermano al menos para recordarse así mismo que era un humano con quien trataba—cuando murió Castells, nos dejó una contra ofensiva de que no tocáramos ni a Marco ni a ese tipo, Beltrán… Las contra ofensivas en el nuevo mundo se le denominaban a una especie de escudo protector contra cualquier intento de asesinato, tan solo obtener ese papel significaba mínimo el valor de casi medio millón de dólares y tan solo funcionaba para una sola persona, nadie podía tocar a cierta persona y si se intentaba violar esa norma tan especifica tenía como consecuencia el ser el nuevo punto de ataque para todos los grupos mafiosos, a veces dependía de quien era el objetivo, pero la mayoría eran políticos o de alto nivel económico, sin embargo, también impedía que aquellos que tuvieran la contra ofensiva se involucraran en tratos mafiosos, una sola firma en un documento de la mafia con un contraofensiva implicaba la invalidación de aquel escudo, y eso lo volvía en un blanco fácil, después de todo, la contraofensiva se volvía entonces en la recompensa de quien lo asesinara. Simón no podía tocar ni tampoco pensar en atacar a Beltrán Cold por aquella protección que se le había impuesto, de hecho, no sabía aun si este tenía conocimiento de que tenía una contraofensiva, pero el “Distrito” si conocía de ello. Si el dueño del callejón “s” enviaba a un asesino corría el riesgo de que se volviera enemigo absoluto de todas las agencias mafiosas; esa parte no le preocupaba, pero si le causaba temor saber que, en dicho caso, su hermano mayor lo tendría en bandeja de plata para deshacerse y sin mover un solo dedo. — Desde cuando te da miedo cumplir mis ordenes, Simón—respondió de inmediato de nuevo con esa mirada agresiva inspeccionando cualquier debilidad, se incorporó y nuevamente tomó asiento— soy el único en ese lugar capaz de mantener el orden y deshacerme de todas las ratas asquerosa del mundo. — Y yo te juré lealtad, pero …Damián —dudó un instante para luego continuar— ¿Por qué Beltrán Cold? ¿Qué tiene de especial esa persona para que incluso Castells lo protegiera?
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