Roma Italia.
Martes 06 de Febrero, 2018.
Capítulo 4.
Pierce Seymour.
Han pasado dos días después de lo que sea que sucedió en la casa de Gino, el día domingo fue un día demasiado pesado. No pude quedarme hasta más de tres de la tarde en el hospital, no podía posponer, ni cancelar las citas que tenía ese día con mis pacientes, lo cual Gino comprendió completamente. Casi a las dos de la tarde pasamos ambos a ver a Chiara, tenía la mirada ida, ni siquiera quiso hablar con su hermano, por más que este se lo pidió. Le preguntó varias cosas, sin embargo, ninguna sobre lo que sucedió esa mañana en su habitación. Y ella a penas y asentía con la cabeza. No sé la razón por la cual su único mecanismo de defensa es aislarse de las personas, incluidos a los que si le importa.
Ese día habían demasiadas cosas que no encajaban para asumir que había sido u intento de s******o. Como por ejemplo:
Las marcas en el cuerpo de Chiara, principalmente en sus brazos y cuello. Esas no eran marcas comunes. No soy médico forense, y tampoco es mi rama médica, pero estoy seguro de una persona no puede hacerse a ella misma esas marcas en su cuerpo. Y sí, al decir marcas me refiero a la forma en que tenía la piel ese día y a los golpes.
Además la manera en la que su cuerpo estaba dentro de la bañera, me hace pensar que alguien estaba obligándola a mantenerse sumergida en contra de su voluntad. En otras palabras, había alguien intentando ahogarla.
Y me parece lo suficiente sospechoso que unos días antes Chiara haya encontrado la llave de su habitación dañada, que si lo pensamos eso le facilitaba a su victimario consumar su objetivo, otro punto es que ella no sabía de la puerta en la habitación de su hermano que conectaba con la suya y sin embargo estaba cerrada por dentro.
También. Si consideramos el tiempo, mientras Gino intento abrir la puerta, hasta que yo llegue y la encontramos, pasaron alrededor de treinta y cinco minutos. Si ella hubiera querido acabar con su vida, hubiera sido rápido y fulminante, quizás una sobredosis de las drogas que utiliza.
Esto me lleva a esa conclusión. Hubo alguien allí que quiso matarla. Ella se defendió de su agresor, el cual ya había intentado matarla por asfixia, pero después decidió torturarla ahogándola, no sin antes golpearla.
Pero, ¿Quién soy yo para suponer este tipo de cosas? Exacto, no soy prácticamente nadie. No cuando incluso la policía ya inspeccionó la casa y no encontró absolutamente nada fuera de su orden natural. Así que la opinión de un simple psicólogo y maestro de historia, no cuenta para ellos. Seguramente piensan que es mi imaginación o que quiero encubrir a Chiara de alguna manera.
En fin, hoy hace unos minutos Aslan acaba de darle el alta a Chiara, por lo cual tanto Gino como yo estamos esperando unos medicamentos que se le receto a Chiara, y luego iremos por ella, para llevarla a mi casa. No tengo idea de porque estos dos hermanos me importan tanto, ni tampoco porque tengo un apego raro hacia ella. Pero sé que quizás sea porque no he podido ayudarla, por ello no puedo dejarla ir, no sin haber terminado mi trabajo, para lo que soy bueno.
Tanto Gino como yo hemos pedido días libres en la universidad, para poder estar más al pendiente de Chiara, lamentablemente ni Gino, ni yo trabajamos en la universidad de su hermana y sé que en este momento él se arrepiente de ello.
Luego de tener los medicamentos en las manos, caminamos de regreso a la habitación de Chiara. Ingresamos a la habitación y vemos a Aslan darle sus pertenencias a Chiara y a ella agradecerle con una pequeña y casi inexistente sonrisa. Cuando Gino cierra la puerta detrás de él, ambos se percatan de nuestra presencia.
—Muy bien, si tienen lo que le recete a la paciente entonces pueden irse. Si llega haber algún problema o no se siente cómoda con alguno de los medicamentos no dude en venir a verme. —dice mirándolos a ambos, es decir, a Gino y a su hermana.
—Muchas gracias, doctor Piras. Entonces nos retiramos. —manifiesta Gino, encaminándose hacia su hermana—, vamos, Chiara. —intenta ayudarla, pero ella se opone y se pone de pie sola.
—Te lo he dicho antes, no soy una niña. Soy capaz de ponerme de pie sola. —tan distante como siempre.
—Aslan. —llamo su atención—. Te agradezco que hayas atendido muy bien a mi paciente. Ya nos volveremos a ver. —él asiente, de acuerdo con lo que digo, saca su plumón del bolsillo de su bata y escribe algo en un papel. Entregándomelo después.
—Mi número y el de Lena están allí. Ella creyó que quizás podríamos salir a tomar algo uno de estos días. —miro hacia otro lado—, por favor.
—Está bien, un paseo no estará mal supongo. —me encojo de hombros—. Ya les avisaré cuando pueda.
—Muy bien. —se voltea a ver a los hermanos Müller un segundo—. Por favor, si le sucede algo a la chica, no pierdas tiempo, solo tráiganla aquí. —asiento.
— ¿Nos vamos ya? —pregunta ella haciendo una mueca.
—Por supuesto. —respondo casi de inmediato.
—Aun no entiendo, ¿Qué hace usted aquí? —cuestiona cruzándose de brazos. Mientras sale de la habitación en la que estaba.
—Chiara... —pronuncia su hermano en tono de regaño.
—Yo te traje aquí. Tú hermano y yo te sacamos de esa habitación y he estado al pendiente de ti. —contesto caminado delante de ella.
Llegamos al estacionamiento del hospital. Desactivo la alarma de mi auto e inmediatamente tanto Gino, como yo subimos enseguida, sin embargo ella solo mira de manera extraña la acción de su hermano.
—Gino, ¿Quisieras ser tan amable y explicarme dónde está tú auto? —cuestiona.
—Chiara, no podemos regresar a casa, por ciertas circunstancias, que discutiremos cuándo lleguemos a casa de Pierce... —ella lo interrumpe.
—Disculpa, ¿Por qué deberíamos ir a casa de...? —respiro profundo pero no puedo evitar interrumpirla para contestarle.
—Chiara, estas en peligro. Solo sube al auto y ya. Hablaremos cuando estemos en mi casa.
—...