Capítulo 4. Cena

1895 Words
Como todas las mañanas, por los próximos 7 años que llevo en mi carrera, he hecho las mismas cosas: despertar a las 4:30 AM, ducharme y arreglarme, bajar a desayunar y luego a entrenar hasta las 6 AM, donde me voy a la fundación para preparar mi discurso motivacional como todos los días. Salgo de la fundación al comando, donde mi tío y mi superior me esperan para darme los pasos a seguir, la caída de Sebastián. —Buenos días, teniente. —Todos me reciben formal. —Buenos días, buenos días, tío, estoy lista para empezar la reunión. —No, hoy no habrá reunión, nos vamos a reunir en la sala de juntas con tu equipo para hablar sobre una nueva estrategia —dice señalando el camino. Al adentrarnos en el lugar, puedo ver estilistas y maquilladores profesionales. —¿Qué es todo esto, tío? —Las nuevas órdenes a seguir serán conquistar a Sebastián. Estamos decididos a cambiar la forma tan dura en que lo tratas; jamás lograrás entrar en su organización; es más, desconfía tanto de ti que está investigando hasta la última información. —Desconfía de todo el que le rodea; eso no es un problema; se le nota a simple vista que el hombre investiga a todo el que se le acerque. —Elisabeth, está investigando e indagando hasta en tu pasado; si sigue de esa manera, descubrirá la verdad, descubrirá que eres una agente y que fuiste… —Interrumpo. —Entiendo, ¿qué debo hacer? Sabes que tengo muchos años sin seducir a un hombre. —Primero te haremos un cambio físico; yo sé que sabrás qué hacer, solo trata de que el que se enamore sea él y no tú. —Sabes que no creo en el amor, tío. —No lo sé, estás jugando con un gran oponente, ninguna chica se le ha resistido; según su historia, lleva a la cama a quien él quiere y puede. —Entonces mi misión será ser su mayor reto; sé que así querrá tenerme cerca y podré entrar en su organización. —Bien, veamos cómo te va en cuanto a esa estrategia; si no resulta, deberás usar métodos más seductores. —No lo haré, tío, no pienso venderme como carne fresca. —Entonces no te importan las vidas que cada día corren peligro. Esta noche habrá una redada; mientras estás en tu cena romántica, entraremos a sus galpones, trataremos de encontrar evidencia que nos lleve a una orden de cateo. Realmente, el hombre sabe cubrir sus espaldas; estarás cubierta por tu equipo de trabajo; ya hay 4 agentes encubiertos para servirte en esta cena y 5 en la entrada por si algo sale mal y él te descubre. Aunque confío en ti, sé que harás que esto funcione. —Así será, tío. Paso varias horas entre peinados y maquillaje hasta que sacan de una caja varios vestidos muy hermosos. Hay uno color plata brillante que, con solo verlo, sé que es el indicado. Me visto dejando al descubierto mi espalda y mi pierna derecha, con un hermoso moño de lado cubriendo mi micrófono que está incrustado en mis pendientes. Salgo junto a mi equipo y puedo notar que es tarde; idear un plan B nos llevó más tiempo de lo previsto. Voy de vuelta a casa, donde las miradas de mi personal al verme me hacen sentir incómoda. Al llegar a la casa, subo buscando mi equipo para el plan B cuando de la nada siento que tocan el timbre de la propiedad. —Ámbar, ¿quién es? —Mi teniente, estamos en la presencia de su cita. —¿Cómo es posible? —No lo sé, solo sé que trae consigo un ramo de flores. —¿Flores? — Si —Bien, atentos a cualquier movimiento, dejaré las flores en un florero y entrarán a verificar que no tenga micrófonos ni cámaras. —Sí, señora. Me acerco a la puerta acomodando mi vestido cuando un segundo toque me hace sentir nerviosa; jamás me había sentido así en una misión como esta. Me aproximo, tomando aire, abro la puerta y puedo verlo tan guapo y elegante con sus ojos que me recorren sin poder detenerlo. Su mirada oscura y atrayente hace que mi cuerpo se erice. —Buenas noches, señor Jhos, es realmente una sorpresa verlo en mi casa. —Buenas noches, señorita Robert, como el caballero que soy, no podía permitirme que usted llegara sola al lugar. —Puedo notar que ha investigado mi dirección. —Me temo, señorita, que no hay nada que yo no sepa —dice mirándome fijamente—. Me tomé el atrevimiento de traer para usted este ramo de flores; espero que le guste. — Girasoles, veo que su tarea está muy bien cumplida —digo, nerviosa de que sepa que soy una agente. ¿Cómo pudo saber que me gustan los girasoles? —Bien, si no le importa, una increíble cena espera por nosotros. ¿Me haría el honor de permitir que la escolte al coche? —No, pero antes dejaré las flores en agua; adelante, sienta usted como en casa —le digo mientras me adentro a la cocina colocando los jarrones en la cocina; al salir, puedo verlo con el cuadro de mis padres junto a mí antes de la tragedia. —¿Es usted? —dice observando lo feliz que estaba, sonriendo con gran energía. —Sí, ¿no me parezco? —le digo tomando mi chaqueta, cuando lo veo girar a mi dirección. —¿Me permite? —dice tomando mi chaqueta para ayudarme a colocarla; con delicadeza me ayuda mientras su perfume y su cercanía aceleran mi pulso, tanto que al sentir su respiración en mi