Stefan Mario seguía reprochándome el trato que le había dado a Vittoria. ¿Acaso no entendía que solo era una pieza más en este plan? No tenía por qué tratarla como alguien especial. —¿Sabes lo que acabo de ver, idiota? —No vuelvas a llamarme así —dije sin apartar la mirada de la pantalla—. —La chica está en la cocina con un pastel de cumpleaños. Celebrando sola. —¿Qué quieres que haga? ¿Qué la felicite y luego la lleve a París? Mario me miró como si me hubiera burlado de él. Así que hoy era su cumpleaños. Tras todo lo ocurrido entre nosotros, seguía enfadada por cómo la había seducido. Tuve que ducharme con agua helada para dominar la erección que me consumía. Deseaba poseerla, partirla en dos y ordenarle que montara sobre mí hasta que mi cuerpo cediera. Cada mañana observaba cómo c

