El comienzo de un sentimiento

1338 Words
Mila estaba sentada, aun recuperando el aliento. Su cuerpo temblaba ligeramente con el frío del suelo, y el eco de los disparos recientes aún flotaba en el aire como un zumbido lejano. A su alrededor, el resto se posicionaba, atentos, listos para pelear. Ella, en cambio, se sentía fuera de lugar. Vulnerable. Casi una espectadora en su propia historia. La sensación de no poder hacer mucho para ayudar la estaba comenzando a calar hondo, más aún cuando notaba cómo aquel hombre, Beltrán, se movía con una seguridad inquebrantable. Había algo perturbador en cómo había tomado el ritmo de las cosas en apenas dos días. Lo observó maniobrar entre los espacios del viejo edificio con la precisión de alguien que llevaba años en esto. Por un momento, no pudo evitar pensar en Simón. En cómo se movía, en cómo pensaba. "¿Acaso estoy soñando?" murmuró para sí, esquivando de inmediato el contacto visual con Beltrán, justo cuando él se acercaba a ella nuevamente. —Te pareces a él —murmuró, casi sin querer mientras Beltrán revisaba su herida, al notar que la sangre estaba manchando los vendajes, solo decidió ignorar lo demás y continuar con la conversación para distraerla. —¿A quién? —Beltrán se agachó frente a ella, abriendo la vieja mochila que Jane había dejado para sacar los vendajes. —A Simón —dijo ella, sin querer devolver la mirada—. No en el rostro... sino en cómo piensas. Cómo actúas. Beltrán bajó la mirada. Aquel comentario en lugar de halagarlo solo lo molestó, su semblante pareció oscurecerse por un momento ante de continuar, pero sus ojos parecían perdidos en sus pensamientos “me parezco a Simón” su mente le recalcó, le molestaba que lo compararan con él y por alguna razón quería dejárselo claro, pero entonces su consciente le frenó por un instante, toda la fuerza con la que se había conducido parecía disiparse. Decidió mostrarse débil, amigable. —Dijo que era mi hermano —murmuró—. Que fui apartado de todo esto. Que nací para algo que no entiendo aún. Beltrán solo podía recordar la noticia que era hermano de dos mafiosos y pronto sería punto central de una batalla que no tendría fin alguno, su mente divagaba mientras estiraba las vendas y se las colocaba delicadamente en el cuerpo herido de la mujer, su toque era bastante gentil comparado a como habría tratado a otras personas. En el pasado, Beltrán solo era un hombre de negocios que no tenía sentido de empatía, pero con aquella mujer, su cuerpo se movía como si deseara hacer aquella pequeña acción de vendarla con toda la paciencia del mundo. Mila por su parte, no respondió enseguida. Pero por primera vez, lo vio distinto. Ya no era el hombre de negocios confundido en medio de una guerra, aquel hombre que apenas hablaba cuando se encontraron por primera vez parecía haberse desvanecido entre el humo y los escombros. Era alguien que comenzaba a encajar en su propio rompecabezas. Y eso... eso le generaba algo nuevo. Una atracción temeraria, peligrosa que no estaba dispuesta a sentir. Levemente sacudió su cabeza para recobrar la compostura. No se iba a dejar llevar por emociones incomodas. Entonces notó algo extraño. Una sombra parecía escapar del hombre mientras este dejaba al descubierto su piel herida. Una obsesiva intensidad en su mirada cada vez que hablaba de Simón, sentía que su toque se volvía más intenso casi provocándole molestias. Cada vez que la miraba a ella, sus ojos se perdían, era como caer en un abismo, sintió lo mismo cuando conoció a Simón y poco después cuando conoció al Diablo. — Estás sangrando —dijo él, limpiando con suavidad la herida mientras bajaba la mirada. — Lo sé —respondió ella, con una sonrisa cansada intentando alivianar el ambiente lo mejor que podía—. Pero mientras me cures, no me importa. Aquel comentario pareció encender una llama frente a ella, cuando volteó miró a Beltrán casi ruborizado y con la mirada