cuello me lleva a una emoción que hace mucho tiempo no sentía, así que decido girarme, quedando frente a sus bellos ojos color miel como los míos. —¿Nos vamos? —le digo tan cerca que solo unos centímetros me alejan de sus labios. —Sí —dice aún sin moverse, como si el mundo y todo lo que está a nuestro alrededor se congelara y solo nosotros existiéramos. Se acerca tomándome de las caderas, cortando los pocos centímetros que tenemos de distancia, acariciando mi mejilla; una fuerte sensación me invade, dejándome completamente confundida. —Creo que es momento de irnos —le digo tomando distancia. —¿Vamos? —Lo veo retroceder y acomodar su saco. —Después de ti. —Nos vamos hasta el coche, donde abre para mí la puerta, dejándome entrar; cierra con cuidado y sube a mi lado. Nos vamos de camino al restaurante mientras el silencio invade el camino, llegamos al lugar donde él entra a un sótano estacionando el coche, se baja ordenando algunas instrucciones a algunos hombres del lugar y se acerca para abrirme la puerta del coche, me extiende su mano para ayudarme a bajar, me escolta tomándolo del brazo hasta una hermosa recepción, no puedo negar que desea llevarme a su cama, las flores y las velas, sin nada de luz en una hermosa terraza donde las estrellas y la luna alumbran el lugar, sin nadie más que nosotros en el lugar, sacando para mí una silla me ayuda a quitarme él abrigó y acomoda mi silla tras verme sentarme, toma asiento frente a mí y puedo ver qué ordena una costosa botella de vino. —Pensé que esto solo sería para negociar. —Como le dije antes, señorita Robert, me gusta conocer primero a mis socios. —¿Entonces trae a cenar a todos los que quieren asociarse a usted? —le digo mirándolo fijamente mientras tomo un sorbo de vino de mi copa. —No, solo a ti, si me permites tutearla. —Adelante, Sebastián, no logro entender su insistencia en querer asistir a esta cena. —¿La incomoda el lugar? —dice mirándome fijamente. —Para nada, no encuentro nada desagradable, pero me temo que esto no será solo negocios; puedo notar que no ha traído ninguna carpeta, ni veo por aquí a ningún abogado. —No tengas prisa, Elizabeth. —Escucharlo decir mi nombre en ese tono seductor mientras me mira me hace sentir incómoda. —Tenemos tiempo de sobra para hablar de negocios, no puedo entender cuál es su prisa, ¿acaso me tienes miedo? —¿Miedo yo? Para nada, Sebastián, simplemente me gustan las cosas al grano, sin rodeo, y puedo notar que evades hablar de negocios conmigo. —Digo, pasando mis dedos por la orilla de la copa. —Puedo atreverme a decir que usted está nerviosa. —¿Qué lo hace pensar eso? —Puede que no la conozca de nada, pero algo sí noto en usted: la forma en que cruza las piernas al sentirse presionada, me mira fijamente para analizar mis pensamientos y movimientos, la forma en que muerde sus labios al sentir mi rechazo a cada insinuación de negociar, su forma de cortar mi contacto visual al sentir su piel erizarse al contacto de mi mirada; puedo decir que yo le causé cierta sensación de deseo. —Me deja sin palabras por primera vez; este hombre realmente es muy observador y astuto, puedo ver que me confío al relajarme tanto. —Es más que evidente que su intención para esta ocasión no es más que un truco para llevarme a la cama; ¿realmente pensó que no me daría cuenta de que retrasa hablar de negocios?, además de que puedo ver que aún no confía en mí para ser su socia, lo que me lleva a que ha investigado todo de mí solo para saber cómo organizar esta velada, tanto que hasta hicieron mi comida favorita. Déjeme decirle que he perdido mi tiempo aquí; no tengo intenciones más que negocios con usted y me temo que usted no desea asociarse conmigo. Si me disculpa, no le quitaré más tiempo. —Digo levantándome mientras tomo mi chaqueta para marcharme, cuando siento su mano tocar la mía llevándome con fuerza contra su pecho, sujetándome con fuerza contra él. —¿Qué te pone tan nerviosa? ¿Acaso eres policía o agente? —¿Qué te hace pensar eso? —le digo casi en un susurro por la sensación que me causan sus manos recorriendo mi espalda. —¿Qué tanto sabes de mi negocio? ¿Por qué quieres asociarte conmigo? —¿Por qué no? ¿Por qué tanto misterio en aceptarme como tu socia? —le digo mirándolo a los ojos. —Elizabeth, tú no me conoces, si esto es una trampa… —Interrumpo. —¿Qué pasa? Tu investigador no halló nada malo de mí, y decides hacer esta cena para que yo te demuestre si puedes o no confiar en mí, ¿entonces, Sebastián? ¿Qué piensas? —¿Puedes confiar o no en mí? —Puedo sentir que duda por un momento, pero de la nada siento sus labios tan cerca de los míos que no puedo evitar corresponder a sus besos; es como si fuera la Mujer Maravilla y él mi kriptonita. —Por favor, aléjate —le digo con una fuerte sensación de asfixia; sus besos y caricias me consumen. Cierro los ojos intentando calmarme; los recuerdos de esa tarde llegan a mi mente como si estuvieran pasando en este mismo instante. —¿Te sientes bien? —Sebastián, yo… —Colapsó entre sus brazos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD