Aquello estaba profundamente mal y tanto Aron como Luca lo sabían, aún así no se echaron atrás. Después de todo, esa opción les había sido arrebatada desde el primer momento en el que aceptaron el trabajo de Kallias.
Su papel en la extraña misión era fácil y simple, solo debían ayudarle a Kallias a colarse dentro de una casa con un baúl.
Los dos muchachos creyeron que aquello se debía a un robo de algún tipo de pintura u obra, esto debido al alto nivel de seguridad que poseía el lugar.
Amurallada con altas paredes en las que se encontraban dispersas un centenar de cámaras, la enorme casa se hallaba en el centro del amplio terreno, protegida día y noche por hombres armados con perros de aspecto temerario.
Para cualquier persona ajena a ese mundo, la entrada al lugar era imposible, pero no para ellos tres.
Al parecer Kallias había sido informado del punto ciego que manejaban las cámaras del muro norte, por el cual escalaron sin dificultad envueltos por el velo de la noche, cargando el baúl vacío con unas fuertes sogas.
Una vez dentro, se ayudaron de sus ropajes oscuros para escabullirse entre las sombras que ofrecían las pequeñas matas de arbustos y árboles pequeños dispersos por el amplio lugar.
Como si hubieran hecho aquello innumerables veces sin ser detectados, los tres avanzaron por el lugar sin mayor dificultad que la de sus respiraciones agitadas ante el miedo inminente de ser descubiertos.
Pero aquello no ocurrió, y antes de notarlo habían llegado al umbral de la ventana suroeste, la cual utilizó Kallias para deslizarse en su interior.
Segundos después, y una vez que confirmó que la zona era segura, los muchachos en el exterior le pasaron el baúl.
Una vez que la silueta del perverso Kallias desapareció tras en elegante pasillo a la izquierda, Luca comenzó a contar los minutos en una cuenta regresiva para marcharse del lugar.
Quince minutos, ni más ni menos, tal como lo habían acordado.
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Kallias atravesaba los pasillos en perpetuo silencio, con pisadas de pluma y sin emitir el más vago sonido.
Un fantasma o espectro de la muerte, a eso se asemejaba el atractivo chico de ojos y cabello negros como demonio.
Tal como Oso le había informado, la seguridad tenía puntos ciegos, tanto dentro como fuera de la lujosa casa.
El pasillo que recorría con pasos ligeros era tal como se lo habían descrito, por lo que no le fue difícil ubicarse dentro sin ayuda de puntos cardinales.
—¿Eros ya está durmiendo?—preguntó una profunda voz masculina.
No conocía el aspecto de su portador, pero sabía perfectamente de quién se trataba.
Su cuerpo tembló ante la mera idea de saber que el rey de la mafia más poderosa del lugar estaba a escasos metros suyo.
Con el corazón acelerado, el muchacho se aproximó a una de las paredes del corredor, rezando para que el hombre no decidiera ingresar en él.
—Si señor, lleva durmiendo desde hace media hora…¿quiere verlo?—respondió la amable voz de una mujer con algo de terror.
—No, dejémoslo descansar—cortó el hombre con tono cruel y frívolo—mañana me acompañará a atender unos negocios, quiero integrarlo a la empresa cuanto antes.
"Empresa" esa era una vana forma de llamarle a su creciente imperio de drogas y prostitución al que pensaba arrastrar a su propio hijo.
La mujer parecía objetar algo, pero las palabras se perdieron en la lejanía.
Al parecer, alguna deidad se había apiadado de Kallias.
Liberando un largo y profundo suspiro, el muchacho se apartó de la pared para retomar su silencioso camino por el vacío pasillo.
Una vez que logró llegar al final de este, giró a la derecha y caminó tres pasos antes de detenerse frente a una hermosa puerta tallada de madera oscura.
Sin pensarlo dos veces, giró el picaporte con cuidado y se deslizó en su interior con habilidad felina.
Acortando la distancia, el chico con mirada de demonio se aproximó a la pequeña cama individual en el centro de la habitación pintada con un tenue color púrpura pastel.
La hermosa niña de no más de tres años se encontraba sumida en el más profundo de los sueños, lo cual despertó una fuerte envidia por parte de Kallias.
Odiaba que ella tuviera una habitación hermosa en la cual descansar, la seguridad de pertenecer a una de las familias más peligrosa y poderosa del lugar, sumado a una vida privilegiada y resuelta.
Con odio y resentimiento labrados en su corazón con fuego, el chico fue despojado de la poca humanidad que aún conservaba, mientras a la infanta le arrebataba la vida.
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Luca sopesó mil veces la idea de marcharse y dejar atrás a Kallias, sin embargo la mera idea de la ira que desataría este sobre ellos una vez que saliera por la ventana lo detuvo cada ocasión.
—¿Cuánto tiempo va?—susurró el chico de mirada tormentosa mordisqueando su labio inferior.
—Trece minutos—respondió Aron revisando el reloj que conservaba como obsequio de su padre. Lo único que tenía de él.
Luca suspiró aliviado, si en dos minutos no salía, ambos tendrían el derecho y la libertad de marcharse sin deberle explicación alguna.
Sin embargo, y para su desgracia, Kallias salió del lugar en el minuto catorce, arruinando la idea que tenía Luca de despojarse de una vez y para siempre de su presencia.
—Ayúdenme con el baúl—gruñó en un susurró el chico de mirada infernal, haciendo un gesto de énfasis en dirección al baúl que tenía entre ambas piernas.
Sin pensarlo dos veces, ambos muchachos ayudaron a pasarlo por la ventana, maravilladose del ligero peso que este contenía.
¿Qué demonios había robado?
La pregunta invadió la mente de ambos chicos, sin embargo aquel no era momento para responder aquella clase de preguntas.
De forma coordinada, los tres elevaron el cofre y comenzaron a escapar del lugar con la misma facilidad con la que lograron entrar.
Cada uno de ellos podía saborear el triunfo de la victoria en la punta de sus lenguas mientras pasaban el enorme muro exterior, esquivando a la perfección las cámaras de seguridad.
Una vez fuera, ninguno se detuvo a festejar su escape triunfal, mientras corrían por las calles y callejones de la ciudad, alejándose cada vez más del lugar.
Con una sonrisa brillando en sus labios, Aron y Luca lograron visualizar por primera vez un futuro, lo que aquella suma de dinero que recibirían representaba para cumplir sus sueños.
Sin embargo, aquello sería a costa de un muy alto precio, después de todo y sin saberlo, acababan de escapar de la casa del rey de la mafia con la cabeza cercenada de su pequeña hija en aquel cofre.