hacia abajo. Sintió un escalofrió recorrerle como si instintivamente supiera lo que estaba pasando. Realmente no lo sabía, pero algo no iba bien. Beltrán la miró entonces. De lleno. Como si quisiera entender qué pensaba en ese mismo segundo. Como si quisiera apropiarse de ese pensamiento. Mila solo podía encogerse un poco casi imperceptiblemente, su mirada era extraña, era fija, temeraria, tierna, pero al mismo tiempo se notaba peligrosa con aquel rostro ruborizado. — Él te besó —dijo de pronto, seco, sin filtro—. Cuando te vi con Simón. Mila parpadeó confundida. No esperaba eso. Sintió una extrañeza muy poco usual, por alguna razón le era difícil saber que pasaba por su cabeza. Incluso en eso era parecido a Simón, era difícil de leer y eso le impedía tener defensa alguna. — Fue un impulso. No significa nada. — justificó de inmediato, por alguna razón presintió que era la mejor respuesta, pero de alguna forma sentí que estaba dando explicaciones a una pareja, su cuerpo se inclinó a un lado como si quisiera escapar. — Para él quizá no. Pero para mí... —su voz bajó ¿Qué significaba eso para él? Se cuestionó a sí mismo al mismo tiempo que debía soportar la mirada confundida de Mila. Hubo un momento de pausa, denso, cargado. Mila no supo que decir. En realidad, no había alcanzado a escuchar sus ultimas palabras. Pero lo notaba nervioso, casi como alguien que acababa de confesar algo que no debía. En ese momento notó que su vendaje ya estaba completamente cambiado, y decidió apartarse “yo me encargo”. Se escuchó antes de que Mila se reincorporará ante los ojos estupefactos de Beltrán. Sujetó el vendaje en un nudo y luego de ello cerró la camisa que le quedaba bastante grande. Entonces, un estruendo interrumpió ese silencio. Jane cerró la puerta con fuerza seguida de varios soldados colegas de Mila, todos en ese momento se pusieron alertas arrastrando una vieja cómoda para reforzarla. — Nos vieron entrar. No tardarán —anunció, seca, profesional. Beltrán asintió de inmediato, levantándose con rapidez. Mila alistó su arma nuevamente, su costado estaba sangrando, pero debía de actuar como fuera. Revisó las ventanas traseras y buscó por todas partes alguna salida que evitara el conflicto. Pronto su mirada se volvió a volcar en Beltrán quien hacía exactamente lo mismo que ella y encontró una vieja escalera de incendio que daba a otro edificio. Mila solo pudo quedar atónita ante su reacción, y esquivando la mirada fingió no haber visto nada. — Tengo un plan —dijo, volviendo a ese tono de mando natural que empezaba a resultarle cada vez menos extraño—. Mila, ¿puedes moverte? — Puedo intentarlo. — afirmó con seguridad tomando un cartucho de balas e insertándolo en su arma. — puedo defenderme. — Bien. Vamos a salir por la parte trasera. Necesito que confíes en mí. Al igual que todos ustedes. Ella lo miró una vez más. El equipo le tenía una fe ciega “quizá es su única salida confiar” pensó inmediatamente, al mismo tiempo se convenció de que también era su única salida. Con una mezcla de miedo, curiosidad... y una chispa que comenzaba a arder, peligrosa. — Confío —dijo. Pero mientras Beltrán le tendía la mano, Mila notó algo en su mirada. Algo que no había visto antes. No solo deseo, ni preocupación. Era celos. Territoriales. Una especie de marca invisible que parecía querer poner sobre ella. Beltrán la sostenía con firmeza, pero sin brusquedad, como si se negara a soltarla por miedo a que desapareciera. La forma en que sus dedos se cerraban sobre el brazo de Mila no era solo protección… era posesividad. Caminaban rápido, intentando no hacer ruido entre las ruinas de la calle abandonada. Los escombros crujían bajo sus pies y el humo de la granada aún no se había disipado del todo. Jane iba por delante, abriendo camino con el arma lista, pero Beltrán apenas podía despegar la vista de Mila.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD