El cálido y gentil beso del sol sobre su rostro lo despertó; Luca tenía el cuerpo rígido y entumecido debido a su noche de sueño dispuesta sobre un sucia manta colocada encima de una pequeña pila de cartones.
—Buenos días bella durmiente—canturreó Aron.
Luca hizo su mejor esfuerzo por estirar el cuello en su dirección, sintiendo los músculos de su espalda y hombros tensarse de dolor, uno que ya estaba acostumbrado a sentir.
Unos pasos alejado de él, se encontraba su amigo, medio sentado en una "cama" similar a la suya, observandolo con una media sonrisa que no llegaba a ocultar la tristeza de sus ojos.
—Espero que no me hayas besado para despertarme—ronroneó Luca en respuesta, haciendo su mayor esfuerzo por adoptar una posición similar a la de su amigo.
—Por favor, yo no beso sapos—se defendió el muchacho de ojos color caramelo.
El chico de ojos color tormenta bufó una risa, mientras comenzaba a observar las ruinas de una habitación en busca del segundo amigo.
Pero, a excepción de ellos dos, las ratas y las cucarachas, el cuarto estaba vacío.
—Se fue antes de que saliera el sol—susurró Aron, siguiendo el recorrido de su mirada.
Luca volcó su mirada en la de su amigo, encontrando el mismo temor que él mismo sentía en aquel instante.
Kallias era peligroso, pero solía actuar de forma racional, sin embargo debido a los sucesos de la noche anterior, dudaba que aquel hombre estuviera en sus cabales.
Solo podía suplicar a cualquier deidad que tuviera la voluntad de apiadarse de su destino y mantuviera alejado al hombre con alma de demonio de los problemas.
El estómago del chico de ojos tormentosos gruñó por el hambre, trayéndolo de regreso de sus pensamientos…¿Cuándo había sido la última vez que comió?.
—¿Desayunamos?—preguntó Aron, poniéndose de pie, exponiendo su delgada figura envuelta en ropa vieja y andrajosa.
—Claro… para mí será uno continental—ronroneó Luca tomando la mano que su amigo extendía para ayudarlo a incorporarse.
Una vez de pie, medio encorvados por la baja altura del techo con goteras, ambos chicos no demoraron en salir del lugar, después de todo el abrasador calor comenzaba a viciar el ambiente, volviendo el aire sofocante.
Fuera de la pequeña habitación, ambos se deslizaron por una escalera de madera, la cual estaba medio podrida con algunos escalones ausentes. Está conectaba directamente a un callejón de mala muerte, donde aún permanecía dormido medio inconsciente un borracho con los pantalones orinados.
Viendo lo que ellos llamaban casa desde lejos, no podían evitar compararla con una mazmorra medieval en lo alto de una torre.
—¿Qué crees que haga Kallias?—preguntó en un susurró Aron, caminando a su lado saltando lo que parecían pequeños charcos.
Luca siguió su ejemplo, evitando hacer cualquier tipo de contacto con aquellos charcos de dudoso proceder.
—Creo que está malgastando su parte del dinero—respondió algo frustrado el chico de mirada tormentosa.
Suplicando que aquello fuera verdad, tal como ocurría siempre, pero en esa ocasión, las actividades de Kallias eran notablemente diferentes.
Aron no respondió o emitió algún sonido, quizás estaba perdido en sus pensamientos tratando de creer en las palabras de su amigo.
—¿Qué harás con tu parte? Sé que estás guardando el dinero—dijo Luca dislizando las manos en el Interior de sus bolsillos sin fondo.
Una distracción, todas sus palabras eran un intento famélico por acaparar la atención de Aron; sin embargo, una parte de la duda reflejada en su tono de voz era real.
¿Qué demonios estaba haciendo su amigo con el dinero obtenido de todos los trabajos?.
Una media sonrisa surgió en los labios delgados de su amigo, sin embargo, este mantuvo la mirada color caramelo al frente del camino mientras seguían avanzando.
—Te diré si prometes no burlarte—respondió Aron algo nervioso, aún así la ansiedad era palpable.
—Te lo prometo por mi hermana—respondió el chico de ojos color tormenta colocando una mano sobre su corazón.
—¡Pero si tú no tienes hermana!—exclamó el chico de ojos color caramelo alzando las cejas en lo alto de su frente.
—¡Exacto!—ronroneó Luca expandiendo su sonrisa.
—Eres un tonto—se rió Aron—Esta bien te lo diré de todas formas...ahorro dinero para ir a la universidad.
Las palabras cargadas de alegría y orgullo, tomaron por sorpresa al muchacho de ojos tormentosos, como si le hubieran proferido una cachetada en el rostro.
Al entornar su rostro al de su amigo, no pudo evitar exponer una sonrisa real y genuina, exponiendo todos sus dientes, una que el mundo jamás había tenido el privilegio de conocer.
—Estoy orgulloso de tí, amigo. Creo que en la universidad encontrarás tu lugar—dijo Luca haciendo su mayor esfuerzo por contener la quemazón en sus ojos.
—Gracias amigo—respondió con emoción Aron, copiando la sonrisa del chico frente a él.
Con los corazones rebosantes de alegría los chicos caminaron felices las pocas calles que los separaban del primer negocio de comida y se deslizaron en su interior con las sonrisas presentes en sus rostros.
Sus mentes estaban perdidas en una fantasía surrealista, dónde ambos podían escapar de sus vidas tristes y pobres, encontrando un mejor final que el de un balazo en la cabeza perdidos entre las sombras de un callejón siendo devorados por las ratas.
Pero el mundo es cruel y adora destruir a los soñadores.
—No se admiten ladrones—gruñó un hombre detrás del mostrador a su lado.
Ambos muchachos giraron sus rostros siguiendo el camino de la voz, solo para encontrar a un enorme tipo con cara de pocos amigos mirándolos como si no fueran más que cucarachas que debían ser exterminadas.
—Que bueno, no somos ladrones—respondió con arrogancia Luca, sacando del Interior de su campera un par de billetes tal como lo había visto en películas.
Al parecer no funcionaba en la vida real, después de todo, el hombre permaneció con la vista fija en ellos, esta cargándose cada vez más de odio.
—No se admiten ladrones ni su sucio dinero—volvió a gruñir en respuesta el hombre.
—Señor, por nuestro aspecto no nos permiten el ingreso a otros lugares cercanos… por favor se lo suplico venimos a buscar comida, no pedimos caridad se la pagaremos—hablo Aron de forma sensata y razonable.
Era verdad, cada maldita y triste palabra que salía de los labios de su amigo era verdad.
Nadie les permitía el ingreso, solo podían comprar en los negocios más bajos del barrio, pero era demasiado arriesgado ir a esa zona plagada de gánsters, pandillas y drogadictos.
Un huérfano y el hijo de una prostituta que rara vez estaba consciente, ellos dos eran el descarte de la sociedad.
—Me importa una mierda si nadie les deja entrar, acá tampoco lo harán… si tienen hambre vayan a comer ratas, este es un lugar decente—se burló el vendedor con aires de suficiencia.
—Si mal no recuerdo, hasta no hace más de un mes atrás tu comías ratas y vivías de robar a turistas tontos—ronroneó la sensual voz femenina a espaldas de los chicos.
Como acto reflejo ambos se dieron la vuelta, intrigados por conocer a su defensora.
Y ahí estaba.
De cabellera blanca como la luna y piel bronceada, la chica que aparentaba tener su misma edad, caminó airosa, pavoneándose hasta llegar junto a ellos.
—¿Que quieres Camilla?—escupió el vendedor coleroso, con evidente fastidio.
—Tu lugar es un agujero asqueroso, dudo que recibas muchos clientes, y ahora que estás pagando por la protección de Oso, creo que deberías aceptar todos los clientes que lleguen… a menos que quieras terminar con una bala en la cabeza—ronroneó la hermosa chica de cabello color luna con una sonrisa lupina.
El hombre sostuvo la mirada de la chica durante varios segundos sin que ella siquiera desviara la atención.
Aquella tal Camilla estaba loca o su valor era incomparable.
—Está bien—escupió el vendedor—¿Que demonios quieren?.
Luca habría hablado si aún recordara como hacerlo, pero mientras más observaba a la hermosa chica, su mente parecía nublada, como sumida en tinieblas, llegó al punto de sentir sus extremidades livianas como el viento y olvidándose incluso cómo respirar.
Por este motivo él se limitó a contemplar a la hermosa chica, mientras Aron se encargaba de hablar. Después de todo, entre los dos, él era la voz de la razón.
—Bueno, mi trabajo acá concluyó… espero verlos pronto—ronroneó Camilla una vez que Aron tomó la comida entre sus manos.
Se estaba marchando, se alejaba sin que el pudiera siquiera entablar una conversación con ella.
La desesperación lo invadió cuando ella pasó a su lado, sembrando un camino con aroma a almendras que se desprendía de su cabello.
—¡Eres muy hermosa!—exclamó el chico de ojos color tormenta observando a la chica de cabello como la luna.
Las palabras detuvieron el avance de Camilla, quien se giró levemente para centrar sus ojos color sol en él.
Fue entonces que el corazón de Luca se detuvo, junto con la sangre que recorría sus venas y el aire llenando sus pulmones.
—Ya lo sé—ronroneó en tono arrogante ella—Tú tampoco estás mal para ser un mendigo ladrón.
El chico de mirada tormentosa no tuvo tiempo de procesar sus palabras, antes de que ella se esfumara de su visión tras la puerta principal.
Con la mente aún aturdida, Luca se quedó de pie en el lugar, incapaz de correr tras ella como lo hubiera deseado.
Por el contrario, se mantuvo de pie en el grotesco negocio con la risa estridente de Aron retumbando en cada espacio del lugar.
Le acababa de dar a su amigo un arma, la cual sin dudas utilizaría para burlarse de él por el resto de sus días.
Pero no le importaba, no luego de saber que ante los ojos de Camilla él no estaba tan mal.