Prólogo

722 Words
Viernes 25 de agosto del 2016, Roma Italia. Prólogo Pierce Seymour. Como mis estudiantes dijeron, me trajeron a aquí para que disfrute del ambiente y el clima de la playa. Me negué al principio porque prefería quedarme en casa que salir a cualquier parte, pero después note que no tenía hoy ninguna obligación por la cual quedarme en casa solo, tampoco tenía pacientes hoy, así que decidí aceptar y distraerme un rato, solo por hoy. Mañana ya seguirá la rutina. No digo que sea malo, pero casi ya dos años que no me tomo unas vacaciones de mucho tiempo. Camino por la arena de la playa, me he alejado de los estudiantes. Después de todo es un viaje, pero yo soy un invitado. Hoy los estudiantes no son tanto mi responsabilidad, además por eso dos de las mejores universidades se han unido en este viaje recreativo. Como psicólogo sé que esto le hace bien a aquellos jóvenes que se sienten abrumados, quizás estar en un ambiente más tranquilo donde pueden volverse niños de nuevo sea de ayuda. Con cada paso que doy mis pies dejan huellas en la arena, que poco a poco se van perdiendo entre las olas que llegan a la orilla. Sonrío. Así de fácil como se borran nuestras huellas en la arena, la vida puede acabarse, sin aviso, solo se va. Sigo caminando a pesar de estar lejos de la entrada a la playa, sé por dónde voy. Escucho una pequeña melodía, que me lleva a perseguirla, encontrándome con una joven. Lleva puesto una blusa del tiras color purpura y unos shorts de color n***o, junto con lentes de sol blancos y sandalias del mismo color. Me acerco hacia ella y su sonrisa se borra cuando me ve, yo por otro lado mantengo mi sonrisa… –Buen día, ¿cómo estás? – pregunto con amabilidad –. ¿Eras tú quién escuchaba esa melodía? – asiente. Aunque parece que mi presencia no es de su agrado. –Sí, era yo. Si era eso lo que quería saber, por favor retírese – desde esa distancia puedo describirla mejor. Es bonita, pero está algo delgada. Los mechones de su cabello n***o, recogido en una dona pequeña, se mueven con el viento –, señor, ¿no me escuchó? –Sí, lo hice, pero no entiendo. No hay porque ser tan grosera, niña – ella frunce el ceño. – ¿Niña? Escúcheme señor, yo no soy ninguna niña. Tengo veintidós años, ¿entendió? – sonrío. Ella realmente parece una persona detestable. Tal vez solo está pasando por una edad difícil. –Muy bien, lo lamento, señorita, ¿así está bien? – ella se encoje de hombros. –Supongo que está mejor... – ¿Puedo preguntar qué hace aquí? – ella parpadea confundida –dos universidades pagaron por tener está parte de la playa para sus estudiantes. –Oh, se refiere a eso. Pertenezco a una de esas universidades, ¿es usted un maestro de la otra universidad? – asiento. –Así es, soy maestro de historia, ¿señorita...? –No creo que deba importarle mi nombre, profesor. Ahora por favor puede volver a dejarme sola, ¿por favor? –Como quiera, señorita. Pero le sugiero que disfrute un poco más el viaje, no muchas veces nuestras universidades congenian y permiten que nuestros estudiantes convivan – ella se encoje de hombros nuevamente. –Profesor, eso realmente no me interesa. Mientras ellos están por allá disfrutando, jugando y riéndose. No saben que persona inocente puede necesitar ayuda. Eso es lo que podría hacer una persona – expresa ella, con profundidad en sus palabras –pero, usted puede irse y divertirse con ellos. – ¿Por qué lo dices? – pregunto con curiosidad. – ¿Le importa? ¿Realmente le importa? – cuestiona ella abriendo más su ojos, pero aun así no puedo saber cuál es el color de estos. –Creo que a cualquier maestro le importa un estudiante suyo –ella sonríe sin ganas. Niega con la cabeza. – ¡Chiara! – exclama una voz conocida. Me volteo y veo a uno de los maestros de la universidad –, hermana, espera.   –Fija que no me conoce, por favor. Me voy – ella comienza a caminar en la dirección opuesta que mi colega. Son hermanos. Eso es realmente interesante. –...
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