El misterio del Rompecorazones

2138 Words
El sanguinario asesino apodado como Rompecorazones no era más que uno de los tantos trabajadores que habían sido reclutados desde su infancia, antes de su existencia solían llamar así a quien disfrutaba de galantería y la buena vida de los placeres carnales, pero tan pronto llegó el sujeto en el mundo del callejón S se volcó en una amenaza seria tan solo pronunciar el nombre entre los angostillos oscuros que casi parecía una sentencia de muerte, era una gran terror la sola idea de terminar como víctima de este ejecutor tan problemático; pues su técnica era la misma para toda persona sin importar el género o la edad: un cuerpo lleno de cortes como si hubiese pasado por las peores torturas y no conforme con dejarlo desangrarse hasta la muerte, este trastornado villano apuñalaba en el pecho acertando siempre el corazón de las desafortunadas almas que osaran burlarse de su amo o que incluso por cuestiones del destino hayan caído en los caprichos del sádico hombre, su apariencia era reconocida en todo el mundo como una simple silueta oscura de abrigo largo hasta la altura de sus tobillos, botas de cuero n***o que no disimulaban un sonoro caminar como si advirtiera de su siniestra presencia, una cabellera oscura en larga melena recogida por una cola alta y su clásica mascara que a duras penas tenía los orificios de los ojos y la nariz cubiertos por una fina capa de encaje n***o, no había nada más que una llana careta color perlado sin expresión ni tampoco algún orificio para la boca, después de todo no era necesario, de hecho, uno de los rumores más frecuentes decía que su rostro estaba deformado por las constantes golpizas que recibía de su amo al igual que tenía prohibido mostrarla a cualquier otra persona, pero incluso su descripción se basaba en rumores o fotografías borrosas que apenas lograban distinguir su identidad, los pocos colegas que lograban evidenciar esta descripción quedaban congelados por semejante presencia, una altura de aproximadamente 1.70 centímetros y delgado cuerpo que dejaba ondear su vestimenta junto con su larga cabellera oscura al pasar con un decidido caminar, puede que esa sea una de las razones por las que el terror de este personaje era mucho mayor que el resto de asesinos. Se decían entre algunos rumores que su aparición era un completo misterio sin resolver, algunos afirmaban que era producto de algún pacto satánico mientras que otros adulaban sus trabajos sin fallo alguno como si se tratase del más sublime de los artistas, pero el rumor más coherente era el que circulaba entre los miembros de la propia mafia que narraba un triste pasado que lo enloqueció al punto de volverlo el ciervo más leal de Simón, aquellos pocos que habían visto al sujeto caminar por los pasillos del edificio o en dirección a la oficina del jefe contaban que su familia estaba demasiado endeudada a la mafia y como primer encargo del líder de las Lilas se le dio la tarea de eliminar a todos en el lugar, sin embargo, el entonces joven amo se apiado del infante al ver su actitud agresiva frente a la propia muerte negándose por completo a dejar que la vida se le arrebatase incluso siendo capaz de herir a los subordinados con sus pequeñas manos, el potencial que vio Simón fue la evidencia que necesitó para que se hiciera cargo del huérfano hasta su adultez, volviéndolo de este modo el mayor deudor con vida, el más peligroso de todos y al mismo tiempo el único que pagaba su deuda con la vida de otros. Por otro lado, estaba la ayudante de Simón como la única persona de confianza del peligroso hombre y por supuesto también era su mano derecha en todos los movimientos de la organización, Mila era una mujer con un carácter fuerte e independiente que lograba demostrar sus mejores virtudes sin necesidad de esfuerzo, sus rasgos mostraban una voluntad inquebrantable mientras que sus ojos parecían tener un brillo color ébano muy especial cuando soltaba una que otra sonrisa apasionada, pero ver esta expresión de satisfacción era un espectáculo de aquellos que solo