Capítulo 2

5000 Words
Narrador omnisciente Meses atrás Sarah prácticamente le había rogado a su padre para que le consiguiera un personal trainer ya que estaba obsesionada con el deporte y necesitaba ponerse en forma para competir en los juegos olímpicos de la ciudad. Los últimos meses había dejado en segundo plano su actividad física, ya que tenía otros asuntos que resolver antes, como su nuevo departamento, del cual aún estaba en búsqueda y necesitaba conseguir el mejor de todo Miami. Esa misma mañana se había levantado del mejor humor posible, era su primera clase y tenía muchas ansias de conocer a su nuevo coach. El timbre sonó y ella caminó hacia la puerta entusiasmada, incluso le pidió a su empleada que le dejara abrir la puerta, al menos esperaba encontrar un hombre guapo y no un anciano casi retirado. Su cara fue de sorpresa al encontrarse con una joven, de cabello n***o ondulado y unos ojos verdes intensos que habían clavado su mirada justo en la suya. —Buenas tardes, soy Michelle —sonrió amablemente— .Estoy buscando a la señorita Sarah. —¿La conozco? —respondió la latina elevando un ceja —Me ha llamado el señor Scott, soy la entrenadora —Oh... Sarah no supo qué decir en ese instante, estaba muy segura de que su padre le había comentado de que se trataba de un hombre y justo delante de ella estaba la mujer más guapa que había visto en toda su maldita vida. —Usted es la señora Sarah ¿Cierto? —preguntó la ojiverde para romper el silencio —Si, lo siento. Sarah Scott —tendió su mano para darle un suave apretón como saludo —Michelle Lanford —sonrió—. Tenía entendido de que las clases comenzaban hoy. —Claro, no hay problema con eso, ya estoy lista. Sarah sonrió después de decir aquello y notó como la chica que tenía enfrente se encargó de escanear todo el atuendo que ella tenía sin ningún tipo de vergüenza. La señorita Scott la hizo pasar a la casa, mientras Michael le explicaba cómo eran sus rutinas. Ambas caminaron a lo largo del extenso jardín hasta llegar al lugar más apartado de la casa, el gimnasio. —Este es mi lugar privado, lo he adaptado para mí —dice abriendo los grandes ventanales. —Es muy hermoso, la felicito —sonríe Michelle comenzó a ver a todo a su alrededor, confirmando que cada aparato que Sarah tenía en ese lugar, de seguro le serviría para comenzar con su rutina. —No sé si tu padre te ha comentado pero un colega es nutricionista y puedo ofrecerte una dieta sana que de seguro te dará más resultado con la rutina que prepararé para ti —Me encantaría —sonrió —Perfecto ¿Entonces estás lista para comenzar? —Siempre lo estoy —sonrió con arrogancia mirando a Michelle, pero ella prefirió ignorar aquel gesto —De acuerdo, entonces espero que estés lista para comenzar a correr —¿A correr? —pregunta arrugando el entrecejo—. Aquí hay una cinta —Lo sé, pero me gusta más el aire libre, yo seguiré tus pasos Sarah lo dudó por unos segundos, su idea era colocarse los auriculares y seguir al pie de la letra la rutina que ella le prepararía, pero ¿Ir con ella a correr? ¿Se supone que debía hablar de algo? Porque realmente no sabía qué decir, acababa de conocer a aquella mujer y si hay algo que odiaba, era no saber de qué hablar con alguien. Michelle se colocó una pequeña mochila y siguió los pasos de Sarah quién iba algunos centímetros adelante. —Buenas tardes —Michelle se dio la vuelta inmediatamente al escuchar la voz de aquel hombre. —Señorita Michelle —sonrió— ¿Cómo está? —Buenos días, señor Scott —sonrió amablemente—. Ya estamos listas para comenzar —Hola papá —Sarah dejó un beso en su mejilla y luego preguntó— ¿Ya te irás al