El miedo y la ira que habían incendiado las venas de Luca Lee, ahora se habían amansado, igual que si se tratase de fieras monstruosas sumidas bajo la fuerza de mil cadenas.
Pero no era el hierro de las cadenas lo que había logrado conseguir que el chico de mirada gris apaciguara sus instintos, sino el manojo de billetes que Oso había colocado en sus manos, igual que si se tratase de un ramo de flores.
Durante algunos minutos aquello se había sentido jodidamente mal, como si intentase comprarlo al igual que lo hacía con las mujeres en su cueva; sin embargo, aquel sentimiento fue desplazado cuando Aron propuso utilizar los billetes para comprar camas.
A regañadientes, los tres habían aceptado la idea de ir a una tienda y comprar tres camas, con sus colchones, almohadas y juego de sábanas
