Me enamoré de un fantasma

La mansión de la familia Johnson, se alzaba majestuosa en medio de un vasto terreno cubierto de frondosos robles y cipreses. Sus muros de piedra gris, adornados con enredaderas de hiedra, reflejaban la luz del atardecer con un brillo melancólico. Las ventanas, altas y estrechas, estaban enmarcadas por cortinas de terciopelo rojo que apenas dejaban entrever el interior opulento, donde candelabros de cristal colgaban del techo y alfombras persas cubrían los suelos de madera pulida. En el centro del salón principal, un gran retrato del señor Jonshon observaba con mirada severa, como si vigilara cada rincón de su dominio. Todo estaba preparado para la gran fiesta que la familia Jonshon, hacía en honor a su única hija. Elizabeth Jonshon, una joven de dieciocho años cuya belleza era legendaria. Con su cabello rubio que caía en cascada hasta su cintura y sus ojos grises que reflejaban la serenidad de un lago en calma, Elizabeth era el vivo retrato de su madre. De estatura promedio y figura esbelta, su presencia era inconfundible. Pero lo que realmente la distinguía era su sonrisa, una sonrisa que iluminaba todo a su paso, trayendo alegría y esperanza a quienes la rodeaban. Sus padres estaban orgullosos de su hija, una joven dulce y educada. Escucharla tocar el piano era un deleite; sus dedos bailaban sobre las teclas con una gracia innata que parecía casi mágica. Cada nota que surgía del instrumento llenaba la casa de una melodía que resonaba en los corazones de todos los que la escuchaban. En esos momentos, el mundo exterior desaparecía, y solo quedaba la música, pura y envolvente, reflejo del alma sensible y apasionada de la joven. Al finalizar la pieza musical, los aplausos de los presentes hicieron eco en el gran salón de fiesta. Las familias más importantes habían asistido con la intención de pedir la mano de la joven Elizabeth en matrimonio. Entre ellos estaba Benjamín, el hijo ilegítimo del Conde Brown, cuya mirada no se apartaba de Elizabeth, cautivado por su belleza. Al comenzar el baile, Ademar Brown, el hijo menor y legítimo del Conde, se acercó a Elizabeth. Con su cabello n***o, ojos celestes y gran porte, Ademar cautivó a la joven, quien aceptó bailar con él. La pareja, observada con envidia, no se separó durante toda la noche, mientras unos ojos negros se oscurecían de celos al verlos bailar pieza tras pieza. La noche avanzaba y la conversación entre el joven Conde y Elizabeth fluía con una naturalidad encantadora. Descubrieron intereses compartidos y una conexión que parecía predestinada. Los observadores no podían evitar sentir una mezcla de admiración y envidia ante la evidente química entre ellos. Al llegar el momento de despedirse, el Conde tomó la mano de Elizabeth y, con una promesa de volver a verla pronto, se retiró. El corazón de Elizabeth latía con fuerza, lleno de emoción y esperanza por lo que el futuro podría depararles. La madre de Elizabeth no pudo contener su curiosidad. Apenas los últimos invitados abandonaron la mansión, se dirigió apresuradamente a la habitación de su hija. Al abrir la puerta, encontró a Elizabeth sentada junto a la ventana, con una expresión pensativa. “¿De qué hablaste con el joven Conde Brown?”, preguntó con voz suave pero insistente. Elizabeth levantó la mirada, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y secreto.--- Madre, hablamos de sueños y futuros, de esperanzas y promesas. Pero hay cosas que aún no puedo compartir,--- respondió, dejando a su madre con más preguntas que respuestas. --- Hija, el joven Conde Ademar Brown es el heredero legítimo. Quiero que estés enterada, su hermano mayor, Benjamín Brown, le pidió a tu padre tu mano en matrimonio. Él no respondió aún, quiere saber tu respuesta,--- dijo la madre de Elizabeth. La mirada de Elizabeth se dirigió a la luna que brillaba con intensidad. “Madre, mi corazón solo late de esta manera cuando miro a Ademar. Su voz, su sonrisa, me hacen volar con deseos de nunca separarnos.” --- Hija entiendo perfectamente lo que sientes por el joven Conde, hablaré con tu padre.--- --- Gracias, madre,--- Elizabeth estaba feliz por las palabras de su madre, sabe que su padre, hace lo que su esposa ordena. Ella sueña con un gran amor como el de sus padres, genuino, no fingido como muchos matrimonios de la alta sociedad, que eran solo acuerdos económicos, entre los padres. Esa noche la joven se duerme llena de ilusiones y sueños de amor. En la gran habitación del matrimonio Jonshon. ---¿ Que ha dicho Elizabeth?,--- pregunta Carlos, su importante figura, solo es suave con su esposa. --- Que el joven Conde Ademar Brown, la quiere cortejar, Elizabeth está muy ilusionada, Carlos, --- dice la mujer, su tono suave de voz es una dulce melodía para su esposo. --- Entiendo, sabes Margaret, que amo a mi hija, jamás haría nada encontra de su voluntad y si mi pequeña eligió al joven Conde, quien soy yo para interponerme en si felicidad, --- respeto Carlos a su esposa Margaret sonríe con satisfacción, al saber que su esposo no obligará a su pequeña niña a un matrimonio sin amor. La noche fue eterna para el joven Conde Ademar, que en si habitación contempla el cielo estrellado, recordando la bella sonrisa de Elizabeth, su corazón late de manera desenfrenada con solo pensar y recordar su voz y lo cálida y suaves que eran sus manos. Al amanecer un nuevo día soleado lleno de vida, espera por todos los habitantes del condado de Hertford. Hertford es conocido por su hermosa campiña, con colinas onduladas, bosques y ríos sinuosos. El condado está salpicado de pintorescos pueblos y ciudades comerciales, cada una con su propio carácter únicos. Magnífica catedral, hasta la bulliciosa ciudad de Watford, hay un lugar en Hertfordshire para todos. La mansión del gran Conde la familia se preparaba para desayunar, cuando la inesperada visita llega a ellos. Al gran comedor entra Benjamín, mira a su hermano menor y luego se dirige a su padre el conde Daniels Brown, un hombre importante de personalidad fuerte y autoritario. --- Buenos días, padre, --- saluda Benjamín mirándolo directamente a los ojos. --- Buenos días, Benjamín que te trae tan temprano por acá, --- pregunto el conde Brown ---Padre he venido para que me acompañe a la mansión Jonshon, quiero formalizar mi pedida de mano de la señorita Elizabeth Jonshon, --- responde Benjamín Antes que Daniels hable, Ademar se adelanta,--- no, padre anoche en la fiesta la señorita Jonshon, fue mi acompañante y, hemos quedado en frecuentarnos para conocernos mejor, --- --- Ademar, yo quiero a Elizabeth para que sea mi esposa, --- dice firme Benjamín --- Jamás lo permitiré, me enamoré de Elizabeth, es una mujer encantadora, y quiero que sea mi esposa, --- dice firme Ademar, que se levanta de su lugar para acercarse a su padre. Daniels mira a sus hijos, Benjamín es el fruto de una aventura que tuvo con una mujer de dudosa reputación, su parecido físico a él es mucho y es tres años mayor que Ademar, el menor de sus hijos es muy parecido a él solo que tiene los ojos azules de su madre, su porte y elegancia. --- Será la señorita Jonshon la que tome la decisión de cual de los dos tomara como esposo, --- dice Daniels mirando a sus hijos, su voz autoritaria resuena en el gran salón. Catalina la madre de Ademar mira la situación en silencio, mientras piensa en que hará todo para que su hijo sea el elegido, en la fiesta los había observado y sin duda hacían la pareja perfecta juntos. Ademar es elegante, alto y con un gran prestigio que ha obtenido con su propio esfuerzo a su edad lidera un batallón de soldados, mientras que Benjamín solo ha avanzado con el nombre y prestigio de su padre, sin duda la diferencia entre ambos hermanos es grande.