Agnes Karsson
Me despierto con una sensación de calma por todo mi cuerpo, las caras sábanas que me envuelven me hacen sentir que estoy en una nube, sin embargo el recordar que anoche no puse una alarma me desconcentra de todo, y aún más el no saber dónde estoy.
Se siente muy cómodo para ser el auto de Selene.
Abro los ojos de golpe buscando mi celular y al encontrarlo me doy cuenta que es medio día, y mi hora de entrada al trabajo es a las 8.
¿Qué le voy a decir a Magnus ahora?
De por sí me hace la vida cuadros, no quiero imaginar como siga llegando tarde, o peor aún, faltando como hoy.
Me levanto con pesadez no queriendo apartarme de la gran cama donde estoy, no se ni de quien es.
Aun así, no hay más remedio que tomarme mi tiempo, después de todo no hay forma que vaya a trabajar hoy a esta hora. Suspiro dirigiendome a lo que se supone debería ser el baño.
Mi boca se abre con asombro por todo lo que veo, el baño es inmenso, con una tina, ducha, y vestidor al mismo tiempo, sin contar el espacio del lavamanos que cuenta con un gran espejo que abarca casi todo el lugar.
Se necesita mucho dinero para eso.
Sacudo mi cabeza intentando no prestarle mucha atención a eso, tengo que averiguar donde estoy, dado lo último que recuerdo era que estaba con Marcus tomando unos tragos.
Si Gissele supiera eso...
Me ducho rápidamente para luego ponerme una ropa que esta sobre la cama, un vestido beige sencillo con un cinturón dorado, me calzo de unas sandalias del mismo color del cinturón pero no tan brillantes.
Al salir me espera una chica vestida con un traje de camarera. En lo que nota mi presencia abre los ojos de par en par y me examina de arriba abajo.
—Señora.
—Señorita—la corrijo y ella parece confusa.
—El Señor Magnus me pidió darle un recorrido por la casa—¿Que? ¿Estoy en la casa de Magnus? Principalmente debería explicarme que hago aquí.—Luego la guiaré al comedor donde la espera el Señor Magnus.
Me detengo abruptamente y ella me mira extrañada.
—¿Cómo que me espera? ¿No está trabajando?—interrogo sin saber qué rayos está pasando aquí.
—Fue a trabajar, me dijo que la dejáramos descansar y luego volvió para almorzar con usted.
¿Qué? ¿Acaso estamos hablando del mismo hombre?
No digo nada pensando en preguntarlo yo misma, no entiendo porque de repente es tan amable, después de ser tan arisco y exigente en el trabajo.
Cómo debería ser un jefe en realidad, no puedo quejarme de la mayoría de cosas pero si es un poco extraño.
Después de terminar el recorrido del cual no se la razón, la chica me acompaña hasta un gran comedor, dónde identifico a Magnus, sentado en el extremo, aquí vinimos ayer después de los tragos aunque no estaba del todo consciente ahora si puedo recordarlo.
Me siento a su lado y la chica se despide, los platos están servidos y yo sigo sin entender absolutamente nada.
—Buenas tardes Señor Lindberg.
—Buenas tardes Señora Lindberg—responde haciendo que mi mente se paralice por unos segundos.
¿Acaba de decir "Señora Lindberg"?
—¿Qué?—pregunto y el sonríe con picardía.
—¿No te gusta?—cuestiona y yo hago una mueca.
—Claro que no.
—Pues tendrás que aceptarlo porque estamos casados—mi mente queda en shock unos segundos para luego soltar una buena carcajada.
Me rio todo lo que no he podido en la semana y Magnus me observa extrañado, su seriedad comienza a asustarme, y es allí donde mi risa desaparece.
—Estás bromeando ¿Verdad?—niega con la cabeza y yo siento que la comida del día anterior se revuelve en mi estómago—¿De que estás hablando?
Su seriedad no cambia mientras me entrega una hoja, señala mi firma y luego me la tiende.
"Contrato matrimonial"
Me pongo pálida y siento un mareo atacarme, siento que la oscuridad me envuelve y no me da tiempo a reaccionar.
(...)
Escucho un zumbido extraño que me hace despertarme, no sé dónde estoy pero espero que haya estado soñando, tal vez estoy en mi departamento y todo fue un mal sueño, si, eso debe ser.
Abro los ojos con dolor dada la luz tan blanca del lugar. Yo no duermo con las luces encendidas...
—¡TÚ!—grito histérica al darme cuenta que no fue un sueño, que estoy en un hospital y sabrá Dios si mi mejor amiga sabe de mi existencia.
—Calma, te desmayaste, gritar no te hará bien.
