Emely.
—Aquí está la limonada, chicos —Dejé la bandeja en una de las mesas auxiliares, el tintineo del hielo un alivio en el calor de Hawái.
Estábamos disfrutando de un día de relajación en la impresionante piscina infinita de la casa de Stefan. La vista del Pacífico era un lienzo azul deslumbrante. El pequeño Nicolas estaba feliz en su piscina inflable especial, regalo de mis chicos para que pudiera chapotear sin riesgo. Junto a él, Dan, mi pequeño beagle, jugaba incansablemente, su camisetita de natación mojada. Mis amigos estaban en la piscina principal, conversando en un ambiente de absoluta camaradería. Katie y su esposo contemplaban el horizonte, mientras Stefan y Carlo tomaban el sol. Mis adorables prometidos me esperaban sentados en el borde.
—Gracias, cariño —dijeron mis hombre
