6.

1725 Words
No esperaba lo molesto que Igor estaría, pero estaba realmente enojado, mucho más de lo que habría imaginado. Lo vi en la biblioteca, igual que todos los días, en la mesa del fondo y la mirada que me lanzó apenas entré, me aterró de inmediato, mierda, mierda. Tomé aire, porque sé que me acercaba a mi fin, entonces, me acerqué, dudosa y me senté, manteniendo la distancia por si se le daba por querer dispararme. -Y…¿qué hice?-Pregunté temerosa. -Isabella, te esperé una hora el viernes. ¿No podías haber tenido la amabilidad de decirme que no vendrías y no haberme dejado esperándote?-Bajé la mirada, me sentí avergonzada. Tenía razón. He notado sólo en los pocos días en que he conocido a Igor que cuando él se molesta, lo hace en serio y no, no es como yo, no tiene ataques repentinos de ira. Él se enoja y con palabras, hace sentir peor que con una golpiza, mi método infalible. El suyo era peor. -Lo siento…¿podrías disculparme? -Lo peor no es eso, es que no lo sé, pero presiento que tuviste algo que ver con la golpiza del chico de noveno.-Desvié la mirada, nerviosa, porque le había prometido no arremeter en contra de la gente. Me sentí descubierta, pero por supuesto, lo negaría hasta el final, hasta que me demostraran pruebas contundentes de que yo lo hice. -Yo… me fui ese día porque me vino el periodo.-Mentí, no tuve otra opción. No quería que dejara de hablarme o algo como eso al pensar que soy una salvaje. No podía arriesgarme a eso. -Espero estés diciéndome la verdad.-Asentí de inmediato y exhaló fuertemente. Parecía irritado, siempre lo está cada vez que me ve, no sé por qué. Siempre me regaña, siempre hago algo mal. -No vi tu bicicleta hoy. -Se dañó. -¿Y cómo has estado viniendo? -Pues… en la mañana me trae mi mejor amigo, trabaja en una construcción aquí cerca. En la tarde, me subo en una de las mulas de carga y…-Me interrumpió. Va a gritarme, no debí decir nada. La cagué. -Isabella, ¿sabes cuánta gente de la costa se ha matado haciendo eso? -Yo… no lo sé.-Titubeé. -No quiero que vuelvas a subirte en esos aparatos. -Pero…-Me quejé-Vivo lejísimos de aquí, no podría caminar de regreso. -Te llevaré. -Pero…-Lo pensé unos segundos, pero igualmente lo dije.-Habías dicho que te molestaría que te vieran conmigo. -No pienses que me molestaría o que me daría vergüenza. Es que sabes lo que podrían pensar si me vieran contigo. -Lo sé, por eso no quisiera meterte en problemas. -No importa, te llevaré.-Iba a decir algo, pero prosiguió.-Y no acepto un no como respuesta. De alguna forma, siempre te sales con la tuya. Esa tarde no me dio clases, había estado tan molesto conmigo que incluso, le dio migraña. Me llevó a casa y no, no me dejó en la carretera como creí que lo haría, jamás nadie ingresa a mi invasión a visitar, solo los clientes de las chicas y claro está, mis amigos de la pandilla. Le insistí mucho en que no viniera, me avergonzaba que viera el santuario, pero Igor siempre se sale con la suya, es imposible decirle que no. Afortunadamente, por la hora, la mayoría de las chicas dormía, como trabajan siempre hasta tarde, porque si lo hubiesen visto, se le habrían insinuado de inmediato y eso, me habría avergonzado demasiado. Notaba como miraba todo desconcertado: El río a pocos centímetros, las sillas afuera de las casas de madera, los perros y gatos callejeros, la basura acumulada de meses, mi casa rosada. No sé por qué insistía tanto en ver mi casa, pero ahora que estaba aquí, le dije si quería pasar, ya de igual forma estaba aquí, ya no importaba. Pensé que entraría cuando abrí la puerta, pero se negó de inmediato. -Pasa, hace sol afuera.-Le dije, pero no se movió ni un centímetro. Miraba lejos. Era curioso porque estaba a su altura, mi casa está un par de centímetros elevada de la hierba, todo esto gracias a mis amigos de la pandilla, así no se inundaría mi casa jamás en alguna creciente del río.-Mi casa no está sucia ni tiene ratas, puedes pasar. -No creo que esté bien que entre solo contigo a tu casa. -Ni que fueras violador.-Me burlé y me fulminó con la mirada.-Igor… -¿Sí? -¿Por qué siempre estás tan molesto al verme?-Me miró a los ojos y dejó de fruncir el ceño. Suspiré. -Isabella. ¿Hay alguien, que sepas con certeza, que se preocupa genuinamente por ti? -Mmm.-Lo pensé unos segundos.-No lo sé… tal vez. -Si me molesto contigo, es porque quiero que hagas las cosas bien. Me preocupo por ti, lo sabes. -Pero…¿por qué? -Ni yo mismo lo sé.-Mordí mis labios, rodé los ojos, nerviosa.-Incluso le hablé a mi mujer de ti. -Mmm.