El distrito

1392 Words
El distrito de asesinos, una fundación creada con el fin de gestionar y regular los tratos con las mafias, una de las pocas instalaciones donde no se podía mentir si se quería realizar un “encargo”, para ser un sitio de mediación y regulación mas parecía un hotel de lujo, en vez de oficinas constaba con habitaciones bien amuebladas, salones de juegos y sitios para eventos privados, aun así el distrito era un conjunto completo de edificios que se repartían en diferentes zonas y en los pisos inferiores manejaba un centro de comunicación que regía los contratos, además se encargaba del funcionamiento de cada encargo, aunque el trafico era algo que se practicaba en las mafias, los asesinatos también conocidos comúnmente como ”encargos” habían llegado al punto álgido para que fueran mayormente aceptados por el distrito, un conjunto de hoteles que hacían de sistema para el funcionamiento de aquella tenebrosa ley, era la única que siempre permanecía neutral tanto en “las contraofensivas” como también en quien estaba a cargo de los trabajos, todos quienes pudieran tener capacidad para hacerse cargo, de ellos quien tenía mayor privilegio era la agencia contratada, si en el caso de que sus veinticuatro horas de adelanto no sirvieran para deshacerse del objetivo, la agencia perdía el privilegio y el encargo se tornaba de conocimiento publico para que las demás agencias pudieran hacerse cargo, eso incluía las ganancias que dictaban el contrato grabado mediante las llamadas de los clientes a la agencia. El sistema como tal era perfecto, desde luego cada uno de los asesinos, debía someterse a dicha ley sin miramientos, además las instalaciones tenían pisos superiores donde se alquilaban habitaciones para aquellos que pidieran “parley” aquello se conocía como una pequeña tregua donde el objetivo podía negociar un acuerdo de contraofensiva o un “escudo” que era otro asesino aun mejor para que se deshiciera del cliente, aun así las habitaciones casi siempre permanecían intactas dado que en las primeras 24 horas siempre se completaba el encargo, en las siguientes 48 horas, el encargo que se hubiera perdido por la agencia principal ya se cumplía con éxito por la competencia, y muy pocas veces se dictaba “parley” por parte de los clientes, solo en casos donde sabían de antemano que ya tenían un encargo sobre ellos podían conseguirlo, pero lidiar con la agencia privilegiada y luego con las demás suponía un completo caos, por lo tanto, el distrito solía proponer altísimos costos con el fin de que se arrepintieran. Ese día tan solo habían pasado dos horas desde que Simón salió de la agencia sin decir su destino, las instalaciones quedaron completamente vacías y los pocos trabajadores que se encontraban continuaban moviendo cajas de un lado a otro, el encargo en ese momento era tráfico de azúcar y sal, era normal desde la ultima guerra, puesto que los recursos casi se habían agotado, siendo esos materiales muy difíciles de conseguir, tanto que ahora costaban casi el triple de su valor en tiempos de paz. Mila vigilaba como era empaquetado cada uno de los cartones mientras constantemente revisaba su reloj, ya eran dos horas desde que el encargo había sido pactado con Marco, sabía que el distrito tenía conocimiento del encargo puesto que el teléfono en su mano grababa los encargos por llamada y los transmitía de inmediato allí, era la primera vez que Simón no le había ordenado ya hacerse con el objetivo ¿Por qué dudó tanto en ese momento? Pensó para sí misma, su instinto no le fallaba, era un encargo complicado que seguramente se le había designado a su hermano mayor y por alguna razón terminó involucrando a la agencia, la confirmación de la agencia debía enviarse con un mínimo de tres horas luego del pedido, Mila no podía esperar mucho tiempo o de lo contrario las otras agencias atacarían, aunque tampoco es que le interesara mucho, le preocupaba mas bien que su jefe se desquitara con ella y le hiciera daño. No se conocía con exactitud quien dominaba el distrito y mucho menos se sabía algo de su identidad, era como si el distrito realmente fuera un fantasma en el mundo bajo, pero el distrito del oeste era el que se encontraba más cercano al callejón “s” el enigmático edificio vibraba con alegría como si un burdel se tratara, a tan solo unas cuantas calles el resplandor se podía ver desde la habitación donde dormía Mila, aunque su curto era amplio, apenas tenía lo necesario y casi nada de muebles, no era el tipo de persona que requiriera mas cosas, pero le gustaba colocar su cama junto a la ventana y ver los fuegos artificiales en el cielo cada fin de semana, era un lujo que cortésmente podía ver gracias al distrito. Mila volvió a ver el reloj una vez más, habían pasado dos horas y diez minutos desde el encargo, decidió quitarse el reloj y dejarlo en una de las mesas, dejó a cargo a uno de los subordinados para luego dirigirse a su habitación, necesitaba por lo menos tomar una siesta que la tranquilizara, sentía demasiada presión cada vez que revisaba el reloj ¿será una nueva forma de molestarme? Se imaginó a Simón con una mueca de satisfacción diciéndole que quería ver su rostro, el solo pensarlo le erizó la piel mientras ingresaba a su habitación, miró se abalanzó y quedando boca arriba pensó por un momento. El distrito no solía castigar a las agencias privilegiadas, aun así, la reacción de su jefe la incomodaba, si era un encargo de su hermano mayor, Simón hubiera actuado como siempre y llamado inmediatamente al distrito para aprobar el encargo, entonces, ella en lugar de estar recostada hubiera estado recogiendo su armamento y estudiando todo sobre Beltrán Cold, no obstante, Simón no había permitido ningún movimiento; primera cosa extraña, había salido de inmediato en su auto lo que suponía que iría a ver a su hermano, no ha llamado para confirmar por lo que no tenía acceso a la información del objetivo, por lo que concluyó en una pregunta un tanto obvia pero al mismo tiempo confusa. ¿Quién era en realidad Beltrán Cold? Se cuestionó por un momento, Mila solo sabía lo básico debido a que la información le era entregada por parte del distrito a su teléfono, no le era permitido investigar más debido a que no habían aceptado el encargo aún, y eso solo le llenaba de curiosidad todavía, ¿Por qué entonces, Marco Gard decidió asignar un encargo sobre su cabeza? Aquellas preguntas que regularmente ignoraba ahora flotaban en el aire sin parar, el precio de 5 millones no era tanto para un trabajo de ese tipo, pero la fecha que pedía era un tanto absurda, usualmente lo más rápido que pedían era hasta con 48 horas, pero Marco Gard lo quería hecho en las próximas 24 horas, ¿Por qué estaría tan desesperado? De nuevo se lleno de dudas que no quería hacer caso. Se levantó de la cama y colocándose de rodillas se apoyó en la ventana, una serie de edificios a su alrededor se notaban campantes, pero sobre todo el distrito quedaba a la vista, imponente y callado muy contrariamente a como suele ser en las noches, extendió su mirada fijamente al edificio dejando de lado las dudas y convenciéndose a sí misma “no es algo de lo que deba preocuparme” se convenció, dio la vuelta y bajo de la cama tan solo para escuchar el sonido de su teléfono, esta vez no era ningún encargo, era un numero conocido que decía como contacto “Sili” — ¿Diga? —disimuló su voz para que sonara dulce— ¿Qué sucede? — Buenas tardes — era una voz firme pero igualmente dulce en su tonalidad, se trataba de la directora de la escuela “Santa Rita” — soy la directora ¿hablo con la representante de Cecil? — ¿Sucedió algo? —volvió a interrogar, las habilidades de Mila para hablar por teléfono eran muy cortantes. — Si, bueno —dudó por un momento soltando un suspiro que se escuchó incluso por el auricular— necesitamos que asista lo mas pronto posible a la institución… Cecil se peleó. Habían pasado 2 horas y 15 minutos desde el encargo.
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