—¡Me importa una mierda si no me hace bien! ¿Cómo diablos me pusiste a firmar un contrato de matrimonio?—el doctor que no había notado que estaba ahí se retira al ver a Magnus asentir.
Genial, ahora hay chisme fresco para todo el hospital.
—Lo siento Agnes, pero estoy desesperado, hay una situacion que debo enfrentar y necesito una esposa.
—¡Pues le hubieras pedido matrimonio a la primera que se atravesara! ¡NO A MI!—Vuelvo a gritar con enojo y el se pasa una mano por la cara.
—Te pagaré lo que me pidas si me ayudas, haré lo que quieras.
Me quedo pensando un momento.
Le puedo pedir la cantidad faltante para mi boutique, y aún más, porque el dinero no es algo que le falte a Magnus, no siendo el número uno con la mejor empresa de Estocolmo.
Pero también está... La razón por la cual hizo esto, no puedo confiar en el por completo, no después de lo que acaba de hacer.
—¿Por qué hiciste esto? ¿Sabes lo que cuesta un divorcio?—pregunto sabiendo que yo sola no podría pagarlo ahora.
—Mis padres quieren casarme con una mujer, yo odio la idea, solo tengo que estar casado seis meses para que me dejen en paz—explica y yo suspiro.
La típica historia de los padres. Pero yo dije que no sería el capricho de nadie, mucho menos con la competencia que tiene con Liam, si este se entera de mi matrimonio con Magnus será mi fin, toda la información que tiene sobre mi seria publicada.
Aunque no es gran problema, puedo bloquear todos sus aparatos electrónicos pero no quiero tener que llegar a esos extremos.
—No puedo, busca otra persona.
—¿Tienes novio?—pregunta y yo niego.—¿Entonces? Solo serán seis meses, tendrás todo lo que puedas pedir, y por tu situación creo que te hará falta dinero.
—Tu no sabes nada de mi situación—escupo enfadada.
Odio que se metan en mi vida sin tener idea de lo que pasa.
—Puedo no saber nada pero lo que si sé es que estás en la calle, no sé si por vicios, un hijo, o irresponsabilidad. Pero estás en la calle.
Aprieto los labios intentando no soltar los insultos que estan atorados en mi garganta y Magnus me observa altivo, como si tuviera el mundo en sus manos, y dentro de todo lo tiene.
Odio a las personas así, que creen que pueden manejar tu vida a su antojo solo porque tienen mayores posibilidades de conseguir las cosas, y es horrible, porque fuera del hecho de considerar la situación de Magnus, considero la mía, de que va a pensar el resto de mi familia, de que va a pensar Selene y mi hermano.
De qué va a ser de mi vida en medio de la farsa que él quiere que monte.
No es nada facil.
—¿Si no quiero hacerlo qué pasará?
Pregunto y el me tiende su teléfono.
—Tendrás que explicárselo a la prensa.
Me fijo bien en el teléfono y mis ojos se abren como platos, estamos en todas las revistas, en primera plana en todos los periódicos y chismes por internet.
"EL MAGNATE SE HA CASADO A ESCONDIDAS"
Cierro los ojos con fuerza intentando no estrangularlo.
Porque el es el culpable de todos estos chismes, no tengo escapatoria de esto, ahora estoy casada, y soy parte del chisme más jugoso del país.
Mi hermano va a matarme.
Respiro profundo abriendo los ojos y le tiro el teléfono a la cara.
—Eres un idiota sin corazón, no te importa nadie más que tú, mientras cumplas tus objetivos, y espero que arregles esto, porque no quiero ser tu esposa—mi voz sale afilada y mi mirada debe demostrarle mi enojo.
—No tienes escapatoria linda—sonrie coqueto—Estas en mi casa, mi empresa, mi hospital y no tienes ni un centavo.
Mis ojos se llenan de lágrimas por un momento, porque tiene razón.
No tengo nada, ni siquiera sé porque yo, si se supone que debió buscar a alguien más capacitado para un asunto tan importante.
—Ayudame con el divorcio, yo no quiero estar casada de esta manera, ni siquiera supe cuándo firmé—mi voz se quiebra dado que para mí el matrimonio es algo sagrado, no para ser utilizado como una pieza de ajedrez.
—No puedo Agnes, tendrás que ayudarme.
Lloro un momento en silencio tratando de que no note mi llanto, una vez me he desahogado tomo una decisión bastante difícil para mí, algo que deja mi sentido moral en el suelo pero que me ayudará a cumplir mi sueño.
—Quiero medio millón.—extiendo mi mano en su dirección.
Sus ojos me miran extrañados por mi seriedad, pero lo he decidido, si no tengo de otra que aceptar, tan siquiera intentaré sacar provecho de esto.
—Hecho.
Y así es señores, como firmé mi sentencia.