-Vaya, qué bonito. -No pienses mal, es que… me desconcierta un poco todo alrededor tuyo, tu vida, las cosas que has pasado y cómo te mantienes así de bien, como si nada. -Lo he pensado, ¿sabes? Pero con deprimirme no mejoraré nada, sería empeorar más aún mi vida. Sonrió levemente, y ese gesto, me puso nerviosa de inmediato, siempre me pongo así cada vez que sonríe, porque lo hace tan poco que cuando lo hace, me pierdo como tonta mirándolo. Así que sonrió y por algún motivo, accedió a entrar un rato o bueno, se sentó junto a mí en la entrada de la casa. Afortunadamente no entraba el sol, Juan Esteban me regaló tejas de cumpleaños y las puso en todo el frente, para que el sol no entrara por las ventanas ni la puerta. Fue un gran gesto que nunca olvidaré. Lo veía observar el río, pensativo y yo pensaba en qué decirle, porque no tenía idea de qué podría estar pensando. -¿Por qué eres tan pequeña?-Preguntó al fin, después de unos interminables segundos, y lo miré confundida. Reí. -Mmm, no lo había pensado antes.-Me miró a los ojos.-O sea, claro que sé que soy pequeña, pero no sé por qué. No sé si mamá era alta o baja. -¿Y tú papa? ¿era alto o bajo? -No sé quién es mi papá. Creo que ni mamá lo sabía. -Entiendo.-Volvió a mirar el río, nunca mantiene la vista en mí por más de tres segundos.-Mis padres viven en Oslo, al igual que toda mi familia. Es una familia numerosa, somos siete hermanos, soy el menor. -¿De verdad? -Sí. Siete hermanos, entre todos suman dieciocho hijos propios, mis sobrinos. Todos se han reproducido bastante. -¿Y tú tienes alguno? -No, Danna no ha querido tener hijos por mantenerse por tanto tiempo por fuera del país.-Era extraño escuchar el nombre de su prometida, era ciertamente un nombre muy bonito. No imagino cómo puede ser ella. Supongo parecerá alguna diosa griega, es el mínimo del tipo de mujer que imaginaría para alguien como Igor. -Supongo sería incómodo tener a un niño viajando por todos lados, sé que dan mucha lata. -Supongo, no lo sé. Nunca he tenido un niño tanto tiempo cerca. -¿Y tus sobrinos? -No los veo mucho, a lo mucho una vez al año cuando viajo a la casa de mis padres.-Asentí.-Eres la única niña relativamente cercana que tengo. Me puse de pie, enojada. -Vuelves a decir que soy una niña y te parto las piernas. -¿Ah? -Es en serio.-Estaba que echaba humos, odiaba que me dijeran que era una niña. No me consideraba como tal, no lo era. Sé que soy mentalmente mucho mayor que todos mis compañeros y sí, mucho más madura. Conozco el mundo real, no vivo en la burbuja adolescente en que ven el mundo de forma utópica, sin ver los problemas reales. -Isabella.-Se puso de pie, en frente de mí.-No sé cómo, pero haré que mejores esos ataques de ira. -¡Cállate!-Exclamé enojada, no lo podía controlar, jamás podía. -No puedes ir amenazando a la gente cada vez que te enojas. -Pff, eso suena como si yo dijera las cosas por decirlas y no las cumpliera. Si digo que voy a golpear a alguien, lo hago. -Lo sé, y no deberías, no está bien. -No puedes decirme qué está bien o no. -Puedo guiarte para que hagas las cosas bien. -¿Guiarme? ¿en serio? Tu solución para mi vida es mandarme al bienestar familiar, donde me echarán a los dieciocho y de igual forma terminaré donde ya estoy.-En el auto volvió a mencionarme este tema, parece que no sabe de qué otra cosa hablar cuando me ve. Siempre me habla de eso, que debería entrar allí, que sería lo mejor para mi vida y en verdad, odio que diga eso, es como si no le importara el hecho de no volver a verme.-Eso no es una solución, la cual ni siquiera te pedí. -¿Te ofendió que mencionara lo del hogar de paso?-No respondí, estaba muy enojada.-Niña tonta, sólo quiero que estés bien. -Si entro allí, derribarán mi casa, para que otro ponga la suya. Me quedaré allí, unos años, luego me echarán a la calle y no tendré una casa para volver, tampoco entraré a la universidad, hasta habría perdido la forma de subsistir que ahora tengo porque claro, sin estudios, un trabajo no conseguiría. -Mmm.-Lo pensó unos segundos.-Supongo tienes razón. No respondí, intentaba que se me pasara el enojo, no quería hablarle mal a él, no lo merecía. Espero no haberlo ahuyentado al estallar así, odio eso de mí. Desearía tener el control de mis emociones. -Isabella.-Me llamó y lo miré.-Sé que soy tu profesor, pero te conocí antes de serlo y a pesar de ser mayor que tú, creo que podríamos ser amigos. Eres madura y me gusta tu personalidad. Creo que podríamos llevarnos bien. -Está bien.-Asintió, sonrió y me sentí mal de inmediato.-Lamento decir que te partiría las piernas.-Rompió en risas y me sentí más avergonzada aún. -Con rabia, ¿serías capaz de golpearme? -¡No! ¡no lo haría!-Rió aún más y suspiré, embelesada ante su belleza. -Entonces… te veo mañana Isabella.-Sonrió y lo vi alejarse. Me preocupé, al sentir lo fuerte que latía mi corazón en ese momento.
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