La tragedia del Diablo

1461 Words
Mila miraba por los monitores como un gran espectáculo se transmitía en las cámaras de seguridad, varios de los mejores peones del Diablo se escurría como agua por los callejones y se deshacían silenciosamente como serpientes en plena caza, era difícil crear un plan para un ataque de ese tipo, no había forma de provocar al Diablo a que apareciera por que era bastante obvio que su presencia no se encontraba allí, todos los intrusos hacían de las suyas como niños en un parque sin supervisión, no había coordinación pero sabía que atacar a uno solo implicaba atraer a los demás como cuervos a una presa sobreviviente. Mila entonces pensó ¿qué tanto podría hacer un hombre obsesivo que ha perdido su único freno? Lo decía así por la muerte de Silvia, la mujer que lo complacía en sus deseos más crueles y sangrientos conocía a la cachorrita del Diablo pese a desconocer la identidad de este, ella era la máxima representante y la había visto caminar por el edificio de Simón, siempre elegante y desafiante tanto que irritaba a cualquiera. Como protegida del Diablo ella hacía lo que quisiera sin siquiera preocuparse por las consecuencias, era como una niña mimada a quien las represalias simplemente no le afectaban, eso era parte del encanto que la mantenía cercana a su jefe a quien orgullosamente llamaba “amo” aunque Mila no compartía en absoluto su preferencia por ser cercana a alguien que tenía total poder de lastimarla si quisiera si compartía el sentido de fidelidad por quien te ofreció vida a cambio de serle útil. Cuando la conoció ella tenía un año como ingresada en la mafia mientras que Silvia ya llevaba tres años siendo la ayudante del Diablo. Su primer encuentro fue en una demostración de las habilidades de Mila a manos de su jefe Simón y Diablo. Aquella ocasión la niña de 17 años entonces solo miró un hombre con una máscara que le cubría el rostro completo junto a Simón quien no dejaba de hacerle comentarios y burlas. En ese momento Mila pensó que ambos eran igual de excéntricos al ser espectadores de un enfrentamiento, pero lo que más le llamaba la atención era el rostro a punto de ruborizarse de su contrincante, a diferencia de ella la mujer que estaba por enfrentarla se notaba extasiada por atacarla, tenía unos ojos deseosos y sus labios se relajan como si fuera a devorar un banquete. El combate aún no comenzaba, pero la novata sentía escalofríos, aquel fue el primer encuentro que claramente peleó pero pese a ello, Mila consiguió la aprobación de los tres que la evaluaban casi apenas con vida no sin antes iniciar una rivalidad insana entre las dos mujeres, todo un pequeño corte que Mila dejó en su brazo. Aún así, sus encuentros casi siempre eran una pelea de gatos callejeros, siempre mirándose la una a la otra como agresivos animales a punto de atacarse, los comentarios tampoco quedaban atrás, desafíos sobre los trabajos que realizaban y la vestimenta, duras y crueles críticas que ofendan a sus respectivos jefes, era una relación extraña donde ninguna se soportaba, pero tampoco podían hacerse daño hasta la noche en que Beltrán fue atacado. La herida que provocó fue profunda y el sacrificio de Silvia aunque poético no tardó en llegar a oídos de Damián quien entonces furioso su primera reacción fue la de romper contra el suelo el vaso de cristal del que bebía su mejor licor, rápidamente se arrepintió de haberla enviado con la ayudante de Simón mientras que con ordenaba a todo pulmón que se trajera el cuerpo de la mujer, la orden se acató tan pronto como fue posible y al cabo de unos minutos el cuerpo era colocado sobre una mesa cuidadosamente, la mujer parecía dormida en un profundo sueño del cual no podía despertar. Damián se acercó quitándose la mascara del Diablo, en ese momento no era nadie mas que el propio Damián, aquel que se enamoró locamente de la locura ferviente y sumisa de la fallecida. La amargura lo consumía con cada trago de saliva tras ver el cuerpo sin vida de Silvia, aquello había sido mucho más que una simple relación de ayudante - amo; había sido su cómplice, su instrumento perfecto para ejecutar sus deseos más oscuros, era su objeto más preciado y lo recalcaba en ese momento mientras tiernamente posaba las yemas de sus dedos sobre su rostro frio. Ahora, estaba muerta “asesinada por la mascota de mi hermano menor” soltó entre dientes, sus manos en ese momento se cerraron violentamente para luego por su propia fuerza frenarse frente al yaciente. Simón nunca había sido una amenaza para él, siempre lo había visto como un jugador menor en el tablero como si una torre se tratase, misma que podía sacrificar en cualquier momento, alguien que no merecía ni su desprecio, era una de las razones por las que ni siquiera se atrevió a matarlo aquella vez que tuvo oportunidad. Pero ahora, el golpe había sido demasiado personal. El Diablo, en su furia, se arrepintió al instante de haber permitido que aquella chica, Mila, se convirtiera en la ayudante de Simón. Y sin dudarlo, dio una orden que resonó por todo su imperio: quería el cuerpo de Silvia, pero esta vez lo quería junto a la asesina que la había matado. Se puso de pie frente a sus empleados lentamente, apartándose del cadáver de Silvia. Su mente ya comenzaba a girar, calculando, maquinando los próximos movimientos. En su furia, había dado la orden de traer a Mila, la pequeña protegida de Simón, junto con el cuerpo de Silvia. Pero eso ya no le parecía suficiente, entonces pensó, la muerte de Mila, aunque satisfactoria, no sería el final de esto. No podía simplemente matar a la asesina librándola del pesar que le había conseguido causar; tenía que destrozar todo lo que la rodeaba. Tenía que hacerle sentir lo que él estaba sintiendo ahora, el dolor de perder algo irremplazable. Y eso solo lo lograría destruyendo todo lo que Simón había construido. Así es, su ira rabiosamente ahora se dirigía a su hermano menor, pronto también pensó en Beltrán el causante de sus desgracias no iba a quedar con las manos limpias después de dañado el cuerpo de su amante. —Quiero que traigan a la chica viva —dijo finalmente corrigiendo su orden inicial, su voz rasposa aun recuperándose por el llanto ahogado que tuvo que soportar, ahora su suave tono se notaba cargado de una calma letal—. Que Simón vea cómo la desangro ante sus ojos. Los hombres en la sala intercambiaron miradas nerviosas, pero ninguno osó cuestionar la orden. Sabían que cuando el Diablo daba una instrucción, no había margen de error. Uno de ellos se inclinó ligeramente y salió de la habitación, con el rostro pálido. Damián permaneció en silencio por un momento, permitiendo que la oscuridad de sus pensamientos lo invadiera por completo. Cada vez que cerraba los ojos, veía a Mila, la joven que había crecido bajo la sombra de su hermano. Recordaba el día en que la había visto pelear por primera vez. Su cuerpo pequeño y frágil, pero lleno de una furia contenida, casi animal. Sabía desde ese momento que la chica tenía potencial, pero nunca había imaginado que pudiera llegar a tanto. No le temía a la sangre, eso estaba claro. Pero lo que la hacía peligrosa era su lealtad ciega hacia Simón. Esa misma lealtad que ahora la había puesto en el centro de su furia ahora, de pronto dudó ¿realmente es una lealtad ciega? Se preguntó por un segundo, pero luego lo ignoró, no era momento de pensar en banalidades —Silvia… —murmuró el Diablo, mirando una última vez el cadáver antes de girarse hacia la ventana que daba a la ciudad—. Esto es por ti. Desde lo alto del rascacielos, la ciudad se extendía bajo sus pies como un hormiguero. Gente insignificante corriendo de un lado a otro, ignorante de los horrores que se estaban desatando en las sombras. Pronto, todo cambiaría. La tormenta estaba a punto de caer. Mientras tanto, Mila observaba con atención las cámaras de seguridad. El avance de los peones del Diablo era implacable, pero aún no habían llegado hasta donde ella estaba, cerca del cuartel principal, lo suficientemente lejos de Beltrán y Simón y tan cerca de sus enemigos para poder atacar. Tenía tiempo, aunque no mucho. Simón, por su parte, estaba ocupado asegurando su cuartel, dirigiendo a los pocos hombres que aún le quedaban, los demás aún estaban en camino después de atacar a Furer. Pero ambos sabían que este enfrentamiento no sería solo un combate entre sus peones y los del Diablo. Era personal. Demasiado, quizás.
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