puedes ver una vez en toda tu vida, de hecho así era realmente, puesto que pese a ojos de todos era una sensual mujer de 29 años al servicio completo de su señor, la verdad era que ella se trataba con Simón como su mejor empleada al mismo que mantenía un frío semblante casi estando por maldecirlo con la mirada y que era punto de mayor excitación para el propio jefe, después de todo ella era en realidad el misterioso asesino Rompecorazones, quien obligada a trabajar día y noche sin descanso parecía no tener ni un ápice de humanidad en su esencia que incluso sin la máscara; producía un terrible y a la vez misterioso temor incluso en los mendigos que cuidaban la zona. Todos los días, ella paseaba por el callejón s con elegancia como si una danza se tratase, ingresaba de uno en uno a los edificios abandonados, revisando la mercancía de su jefe mientras mantenía el inventario correcto y preguntaba sobre los informes a los vagabundos que a duras penas podían indicar las novedades del día antes de querer socorrerse en sus escondites, el carácter de Mila era frívolo pero de cierta manera agresiva como si te deseara la muerte bajo sus propias manos, sin embargo pese al miedo que causaba nadie imaginaba que fuese ella quien se hacía pasar por el enmascarado por las noches y salir a masacrar bajo las ordenes de Simón, especialmente por su abnegada paciencia que sostenía con todo el ánimo que podía ante las constantes insinuaciones del enloquecido sanguinario.  Cada vez que finalizaba sus tareas, debía informar personalmente en la oficina de su jefe a la cual debía ingresar y cerrar con llave por varias horas, eso incluía los asesinatos cometidos como su alter ego del Rompecorazones y aquella vez, luego de cumplir con el señor Castell no fue la excepción. Habían pasado apenas unos cuantos días y Simón no la había contactado en ese tiempo para pedirle el último informe, no le extrañaba ya que los casos que le parecían aburridos quedaban a veces al olvido sin ningún reporte en especial, por otro lado, gracias al escándalo de los noticieros por su último trabajo era muy posible que hubiera apertura de nuevos negocios para las Lilas y su jefe estuviera atareado con ellos, de cualquier forma no era de su incumbencia y tampoco le importaba lo que sucediera con alguien a quien odiaba sin trastienda, Mila se encontraba en los pisos altos de los edificios revisando el inventario de la próxima venta de armas cuando su celular sonó de forma sorpresiva, haciendo que la joven un tanto nerviosa lo tomara para contestar en el acto. —Mila, ven a la oficina ahora. —Dijo Simón con voz gruesa para luego colgar de forma intempestiva. Era obvio que su voz calculaba un momento de respiro de su arduo trabajo; se notaba por un aire de satisfacción como si apenas terminara un divertido juego y estaba ansioso por tener ese momento a solas con su mano derecha para que le cuente el informe pendiente con lujo de detalles como si un cuento se tratase, era una versión repulsiva de un impaciente niño por recibir un regalo emocionado y animoso. Como era de costumbre no importaba que tan atareada estuviese, si debía ir a la oficina tenía que hacerlo tan pronto como pudiera, guardando su teléfono subió hasta la azotea y se abalanzó hasta el edificio de al lado donde se encontraba la oficina del jefe, logrando a penas cruzar se impulsó para no caer al vacío y con algunos cuantos rasguños junto con su corazón a punto de estallar por la emoción caminó presurosa al encuentro con Simón, bajo por las escaleras y se condujo por uno de los tantos pasillos hasta estar frente a la puerta, con un gran suspiro trato de calmar sus jadeos y se sacudió un poco la suciedad de su ropa antes de ingresar sin aviso. —Simón — dijo mientras ingresaba y cerraba con llave detrás de sí. —Tan puntual como siempre, Mila —respondió el sujeto incorporándose de su escritorio y acercándose lentamente hasta estar frente la joven— me pregunto, si lo haces a propósito ¿Para qué te premie o para que te castigue por provocarme? —sonrió descaradamente mientras rozaba con sus dedos el mentón de la joven levantándolo ligeramente hasta que ambos cruzaran miradas. —Vine como pediste —indicó mientras apartaba el mentón del hombre y tomaba asiento en uno de los sillones del pequeño cuarto— cumplí con tu orden, nada más que eso. —Eso, puedo notarlo con facilidad —comentó burlón mientras ojeaba la suciedad y los raspones de la joven—pero, es tan difícil provocarte que se vuelve excitante —acercó sus manos en los hombros de Mila mientras acercaba su rostro y sutilmente dejaba escapar su aliento en el cuello de la impávida mujer. Rápidamente ambos rostros se posicionaron tan cerca que se podía sentir el respirar profundo de ambos, pero la amarga mirada de Mila solo indicaba la incomodidad que sentía ante la repugnante forma de hablar de su jefe que tan pronto vio la mueca de sus labios soltó una gran carcajada como si hubiera hecho con su cometido, mientras tanto la ira de la mujer solo era todavía menos disimulable ante el placer inmenso del que estaba obligada a servir, con un inaudible exhalo, Mila comenzó a informar de sus últimos trabajos con detalle en las partes más sanguinarias, desde cómo se infiltró en la casa del hombre para sabotear la seguridad chantajeando al mayordomo de sus adicciones a las apuestas y a las doncellas jóvenes, la forma en que ingresó a la casa de Castell en completo silencio en medio de la noche para sutilmente verter un sedante en su licor, mismo que bebió unos instantes después y aprovechó que el fallecido tenía el mal hábito de salir a escupir en su entrada para ahí mismo apuntalarlo con varios cuchillos que tomó de la cocina. —¿Eso no fue todo, porque no me cuentas más? —insinuó el hombre mientras tomaba asiento junto a ella y exhalaba su aliento pestilente a cigarrillos con un sutil toque de vino rojo en el cuello de la joven. —No hay necesidad de hacerlo cuando se escuchó todo por el auricular, como siempre lo haces. —Sí, es cierto —afirmó con una sonrisa de oreja a oreja— pero es igual de entretenido que me lo cuentes, sobre todo porque pones esa cara de asco —soltó una risa incontrolable mientras su mano rozaba ligeramente la mejilla de su victima hasta acomodar su cabellera por detrás de su oreja. —Me maldijo —comenzó a narrar de nuevo tratando de contener su ira apretando los puños en lo que su respiración se volvía pesada como si el oxigeno en el lugar desapareciese poco a poco— así que, por pedido tuyo le corté la lengua, luego corté los dedos de los pies mientras se ahogaba con su propia sangre y entre llantos trataba de pedir perdón. —Si, recuerdo bien esa parte —acercó de nuevo su boca al cuello de Mila y lamía parte de él lentamente mientras ella solo cerraba los ojos con aborrecimiento— continua con el cuento. —Balbuceaba sin parar hasta que decidiste que muriera finalmente, así que lo apuñalé —pausó por un momento mientras su mente le llevaba por aquellos terribles recuerdos— pero antes de hacerlo el levantó sus brazos heridos y lloró tratando de pedir parley hasta que mojó sus pantalones —pausó de nuevo mientras Simón no paraba de reír hasta soltar pequeñas lagrimas— eso es todo …lo que sucedió. Ese fue el informe del caso Castell. —Bien hecho —respondió con unos cuantos aplausos y sujetando el rostro de Mila fuertemente con una mano— puedes retirarte, te llamaré después de un rato, así que no te alejes. —Como digas, Simón. Al ver la mirada tan placentera de Simón, Mila movió su rostro mientras se liberaba bruscamente y salía de la oficina, pero tan pronto llegó a las escaleras al final del pasillo se desplomó entre ellas apoyándose en la pared mientras con una mano en el pecho estaba tratando de controlar su errática respiración en lo que limpiaba con su mano libre el sudor frío de su cuello, acurrucándose lo más posible, tomó asiento entre los escalones para intentar olvidar los recuerdos de aquella noche que acababa de narrar y esperando que nadie la viera en ese estado tan débil, intentó calmarse tan pronto como le fuera posible hasta su próximo encuentro con Simón. 
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