2: La Estrategia y la Desesperación

1390 Words
Dennis. La idea de una vida compartida, y mucho menos de un compromiso, me resulta ajena. Con mis hermanos, la convivencia siempre ha sido una cuestión de logística, no de afecto: cada uno tiene sus gustos, sus intereses y su espacio inviolable. Lo único que realmente compartimos es el penthouse que habitamos y el edificio de la corporación. No fuimos criados para compartir, sino para poseer; que nuestros padres nos impongan lo contrario es intrusivo e incómodo. Yo no tengo interés en formar una familia. A Dean, el tema le resulta irrelevante. Solo Darren alberga esas aspiraciones románticas. —Debemos actuar ya. Nuestros padres han sido muy claros con la empresa —Darren caminaba de un lado a otro en la oficina principal de Dean, con la ansiedad palpable—. Nos pueden despojar de todo si no les damos lo que quieren. —Es un chantaje infantil. La empresa es nuestra, ya están jubilados —Dean servía whisky con una calma estudiada, aunque sus ojos reflejaban la tensión—. Además, ninguno de nosotros quiere realmente compartir una vida, y mucho menos a la misma mujer. —Puede que lo sea, pero legalmente, siguen siendo los propietarios fundadores. Pueden destrozarnos sin pensarlo dos veces —recalco, sintiendo cómo el miedo a perder el poder me calaba los huesos. Nos hundimos en un silencio denso. El status quo se había roto. —No nos queda otra opción que aceptar su petición —Darren se detuvo y nos miró con seriedad—. Sé que a ustedes dos les horroriza la idea de un compromiso. Pero si queremos conservar Morrison Media, es mejor que les demos lo que piden, aunque sea una falsa. —¿No lo entiendes? No estamos diseñados para la poligamia, y menos con una mujer que no conocemos. Además, ¿Qué mujer aceptaría un acuerdo así? Nuestra reputación no es precisamente la de hombres de familia —replica Dean, con su habitual cinismo. Darren es el único romántico; Dean y yo somos hombres de negocios, atraídos por la apariencia y el no compromiso. Necesitábamos una solución pragmática, no un milagro. —Podríamos encontrar a alguien que lo acepte como un acuerdo de negocios —sugiere Dean, pensativo. —Tengo una idea mejor —Darren cruza los brazos, con la chispa de un estratega encendiéndose en sus ojos—. No queremos casarnos, ni compartir a nadie de verdad. Busquemos a una mujer que acepte simular ser nuestra novia compartida y luego formalizar un matrimonio falso que dure el tiempo suficiente para que nos entreguen el control total. Un año, tal vez. —Ese plan no es descabellado, pero ¿Cómo encontraremos a una mujer que encaje con los gustos de los tres y que sea creíble ante Mamá? Debe tener cierto atractivo social para que nuestra madre la acepte sin reservas. La atracción física era el punto de partida; la personalidad, para esta farsa, era secundaria. —¿Y si buscamos a la chica que Mamá conoció ayer? ¿La vendedora de la boutique? Dean se atraganta ligeramente con su whisky. —¿La vendedora? ¿No temes que la mentira sea demasiado obvia si recurrimos a una desconocida? —Al contrario. Si logramos que ella acepte el trato, Mamá estará encantada de inmediato. Y lo más importante: nuestros padres dejarán de presionarnos al ver a Erika tan feliz con la nuera que ella misma escogió. Nos compraría el tiempo suficiente. El pragmatismo de la idea era innegable. La necesidad de placar a nuestra madre era la variable más urgente. —Decidido. Iremos a la tienda donde Mamá la conoció, averiguaremos su nombre y la contactaremos de inmediato —sintetizo, aceptando el plan con la frialdad de un contrato. Apenas cerramos el trato, la puerta de la oficina de Dean se abrió. Nuestros padres y nuestra madre irrumpieron con sonrisas radiantes. Mamá se acercó a besar nuestras mejillas; conmigo, el contacto fue breve, reconociendo mi aversión a las demostraciones públicas de afecto. —Y bien, ¿Qué es lo que nos querían informar? —Padre Gabriel y Padre Alexander