trabajo? —Si cariño, debo revisar algunas exportaciones. ¿Irás a la empresa? —Quizás más tarde. Me llevaré a Sarah para comenzar, te veo en la noche —Cuídate mi amor, te quiero. —Adiós papá, te amo. —Un gusto señor Scott, que tenga un lindo día. —El gusto es mío, señorita Michelle —sonrió Ambos se despidieron amablemente y la ojiverde caminó rápidamente para alcanzar nuevamente el paso de Sarah. La latina no se había detenido a analizar a la mujer que tenía al lado, pero en cuanto ésta se agachó para elongar fue sus piernas tonificadas lo que más le llamó la atención. Una calza corta que dejaba al descubierto aquellos gemelos tan trabajados, una camiseta holgada que estaba segura que cuando comenzara a correr podría notar como sus pechos subían y bajaban y además ¿Había mencionado lo sexy que le quedaba aquella gorra puesta? Sarah se regañó a sí misma cuando se dio cuenta de sus pensamientos perversos e intentó poner atención al extenso camino que tenía por delante ¿Pero como se iba a concentrar cuando lo único que tenía en su mente era el cuerpo de aquella mujer? Se preguntó cuándo fue la última vez de que alguien le había llamado tanto la atención y supo que aquella era la primera. ¿Es que como dejaba de pensar en el color de sus ojos color el reflejo del sol? Odiaba el hecho de que en unos simples minutos aquella ojiverde haya logrado dejar tantos pensamientos en su mente. —¿Y cuántos años tienes? —preguntó Michelle mientras aumentaban el paso de su caminata inicial —Tengo treinta y dos ¿Y tú? —¿De cuánto parezco? —preguntó elevando sus cejas —¿Sinceramente? Le doy... ¿Unos 22? —Creí que me matarías —dice con una sonrisa—. Tengo veintisiete años. —¿Porque creíste eso? Estás.... Eres... —se había puesto nerviosa al pensar que casi se le escapa decirle que se veía realmente guapa. —¿Joven? —Quise decir que no te ves mal, de hecho no sé porqué piensas aquello. —Solo bromeaba —sonrió —¿Tienes hijos? —Si —sonrió —Oh.... —Son dos perros, quiero decir, son como mis hijos. —Nunca he tenido un perro —dice torciendo su boca —Deberías, son grandiosos —asegura —No me gustan mucho —niega con su cabeza —¿Porque no? —Cuando era pequeña uno me mordió —levanta sus hombros. —¿Cómo? —Era de la calle, quise acariciarlo y me mordió la pierna. Tengo una pequeña cicatriz —Eso no quiere decir que los animales sean malos, sino que quizás ese perro fue maltratado y tenía miedo cuando te acercaste a él —Quizás... —Entonces no sé qué pensarás cuando conozcas a Khal, es gigante y tiene la cabeza más grande que tú —¿Cómo haces para tener perros tan grandes? —Te sorprendería lo cariñosos que son, quizás un día los traiga a correr. De hecho le encantaría correr por todo tu patio Inmediatamente se imaginó a un perro gigante corriendo por todas la hectáreas feliz, su padre jamás había tenido amor por los animales y ese también fue un argumento para que no tuviera uno. —Snow está embarazada, así que si cambias de opinión puedo regalarte uno Llegaron al gimnasio minutos después, Michelle no había vuelto a hablar, ya que Sarah se había perdido en sus pensamientos por el resto del camino. Encendió el plasma que había para colocar música y entonces Michelle se acercó a ella para comenzar a decirle los ejercicios que debía hacer. —Siéntate aquí, con tus piernas para arriba y comienza a hacer abdominales. —¿Cuántas? —Tres series de quince. Sarah comenzó a hacer lo que la ojiverde le había indicado y en cuanto se alejó de ella, escuchó cómo su celular comenzó a sonar. —Discúlpeme Sarah, tengo que atender —No te preocupes —gritó desde el otro lado Salió del gimnasio solo para poder escuchar mejor, ya que la música estaba alta. —¿Hola? —Buenos días señorita Law, estoy hablando desde la clínica —dice una voz conocida. —Oh claro ¿Cómo está ella? —Se encuentra mejor, hoy le haremos unos estudios, así que puede venir a acompañarla. —Perfecto ¿A qué hora? —A la dos de la tarde señorita —De acuerdo, muchas gracias —Hasta luego Cortó la llamada y se quedó un momento afuera, intentando recuperar aire para no ponerse a llorar ahí mismo. La extrañaba demasiado y estaba feliz porque podía verla al fin. Cuando entró nuevamente se encontró con Sarah sentada en el suelo y fue inevitable no mirar hacia sus clavículas, que se encontraban sudadas al igual que poco espacio que podía ver de sus senos. «Maldita sea, creí que esto sería sencillo, pero no pude apartar la vista de ella« Pensó —¿Y ahora? Levantó la vista en cuanto escuchó la voz de Sarah y se maldijo por dentro al pensar que quizás ella se había dado cuenta de lo que estaba haciendo, ya que tenía una sonrisa en el rostro. —Ven aquí —la llamó— ¿Sabes cómo funciona? —le preguntó mientras señalaba una máquina —Si, debo apoyar mi espalda y trabajar las piernas —No, en realidad apoyas tu pecho aquí y pones esta cuerda en tu pie. —se colocó en la máquina justo como le estaba indicando—. Y luego tiras el pie hacia atrás. Después de hacer las tres series te acuestas en esta —dijo señalando otra—. Tienes que apoyar la pelvis en el límite y tirar tu pecho hacia abajo Michelle hacia el ejercicio para demostrarle, sin saber que aquella chica ni siquiera le estaba prestando atención a sus palabras, sino que la distrajo la forma en la que su trasero había quedado expuesto hacia ella. La profesora intentó comenzar a preparar una dieta para no distraerse con ella, sabía que necesitaba mucho ese trabajo como para arruinarlo por cosas que pasaban por su mente en ese instante. La siguiente hora y media se pasó demasiado rápido, Sarah era una muy buena alumna y hacia todo al pie de la letra. Luego de explicarle la dieta que debía seguir ambas comenzaron a caminar hacia la casa de nuevo. —¿Nos vemos mañana? —preguntó Sarah con una sonrisa —Si, a la misma hora. —¿Puedo invitar a una amiga? —pregunta limpiando su sudor—. Claro que le pagaré el doble —Si, no hay problema con eso. Llegaron a la entrada de la mansión y ahí fue cuando ambas se quedaron mirándose sin saber qué decir. —Hasta mañana entonces —dijo Michelle amablemente —¿Y su auto? —He venido caminando —Puedo llevarla —se ofreció mientras acomodaba su cabello —Oh no, gracias. Me gusta caminar. Michelle elevó su mano en forma de saludo, no estaba segura si debía darle un beso en la mejilla ya que eso era más personal. Sarah estrechó su mano mientras mordía su labio y quedó allí por unos minutos, mirando como la ojiverde se alejaba rápidamente. —¿Porque esa sonrisa? —preguntó su padre apenas entró —Oh nada, creo que será un día genial —Me alegro, cariño ¿Qué harás en la noche? —Saldré ¿Porque? —Porque viene Mike con su hija a cenar —Entonces lo pensaré Le sonrió a su padre y comenzó a subir las escaleras para ir a su cuarto, pero se le ocurrió una idea que la hizo regresar. —Papá ¿Puedes darme el número de Michelle? —¿Para que lo quieres cariño? —La necesito para consultarle unas cosas —Arriba de la isla está mi agenda, su número está allí Rápidamente fui hacia la isla, encontrando la libreta de mi padre con el número de Michelle adentro. Saqué mi celular mientras pensaba en una sola cosa. «¿Cómo carajo podía comenzar la conversación?» Narrador omnisciente Meses atrás Sarah prácticamente le había rogado a su padre para que le consiguiera un personal trainer ya que estaba obsesionada con el deporte y necesitaba ponerse en forma para competir en los juegos olímpicos de la ciudad. Los últimos meses había dejado en segundo plano su actividad física, ya que tenía otros asuntos que resolver antes, como su nuevo departamento, del cual aún estaba en búsqueda y necesitaba conseguir el mejor de todo Miami. Esa misma mañana se había levantado del mejor humor posible, era su primera clase y tenía muchas ansias de conocer a su nuevo coach. El timbre sonó y ella caminó hacia la puerta entusiasmada, incluso le pidió a su empleada que le dejara abrir la puerta, al menos esperaba encontrar un hombre guapo y no un anciano casi retirado. Su cara fue de sorpresa al encontrarse con una joven, de cabello n***o ondulado y unos ojos verdes intensos que habían clavado su mirada justo en la suya. —Buenas tardes, soy Michelle —sonrió amablemente— .Estoy buscando a la señorita Sarah. —¿La conozco? —respondió la latina elevando un ceja —Me ha llamado el señor Scott, soy la entrenadora —Oh... Sarah no supo qué decir en ese instante, estaba muy segura de que su padre le había comentado de que se trataba de un hombre y justo delante de ella estaba la mujer más guapa que había visto en toda su maldita vida. —Usted es la señora Sarah ¿Cierto? —preguntó la ojiverde para romper el silencio —Si, lo siento. Sarah Scott —tendió su mano para darle un suave apretón como saludo —Michelle Lanford —sonrió—. Tenía entendido de que las clases comenzaban hoy. —Claro, no hay problema con eso, ya estoy lista. Sarah sonrió después de decir aquello y notó como la chica que tenía enfrente se encargó de escanear todo el atuendo que ella tenía sin ningún tipo de vergüenza. La señorita Scott la hizo pasar a la casa, mientras Michael le explicaba cómo eran sus rutinas. Ambas caminaron a lo largo del extenso jardín hasta llegar al lugar más apartado de la casa, el gimnasio. —Este es mi lugar privado, lo he adaptado para mí —dice abriendo los grandes ventanales. —Es muy hermoso, la felicito —sonríe Michelle comenzó a ver a todo a su alrededor, confirmando que cada aparato que Sarah tenía en ese lugar, de seguro le serviría para comenzar con su rutina. —No sé si tu padre te ha comentado pero un colega es nutricionista y puedo ofrecerte una dieta sana que de seguro te dará más resultado con la rutina que prepararé para ti —Me encantaría —sonrió —Perfecto ¿Entonces estás lista para comenzar? —Siempre lo estoy —sonrió con arrogancia mirando a Michelle, pero ella prefirió ignorar aquel gesto —De acuerdo, entonces espero que estés lista para comenzar a correr —¿A correr? —pregunta arrugando el entrecejo—. Aquí hay una cinta —Lo sé, pero me gusta más el aire libre, yo seguiré tus pasos Sarah lo dudó por unos segundos, su idea era colocarse los auriculares y seguir al pie de la letra la rutina que ella le prepararía, pero ¿Ir con ella a correr? ¿Se supone que debía hablar de algo? Porque realmente no sabía qué decir, acababa de conocer a aquella mujer y si hay algo que odiaba, era no saber de qué hablar con alguien. Michelle se colocó una pequeña mochila y siguió los pasos de Sarah quién iba algunos centímetros adelante. —Buenas tardes —Michelle se dio la vuelta inmediatamente al escuchar la voz de aquel hombre. —Señorita Michelle —sonrió— ¿Cómo está? —Buenos días, señor Scott —sonrió amablemente—. Ya estamos listas para comenzar —Hola papá —Sarah dejó un beso en su mejilla y luego preguntó— ¿Ya te irás al trabajo? —Si cariño, debo revisar algunas exportaciones. ¿Irás a la empresa? —Quizás más tarde. Me llevaré a Sarah para