Isabella volvió a su casa esa noche sin decir una sola palabra más que “Gracias” al chófer silencioso que la devolvió a su edificio. Ella subió a su piso y no fue hasta que intentó meter la llave en la cerradura que se dio cuenta de sus manos temblantes. Ella cerró los múltiples cerrojos de la puerta y sentándose en el roído sofá ella cubrió sus ojos con sus manos mientras apoyaba los codos en sus rodillas. Lloraba, reía y se sentía como una verdadera psicópata, se enderezó y sacó sus pantys por las piernas sin necesidad de quitarse otra prenda. La tela del tanga estaba empapada y se sintió tan frustrada que no quiso pensar en más. Tomó su teléfono mientras ponía alguna película pornográfica para poderse masturbar y dormirse, porque conociéndose como lo hacía, sabía que el insomnio se inst

