Fiesta en la oficina

3798 Words
Era la nueva, Rocío era relativamente nueva en aquel trabajo. A penas tenía tres meses de llegar a aquel lugar, en la entrevista había estado algo nerviosa pero confiaba en las habilidades que tenía y con eso había podido conseguir el trabajo que tanto había necesitado, sin embargo jamás se habría imaginado que el puesto por el que estaba optando estaría ocupado por un ascenso de improvisto en la compañía y ella había terminado en un cargo de secretaria junto a uno de los jefes de la compañía, lo que la verdad había acabado siendo algo bueno, quién no querría quedar como mano derecha de uno de los jefes en la primera oportunidad de trabajo que le daban. Por lo que para ella, sus primeros días de trabajo habían resultado fructíferos y estimulantes, había conocido a todas las personas que trabajaban en aquel piso de la oficina, había almorzado con ellos y acogido con agrado cada consejo ofrecido por los veteranos del lugar. Una de las cosas más extrañas que pudo observar pese a al buen recibimiento que había tenido en general, era que en aquel piso mejor conocido como el piso de los dueños, solo había cinco mujeres trabajando, el resto del personal era masculino contando por supuesto a todos los jefes, cada uno en sus respectivas oficinas. No obstante, para Rocío todo esto quedaba sin cuidado mientras ella hiciera su trabajo de forma que no presentara quejas y la paga fuera buena, ya que había pasado unos meses espantosos sin trabajo y la verdad era que huía desesperadamente de ese pasado. Cada mañana resolvía los recados, formulaba todos los documentos solicitados, recibía todo documento y lo revisaba con mucho cuidado, es decir, buscando siempre que su trabajo llegara a la excelencia. Luego de los primero tres meses de adaptación, cuando ya todo había caído en la rutina, ella se sentía mucho más segura de su puesto y trabajaba siempre con el mismo esmero. Al inicio todos sus compañeros de trabajo la habían observado con recato y algo de indiferencia pero luego con su cambio de paga, sus atuendos se hicieron mejores, se había podido arreglar un poco más por lo que su cabello castaño siempre estaba peinado de forma sería pero al mismo tiempo seductora, incluso gracias a su nueva confianza también había optado por usar algunos días tacones, que le daban estilo a su bonita figura. Cada persona, cada compañero de trabajo había ido notando los cambios obrados en ella, pasado el tiempo, estos cambios habían traído como consecuencia algo que ella nunca esperó: miradas sexuales de jefes y hombres de la oficina en general. Originalmente nadie se había atrevido a comentar nada pero a medida que trascurría el tiempo, todos aquellos que en algún momento la habían mirado con algo más que compañerismo laboral, habían intentado invitarla a salir. Todas las invitaciones habían sido rechazadas por supuesto, pero las cosas habían cambiado y cruzado la línea una tarde en la que Julián, su jefe directo la había llamado a la oficina para preguntarle sobre un documento que ella había recibido el día anterior. Ella se acercó, esperando las preguntas típicas, pero su sorpresa fue que en un movimiento deliberado la mano de Julián había terminado en su culo. Rocío asombrada por la audacia de aquel hombre, se había intentado alejar de aquel toque tan poco profesional pero él no la había dejado, había presionado su palma firmemente en su nalga pero sin mirar nunca a su rostro, como si nada de aquello estuviera pasando. Sin saber qué hacer, ella se había quedado allí, contestó todas las preguntas sintiéndose impotente y al mismo tiempo algo excitada, aquella era la fantasía más cliché del porno volviéndose realidad. Fue en esa forma que Rodrigo, otro de los jefes, los había encontrado, pero la mano en su culo nunca se movió. Ella se retiró en cuanto las preguntas terminaron pero al salir de la oficina y sentir la mirada lujuriosa que Rodrigo le lanzaba supo que las cosas para ella habían cambiado radicalmente. Los días siguientes Julián la había llamado con mucha más regularidad a la oficina y todas las veces había aprovechado para tocar su culo con nada de sutilidad, Rodrigo por otro lado se la pasaba entrando a la oficina con excusas cada vez más tontas para observar o incluso en algunos casos también había rozado su culo con la intención de sentirlo. Rocío no sabía cómo reaccionar, ella era una mujer seria pero nunca se había sentido tan deseada y la verdad es que también se sentía excitada cada vez que era llamada para entrar en aquella oficina. No sabía cómo procesarlo pero era la reacción de su cuerpo lo que la sorprendía. Los meses fueron pasando y los avances de Julián se hicieron cada vez más atrevidos junto con la creciente excitación de ella. Una tarde, en la todos los trabajadores tenían la cena de fin de año, Julián la había llamado y le había pedido que se quedara con él en la oficina para resolver unos problemas antes de salir, Rocío que no era tonta se había quedado con algo de excitación ya elevándose en su torrente sanguíneo. Entró a la oficina cuando Julián la llamó, esperando un avance directo por parte de él pero al verlo sentado en su escritorio con los papeles esperando se acercó y leyó brevemente respondiendo a las preguntas que se hacían. La mano en su culo no se hizo esperar, lo que fue un llamado a su libido. Luego de responder a las preguntas ella estaba a punto de retirarse para ir a su lugar en la cena pero Julián la detuvo. -¿Te gustaría disfrutar una copa antes de irnos?- Fue su sencilla pregunta. -Claro- respondió ella sabiendo que en ese momento sería el ofrecimiento. Rocío se sentó en uno de los muebles de la oficina esperando mientras Julián servía las copas con un líquido que parecía whisky, él se sentó junto a ella y le entregó el vaso. Los dos bebieron lentamente, hablando de cosas banales, ella se removía en su asiento siempre excitada, sabía  que ese hombre la deseaba pero nunca le había dicho nada hasta ese momento, ella lo estaba esperando. -Te veo algo incómoda- dijo él con tomando un sorbo del licor -tal vez estarías más cómoda junto a mí. Julián señalaba sus piernas con la intención de que ella fuera sentarse junto a él o más exactamente en sus piernas, Rocío quedó un poco congelada, se había esperado una invitación a un lugar para comer y luego seguro a un motel o a su casa pero él le pedía acciones en su lugar de trabajo, no es como si no lo hubiera hecho antes pero una cosa era los toqueteos y otra cosa muy distinta era el sexo en aquella oficina, no estaba muy segura de querer cruzar esa línea. -No creo que esa sea una insinuación adecuada para un lugar de trabajo- fue la escueta respuesta de Rocío. -Y sin embargo no has dicho nada mientras te tocaba el culo como se me antojara- contestó él con una mirada salvaje debido al alcohol. -Es totalmente distinto- se excusó ella débilmente -creo que es mejor que me vaya. -Sí, tal vez deberías ir a la cena- comentó él mientras ella se levantaba del mueble y se dirigía a la puerta -puedes provechar, tal vez tu puesto no esté aquí para cuando regreses. Rocío se volteó asombrada por aquella afirmación, siempre se había imaginado que aquel hombre la tentaría para poder estar con ella, pero nunca que la amenazaría y mucho menos con su puesto de trabajo. -Estoy segura de que mi puesto estará esperándome para cuando regrese- dijo ella con la ira circulando por su cuerpo. -Yo no estaría tan segura- atacó Julián con malicia -tu jefe podría argumentar que no cumples con tu trabajo y que eres poco eficiente, una pérdida para la empresa. -Y yo podría comentar en recursos humanos con lágrimas en los ojos que mi jefe me acosa y que tengo testigos que lo prueban- contratacó Rocío sin piedad -tal vez lo haga ahora mismo. -Tu no vas a ir a ningún lado- dijo él acercándose y cerrando la puerta con seguro -todo lo que quería era tenerte como algo más que mi empleada. -Y lo hubieras logrado, de no ser un total idiota- dijo ella intentado abrir a puerta sin resultados -ahora, déjame salir. -No lo creo. Y esa fue la simple respuesta antes de que Julián se abalanzara sobre ella, la tomó del cuello y la besó con fuerza. Rocío intentó no ceder ante él, pero la verdad es que no podía luchar, por lo que dejó que él la besara pero sin separar los labios. Él la tocaba, separaba sus piernas, rozaba sus cuerpos indicándole lo mucho que la deseaba y sin embargo ella solo se quedaba inmóvil en el lugar, no decía nada, no peleaba, no reaccionaba, todo eso siendo una lucha interna en contra de sus instintos y propia excitación. -Vamos preciosa, ¿qué tengo que hacer para que reacciones a mí?-rogó él de pronto. -Discúlpate y abre la puerta. Rocío no dijo nada más, esperó hasta que Julián le quitó el seguro a la puerta, se alejó y se tiró en el sofá en el que había estado sentado desde el principio. Susurró su disculpa y esperó que ella se fuera. Rocío caminó hasta la puerta y se detuvo, su respiración estaba acelerada, sus pezones sensibles y mojada entre las piernas, ella lo deseaba tanto como él a ella por lo que la decisión fue sencilla. Cerró nuevamente la puerta y se volvió para observar el rostro sorprendido de Julián. -Vas a verme sin tocar- ordenó ella acercándose a él. Todas sus resoluciones anteriores salando por la ventana. Ella se abrió la camisa de botones lentamente, le mostró sus sostén, mientras los pantalones de Julián cada vez se abultaban más, se arrancó el sostén dejando sus pechos descubiertos, los apretó, jugó con sus pezones de la forma más sensual que encontró mientras lo observaba retorcerse y tomarse de un trago lo que le quedaba de licor. Dejó sus pechos y se quitó la ropa interior suavemente deslizándola por sus piernas, nunca levantando su falda ni dejando que él viera de más. Rocío sabía que el hilo blanco que llevaba puesto estaba empapado en su esencia y se lo lanzó a Julián al rostro. -Esto es una tortura- dijo él con voz ronca oliendo su ropa interior -déjame tocarte. Pero ella no dijo nada, siguió tocando sus senos, sintiendo como su cuerpo reaccionaba a la mirada de Julián, sus partes íntimas se mojaban cada vez más, y se sentía caliente y azorada. Rocío ya no podía más, deseaba sentirlo, quería que se la cogiera por lo que se arrodilló en el sillón, se subió la falda hasta la cadera y se agarró al espaldar del mueble. -Ahora ven aquí- ordenó ella casi gimiendo. Él no se hizo esperar, bajó sus pantalones en un tiempo récord para estar allí desnudo de cintura para abajo tomándola de las caderas, pudo sentir su mirada caliente en su v****a húmeda que se mostraba abierta para él. Tocó suavemente su clítoris y eso hizo que ella gimiera, él siguió tocándola acercándola al orgasmo a pasos agigantados. -Solo cógeme- pidió ella sin aliento. -Con placer cariño- dijo Julián con una pequeña risa. Su m*****o la penetró con dureza sin esperar, Rocío gritó por la sorpresa. Ambos comenzaron a gemir en el momento que comenzaron los embistes, él se movía violentamente marcando sus dedos en su cadera, ella se encontrada con cada embestida buscando aquel pene con desesperación, en unos segundos ambos estaban listos para correrse y eso fue lo que sucedió, mientras que Julián vaciaba su semilla caliente en su v****a Rocío llegó al orgasmo gritando, mientras los dedos de él tocaban su clítoris alargando el placer.  Sin aliento se separaron y se vistieron como pudieron, intentado arreglase lo mejor posible. -Tal vez podamos repetir con algo más de tiempo- dijo Julián con una sonrisa. -Intenta no amenazarme la próxima vez- fue su respuesta mientras se retiraba de la oficina. Rocío recogió sus cosas sabiendo que no se había puesto nuevamente su hilo, lo había dejado en la oficina y saberlo dejó cierto morbo en su cuerpo. Bajó en el ascensor hasta el auditorio, donde sabía era la cena de fin de año. Ella no tenía muchas ganas de asistir ya, pero le pareció que si no aparecía todos comenzarían a hablar de ella y eso no era lo que quería. Por lo que entró en la sala abarrotada de gente y para su suerte ya todos estaban animados, se notaba que el alcohol estaba circulando y nadie pareció notar su llegada. Comió lentamente y paseó por el lugar buscando ser vista por algunas personas antes de irse, aprovechó de ir al baño a limpiarse el encuentro s****l con Julián que aún permanecía en su cuerpo y luego se acercó a su mesa a recoger sus cosas. Se despidió de las personas más cercanas y salió del lugar con paso decidido, hasta que unos metros más allá pudo ver a Rodrigo observarla, ella detuvo su paso, no quería enfrentarlo por lo cual decidió dar media vuelta e intentar en otra salida. Cuando estaba a medio camino, sintió que alguien la tomaba del brazo y casi gritó hasta que notó que era Rodrigo quien la guiaba. Él caminó con rapidez hasta una pequeña puerta de las oficinas de aseo, la hizo entrar y cerró luego de entrar él a aquel reducido espacio. La oscuridad era casi total por lo que ella se sintió algo nerviosa. -Así que estás huyendo de mí- fue su primera afirmación- será porque el jefecito ya te hizo su zorrita. -¿De qué estás hablando?- Preguntó ella haciéndose la tonta y evitando responder. -No me vengas ahora con eso- contestó el agarrándola por la cadera y acercándose a ella -yo estuve ahí muchas de las veces en las que te dejaste manosear el culo como si nada, así que esa sería la única razón para huir de mí. Claro, además del hecho en el que bajaste más tarde de lo normal, Julián y tu fueron los únicos que quedaron en la oficina, estás despeinada y un poco bebida. -¡¿Me estás acosando?!- Dijo ella casi en un grito -o me estás siguiendo, porque solo una persona enferma diría ese tipo de cosas. -Acosando no, pero quería estar seguro de que fuera verdad y tu nerviosismo me da la respuesta que quería -afirmó Rodrigo riéndose -porque ahora puedes ser mi zorrita también. -Suéltame imbécil- gritó ella golpeándolo por sorpresa. Ella se liberó, y se alejó todo lo posible de aquel idiota. Intentó abrir la puerta para irse pero él no la dejó. -Si te vas ahora, mañana todos en la oficina sabrán que te estás acostando con Julián- la amenazó él. -Y yo iré a recursos humanos a jurar que tú me encerraste en este lugar y me acosaste con mentiras para aprovecharte de mí- dijo ella hecho una furia -me creerán más a mí que a ti, esa es la verdad, ustedes los hombres son unos imbéciles, como si con amenazas pudieran conseguir algo. Ninguno de los dos dijo nada, Rodrigo no se atrevió a hablar. Aquella mujer era bastante fiera y no esperaba que le respondiera la amenaza con tanta violencia y aplomo. -Lo que quieres es lanzarte sobre mí ¿no?- Dijo ella todavía molesta pero tener el control de la situación la excitaba. Rodrigo no respondió, no dijo una palabra, no se movió. -Ahora contesta- rugió ella. -Sí -contestó él sin moverse. -Agáchate- ordenó ella. Rocío se levantó la falda, sintiéndose excitada y envalentonada por el alcohol que recorría sus venas, quería dominar, sentir que nadie más tenía control de la situación, solo ella. Rodrigo se agachó algo reticente, él no la veía pero todo cambió en él cuando ella colocó su pierna sobre su hombro y le acercó el rostro a su húmedo y usado núcleo. Rodrigo la agarró de la cadera con fuerza y aspiró su aroma. -Cómeme, saboréame- le ordenó ella excitada y sin aliento. Como era posible que estuviera así de desesperada cuando unas horas atrás había tenido sexo con otro hombre, pero la situación y el control la excitaban muchísimo por lo que se quedó tranquila y esperó. -No llevas ropa interior- dijo él sorprendido. Rodrigo lamió, saboreó, mordió hasta que ella gritaba de deseo, sus gemidos se escucharían hasta afuera de aquel pequeño cuarto pero no le importaba nada, estaba tan cerca del orgasmo que solo sostenía la boca de Rodrigo cerca con desesperación. Él se notaba tan excitado como ella, la devoraba con ardor, excitándose con sus gemidos. -Me encanta tu sabor- dijo él de pronto -puedo sentir el sabor de Julián en ti pequeña zorrita, no te basta con uno. A ella la excitaron sus palabras, no sabía la razón pero estaba escuchando a su cuerpo. Hizo que Rodrigo se levantara y le desabrochó los pantalones, tocó su m*****o duro y lo tanteó un poco. -Cógeme contra la puerta- ordenó ella sin voz. Rodrigo rugió un poco antes de levantar una de sus piernas y penetrarla de esa forma. Ambos gimieron al sentir la conexión cálida, luego él comenzó a moverse salvajemente, la puerta temblaba y se movía, mientras de la boca de Rocío los gemidos se hacían más y más fuertes, los movimientos rudos de Rodrigo la excitaban al sentir su pene llegar hasta el fondo y llenarla. Ambos disfrutaban, ambos gemían hasta que él comenzó a acariciar con ímpetu su clítoris y Rocío se corrió con fuerza, su cuerpo temblaba de placer mientras intentaba ocultar sus gritos. Rodrigo se corrió un momento después llenándola de su calidez con espasmos de placer mientras gemía. Sin respiración ambos se vistieron y salieron del closet oscuro. -Ahora vamos a regresar a esa cena y harás todo lo que yo te pida- dijo ella observando su cabello desordenado con una sonrisa -y mientras tanto piensa en las consecuencias de las amenazas. Él la acompañó de nuevo a la cena, aunque el lugar ya se había convertido en una fiesta. Todos los presentes medio borrachos, gritaban y bailaban sin control. Rocío le pidió tragos a Rodrigo, bailó junto a él e incluso la pasó bien, esa no había sido su idea pero el tipo podía ser encantador cuando quería, lo que realmente era una ventaja. Luego de un rato de alcohol, ella se dio cuenta que necesitaba llegar a su casa, por lo que se despidió de Rodrigo y se fue de allí. Sabía que él había insistido en acompañarla pero ella no quería que él supiera donde quedaba su casa todavía, por lo que recogió sus cosas y se fue. Salió por el estacionamiento ya que las demás puertas estaban cerradas a esa hora, estaba algo nerviosa pero el alcohol la mantenía algo achispada. Sabía que ya era muy tarde para irse caminando o en transporte público por lo que llamó un taxi y esperó. -¿Rocío?- Preguntaron de pronto. Ella se volteó para mirar a Sebastián justo a su lado. Sebastián era otro de sus compañeros de trabajo, era un muchacho de veinte años que estaba en la oficina haciendo de pasante, ellos habían hablado algunas y veces y era bastante tímido pero también resultaba bastante guapo si te gustaba lo tierno. -Sebastián, ¿qué haces aquí?- Preguntó ella algo mareada. -Ya iba a mi casa, así que salí a buscar mi carro- contestó él. -Bueno, que nada te detenga entonces- dijo ella. -Lo haría pero estás sobre mi carro- comentó él con una sonrisa. -Oh disculpa, ya sabes el alcohol- dijo ella riendo. -¿Necesitas que te lleven?- Preguntó él -yo puedo llevarte sin problemas, con la hora que es puede ser peligroso estar sola. -Gracias- respondió ella dejándose convencer con una sonrisa. Ambos subieron al carro, Rocío con algo de dificultad debido al alcohol. -Yo… realmente he querido pedirte algo desde hace días- dijo Sebastián de pronto algo nervioso -tal vez podrías hablar bien de mí para que me den un puesto más permanente en la compañía, yo sé que es mucho pedir pero tú eres la persona más cercana a Julián y hace rato estabas en la cena con Rodrigo, así que supongo que eres cercana a ambos y bueno ellos son los jefes. Rocío se quedó allí sin decir nada, aquel chico era realmente lindo, estaba todo nervioso y sonrojado. No la miraba y estaba avergonzado por su petición. Ella sin quererlo se mojó, no supo si fue el alcohol, o de nuevo la situación de estar en control pero un segundo estaba escuchando la voz ronca de Sebastián y al otro estaba excitada por la petición de aquel muchacho. Sin saber muy bien cómo, ella se acercó lentamente y lo besó, fue un beso suave, casi inocente pero silenció toda palabra. -Lo haré, descuida- ofreció ella con una sonrisa. Sebastián no se movió, incluso aunque ella lo besó de nuevo. Reaccionó en el momento en que Rocío tocó suavemente su m*****o, deseándolo. Él la besó como quiso y la tocó como quiso, ambos estaban famélicos tal vez debido al alcohol. Él la miraba un poco sorprendido pero sumamente excitado, un poco como no creyendo lo que sucedía. Siguió tocando su cuerpo hasta que ella desabrochando los pantalones de él comenzó a tocar su m*****o dulcemente, tentándolo. Los gemidos de Sebastián se alzaban hasta que ella se sentó en su regazo y hundió la furiosa erección en su interior con fuerza. Ambos gimieron fuertemente.  Ella lo escuchó susurrar algo como: sin ropa interior y sonrió. Comenzó a cabalgarlo entonces, con fuerza y deseo, él tocaba sus pechos y mecía sus caderas al vaivén que ella marcaba, lo deseaba tanto y cuando él se alzó con  fuerza en sus caderas supo que iba a correrse, tocó suavemente su clítoris mientras sentía la semilla caliente llenar su centro una vez más y se corría alrededor de él con fuerza. Sus jadeos duraron un rato más hasta que se separaron, un momento después Sebastián la llevaba a su casa sin decir nada. Era bastante impactante todo lo que le había sucedido aquella noche, había estado con tres hombres distintos pero a todos los había deseado. Su sentido del control los había deseado y se había hecho cargo, nunca en su vida había estado tan excitada y necesitada como en esa noche y sabía que lo que había sucedido se repetiría, tal vez no con Sebastián pero con Julián y Rodrigo de seguro que sí, podía culpar al alcohol pero la verdadera razón era que ella había estado totalmente excitada en las tres ocasiones y no se había dejado amenazar con facilidad, ella había ganado, dominado y se merecía una recompensa, por lo que el buen sexo estaba en la solicitud. No se arrepintió y se dijo que lo haría de nuevo, tal vez con otras personas o tal vez con las mismas. Pero lo deseaba innegablemente. Había resultado una noche prometedora y lo mejor es que ninguno de ellos sabía a ciencia cierta que ella se había acostado con los tres, que los había deseado y los había tenido.
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