7.

1635 Words
No hay otra forma de describirlo, no hay otra forma de decir lo bien que me sentía en ese momento, pero me sentía tan bien, tan plena, que no sé si alguna vez me sentí así antes en toda mi vida. Iba en el auto de Igor, hacia la biblioteca piloto del caribe y él reproducía música de un grupo que por supuesto, desconocía. Se llamaba Ramnstein y no entendía nada de lo que la letra decía, pero sonaba decente, dentro de todo, aunque muy extraño. A pesar de que íbamos a la biblioteca, una que no era la de la escuela porque él quería que leyera las principales novelas clásicas, me sentía bien porque iba a otro lugar con él que no fuese sólo a llevarme a mi casa. Esto ya era un gran avance. Me sentía tan bien, tan alegre, que sonreía, cuando estaba segura de que no podría verme y a pesar de que se enojó porque abrí la ventana de su auto, cuando el aire estaba encendido, me hacía sentir absolutamente genial la brisa que entraba. Era una tarde preciosa, el sol era fuerte y el cielo azul estaba despejado por completo. Quería recordar cada detalle de la primera vez que iría con Igor a otro lugar, creo que empezaré a escribir cada momento que viva a su lado porque claro, probablemente en algún momento se harte de mí y quiero atesorar cada detalle. Nos bajamos del auto cuando él lo estacionó e ingresamos a la biblioteca. Todo era muy bonito e impresionante, parecía una de esas librerías de los ochenta de la televisión, me gustaba. De inmediato, nos dirigimos a la zona de literatura clásica y me entregó una novela que se llamaba: María, me dijo que era un clásico colombiano y que vendríamos cada viernes, a regresar cada novela que tomara, porque las prestaban y me llevaría una diferente. Básicamente encima de todos los deberes que él me dejaba, ahora debía leer una novela semanal, cuando creía que mi época de lectura ya había expirado, porque leí sin parar antes de los doce años. No me molestaba ese hecho y, por el contrario, me hacía feliz, porque eso quiere decir que pasaré cada tarde de viernes con él, no sólo en tutorías sino en la biblioteca piloto. Espero pasar el mayor tiempo posible con él, creo que ni alcanza a imaginar lo bien que me hace sentir. Aunque no creo que por su cabeza si quiera pase idea alguna de lo que yo estoy sintiendo por él o las cosas tan absurdas que imagino. No entiendo cómo es que puedo disfrutar tanto su compañía y no, no es sólo porque sea bueno enseñando y no aburra, es porque me escucha, se preocupa por mí y, he notado que él es una persona completamente culta. Sabe de literatura, de cine, me ha hablado de películas de culto, de la cultura de otros países, etc. He aprendido mucho sólo con escucharlo hablar, en esos maravillosos treinta minutos que me dedica a diario después de las tutorías, que desearía fuesen muchos más. No me cansaría nunca de escucharlo. Sólo desearía… conocerlo. Igor no habla sobre él, en ninguna circunstancia. No sé qué le gusta, si tiene hobbies, no habla sobre su familia a excepción de lo que me contó la otra tarde ni sobre nada, ni sé nada de su infancia, ni lo que quiera o desea. No entiendo por qué guarda tanto misterio, cuál es la razón de su hermetismo cuando él mismo me pidió que fuésemos amigos. No sé nada sobre él, pero aun así, estar con él, así sea sólo viéndolo, como en este momento, en que lee en la mesa una novela llamada: La venda, me siento tan bien, que desearía poder mirarlo por siempre. Algo muy curioso, es que frunce el ceño al leer y se mete por completo en la novela, se olvida del resto del mundo cuando empieza a leer. Fascinante. Entonces me senté también, a su lado y me senté más cerca de lo que debí, pero él pareció no notarlo al estar absorto en su novela. Así que abrí la que él me dio y leí los dos primeros capítulos. En verdad me gustó y fue un error, porque eso quiere decir que no dejaré de leerla hasta llegar al final y tengo pruebas esta semana de geografía, la cual no puedo reprobar, porque el profesor me tiene entre ojos porque siempre que me manda a ubicar algún país en el mapa, me dan ganas de ir al baño y náuseas, pero él no me cree y se queja porque dice que no estudio y que no me interesa aprender nada, pero lo que no sabe es que cuando veo su mapa amarillo, me bloqueo y olvido todo, desearía matar a su atlas. -Bueno, son ya las 17:30h. Creo que deberíamos irnos.