Suaves cómo seda y tan dulces como la miel, esa era la sensación que recorría el cuerpo de Luca mientras se permitía dejarse llevar por la magia que transmitía aquel primer beso. El gusto a fresas y menta se mezclaba con aquella fantástica sensación de placer, incitándolo a seguir, a avanzar más. Pero él tenía miedo, no quería dejarse llevar por sus instintos más básicos y convertirse en una bestia. No ahí, no con Camilla. —¿Qué ocurre?—preguntó ella de forma abrupta apartándose de él para enfilar sus profundos ojos hacia él. El chico de mirada tormentosa mordisqueó su labio inferior sintiendo nervios de hablar o tan siquiera confesar lo que su mente deseaba. Pero sentado ante ella, todo miedo, temor o ansiedad fue sosegado. —Deseo más de tí, probé tus labios y ahora creo que jamás p