tomaron asiento con expectativa. Darren, el más apto para el drama, tomó la iniciativa, su voz templada por la desesperación. —Padres, Mamá... Sé que es un tema que hemos evitado, pero la verdad es que mis hermanos y yo ya tenemos pareja. Y sí, es compartida. Nuestra madre se quedó sin aliento. —¿Qué? —¿Y cómo es que se dignan a contárnoslo hasta ahora? —preguntó Padre Alexander, con una mezcla de sorpresa y molestia. —Por vergüenza —dije, sintiendo la mentira en mi boca—. Desde pequeños negamos la idea de compartir algo, y que ahora estemos en una relación con la misma mujer nos hacía sentir tontos a sus ojos. —No digan eso, mis amores —Nuestra madre nos miró con una sonrisa que iba de oreja a oreja, su rostro iluminado—. Nosotros jamás los juzgaríamos por esa tontería. —¿Y cuándo conoceremos a la afortunada? —Bueno, ella aún está asimilando todo esto —Darren respiró hondo, perfeccionando la mentira—. Al igual que nosotros, está algo preocupada por cómo sobrellevar una relación de este tipo. Es algo nuevo para los cuatro. Se la presentaremos tan pronto como ella se sienta segura y cómoda con la situación. —Lo entendemos. Le daremos su espacio —Padre Gabriel nos miró con un orgullo desbordante—. Me alegra que por fin estén rompiendo un poco esa coraza que tienen por corazón. Ahora estábamos en un aprieto monumental. La mentira había funcionado, pero a un costo altísimo: debíamos presentar a la "novia compartida" antes de que Mamá perdiera la paciencia. Emely. Estoy cayendo. Ya no sé qué hacer. Fui despedida de mi empleo. ¿La razón? El esposo de una clienta me miró con demasiada insistencia, provocando una escena de celos absurdos. Lo peor fue la cobardía de mi jefa, quien, por evitar problemas y por una pizca de envidia mezquina hacia mi apariencia, me despidió en el acto. Nadie me defendió. Todo se está desmoronando. No consigo un empleo decente y mucho menos ofertas de trabajo como modelo. Mi vida es un caos perpetuo, y lo que más me aterra es que mis posibilidades de hacer lo que amo se agotan día tras día. Mi celular vibró. Era Henry. —Hola, mi linda rubia —dice con su habitual entusiasmo, pero capta mi tono al instante. —Hola, Henry. —Mi voz salió rota, débil. Ocultar mi desánimo era imposible. —¿Qué sucede, nena? —Me despidieron de la tienda. Una clienta se quejó y nadie me respaldó. Estoy desempleada y ya debo un mes de renta. El casero no me dejará quedarme si no pago esta semana. —Oh, Emily... —¿Por qué me pasa todo esto a mí? ¿Por qué no puedo conseguir una sola oportunidad para brillar? Es tan difícil seguir... Ya no sé qué hacer ni adónde ir sin un sueldo fijo. —Oye, detente. No pienses así. Eres increíblemente talentosa, solo que esta horrible sociedad no valora la autenticidad —La voz de Henry se alteró, cargada de frustración en mi nombre. —Solo eligen a niñas con buenos contactos, a las que tienen fondos. ¿Quién va a mirar a una chica sin un respaldo económico estable? —Tú tienes mucho más que demostrar que todas esas niñitas que consiguen puestos por sus padres ricos —su rabia era un bálsamo—. Ven aquí. Ángel y yo te daremos la bienvenida; sabes que eres nuestra hermana y que siempre te apoyaremos. Respiré profundamente y las lágrimas rodaron por mi mejilla. —Además, te llamé porque una gran empresa de publicidad lanzó un comunicado. Están buscando modelos nuevas que trabajen exclusivamente para ellos. Dejé tus datos. Tengo la corazonada de que esta vez te irá bien. Solo no dejes de brillar y demuestra tu valor. —Muchas gracias, Henry. Eres el mejor amigo del mundo. No era fácil para él; también luchaba, estudiando y trabajando, exiliado de su propia familia por ser homosexual, al igual que yo por mi insubordinación. Solo me quedaba aferrarme a esta última oportunidad. Tenía que ser contratada. Tenía que conseguir por fin la vida por la que había luchado tan desesperadamente.
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