-Asentí. Nos subimos en su auto y el condujo por un rato. No tenía idea de estas calles, no tomó la ruta usual, pero suponía el conocía las direcciones y demás, porque yo no tenía idea. No suelo venir por esta zona, ni mucho menos salgo del sur, solo voy al norte por la escuela y nada más, pero si me dejara en alguna de estas calles con terrazas tan grandes, me vería obligada a entrar en pánico. Condujo alrededor de diez minutos o menos y se detuvo en una cafetería muy bonita. Lo seguí hacia el interior y me dijo que nos sentáramos en la mesa junto a la ventana. El lugar olía tan bien, como dulce, no lo sé, jamás había venido a una cafetería antes, pero el olor era tan bueno, que sentía mi estómago rugir y me lamenté. Mi paladar no está acostumbrado a este tipo de comidas y sabía que me estaba mal acostumbrando un poco por la comida de la escuela, porque lo que lograba comprar los fines de semana, me sabía como la mierda después de los almuerzos y desayunos de la escuela. Un chico se acercó y nos entregó dos cartas. Igor de inmediato pidió un café “americano”, no entendía cuál era la diferencia con uno usual, y unos pasteles, luego ambos me miraron. -¿Qué quieres comer?-Preguntó y no supe qué responder. -Yo… no tengo hambre. -¿De verdad?-Asentí y enarcó una ceja. No me gusta cuando lo hace, se vuelve perturbador e intimidante luego de ese gesto. Parece un policía que te acorrala para soltarte la verdad.-Escuché tu estómago rugir en el auto. -Habrán sido los sonidos de tu horrible carro.-Escuché su risa y me lamenté aún más. -Isa.-Era la primera vez que me llamaba así, se sintió tan bien. Evité como pude el mirarlo como tonta.-Sólo pide algo, ¿sí? No lo pienses mucho. Decidí hacerle caso, igual que siempre. Entonces, después de que comí varias cosas, pasteles y otras cosas increíbles más, ya que Igor vio lo rápido que comí al nunca haber probado esto antes y al tener un sabor tan exquisito, ordenó más y no lo pude resistir. Hasta el café sabía increíble. Al final, quedé tan llena que mi estómago comenzó a doler y me lamenté, habrá pensado que soy una asquerosa hambrienta. Me llevó de regreso a casa esa noche a eso de las 19h. Yo estaba un poco preocupada, tenía que ir a pelear en veinte minutos, pero el lugar era muy distante, tendría que correr o no llegaría. Además, no era que pudiese darme el lujo de no asistir a esa pelea cuando no tenía ni un peso encima y si la perdía, pasaría hambre ese fin de semana, al igual que el anterior en que sólo bebí agua y comí unos bordes de pizza que encontré en la basura de la pizzería de la 8. -Isa.-Me miró a los ojos, lo miré de inmediato, feliz, al escuchar que me llamaba de esa manera de nuevo. Me gusta mucho que me diga así, jamás nadie me había llamado de esa manera y por eso, se sentía tan especial.-Dame tu mano.-Sorprendida, evité como pude esbozar una sonrisa. Le di mi mano de inmediato, pero él, pareció arrepentirse y no me tocó.-Mejor dame uno de tus cuadernos. Le di el suyo, el de inglés y en la parte de atrás anotó un número de varios dígitos y me lo regresó. -¿Esto que es?-Pregunté. -Es mi número de teléfono. Cuando necesites algo, por favor, llámame. -Mmm. -Cuando digo algo, me refiero, a lo que sea. Espero no enterarme después de que no me llamaste cuando me necesitabas. -Está bien.-Le dije, cuando aún, no sabía si podría hacerlo. No tengo un teléfono, nunca he tenido ni siquiera uno en mis manos, pero sé que Ana María tiene uno, sería pedirle el suyo alguna vez, pero no creo que lo haga. Jamás llamaría a Igor a incomodarlo, no me gusta ser una carga, no seré eso para él.-Bueno, gracias por rellenarme.-Me miró extraño y comprendí lo extraño que se escuchó ese comentario.-Me refería a la comida. -Está bien.-Rió y suspiré.-Cuídate por favor, no quiero que te metas en peleas ni esas cosas.-Asentí, cuando sabía que de igual forma lo haría. Puede que ahora no tenga hambre, pero mañana tendré. Quise llorar, al tener que bajarme de su auto y alejarme de él, de su compañía, de su cabello rubio y de su olor. No sé cómo, pero reconozco el olor de Igor, lo siento cada vez que me acerco sutilmente a él en tutorías y siento el olor de su perfume. Me gusta mucho porque siento que me impregna su olor y al regresar a casa, aún puedo sentirlo, al menos por unos minutos y juro por Dios, que detesto, cuando su olor se va de mí.   Voy a enloquecer. 
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