comenzar, te veo en la noche —Cuídate mi amor, te quiero. —Adiós papá, te amo. —Un gusto señor Scott, que tenga un lindo día. —El gusto es mío, señorita Michelle —sonrió Ambos se despidieron amablemente y la ojiverde caminó rápidamente para alcanzar nuevamente el paso de Sarah. La latina no se había detenido a analizar a la mujer que tenía al lado, pero en cuanto ésta se agachó para elongar fue sus piernas tonificadas lo que más le llamó la atención. Una calza corta que dejaba al descubierto aquellos gemelos tan trabajados, una camiseta holgada que estaba segura que cuando comenzara a correr podría notar como sus pechos subían y bajaban y además ¿Había mencionado lo sexy que le quedaba aquella gorra puesta? Sarah se regañó a sí misma cuando se dio cuenta de sus pensamientos perversos e intentó poner atención al extenso camino que tenía por delante ¿Pero como se iba a concentrar cuando lo único que tenía en su mente era el cuerpo de aquella mujer? Se preguntó cuándo fue la última vez de que alguien le había llamado tanto la atención y supo que aquella era la primera. ¿Es que como dejaba de pensar en el color de sus ojos color el reflejo del sol? Odiaba el hecho de que en unos simples minutos aquella ojiverde haya logrado dejar tantos pensamientos en su mente. —¿Y cuántos años tienes? —preguntó Michelle mientras aumentaban el paso de su caminata inicial —Tengo treinta y dos ¿Y tú? —¿De cuánto parezco? —preguntó elevando sus cejas —¿Sinceramente? Le doy... ¿Unos 22? —Creí que me matarías —dice con una sonrisa—. Tengo veintisiete años. —¿Porque creíste eso? Estás.... Eres... —se había puesto nerviosa al pensar que casi se le escapa decirle que se veía realmente guapa. —¿Joven? —Quise decir que no te ves mal, de hecho no sé porqué piensas aquello. —Solo bromeaba —sonrió —¿Tienes hijos? —Si —sonrió —Oh.... —Son dos perros, quiero decir, son como mis hijos. —Nunca he tenido un perro —dice torciendo su boca —Deberías, son grandiosos —asegura —No me gustan mucho —niega con su cabeza —¿Porque no? —Cuando era pequeña uno me mordió —levanta sus hombros. —¿Cómo? —Era de la calle, quise acariciarlo y me mordió la pierna. Tengo una pequeña cicatriz —Eso no quiere decir que los animales sean malos, sino que quizás ese perro fue maltratado y tenía miedo cuando te acercaste a él —Quizás... —Entonces no sé qué pensarás cuando conozcas a Khal, es gigante y tiene la cabeza más grande que tú —¿Cómo haces para tener perros tan grandes? —Te sorprendería lo cariñosos que son, quizás un día los traiga a correr. De hecho le encantaría correr por todo tu patio Inmediatamente se imaginó a un perro gigante corriendo por todas la hectáreas feliz, su padre jamás había tenido amor por los animales y ese también fue un argumento para que no tuviera uno. —Snow está embarazada, así que si cambias de opinión puedo regalarte uno Llegaron al gimnasio minutos después, Michelle no había vuelto a hablar, ya que Sarah se había perdido en sus pensamientos por el resto del camino. Encendió el plasma que había para colocar música y entonces Michelle se acercó a ella para comenzar a decirle los ejercicios que debía hacer. —Siéntate aquí, con tus piernas para arriba y comienza a hacer abdominales. —¿Cuántas? —Tres series de quince. Sarah comenzó a hacer lo que la ojiverde le había indicado y en cuanto se alejó de ella, escuchó cómo su celular comenzó a sonar. —Discúlpeme Sarah, tengo que atender —No te preocupes —gritó desde el otro lado Salió del gimnasio solo para poder escuchar mejor, ya que la música estaba alta. —¿Hola? —Buenos días señorita Law, estoy hablando desde la clínica —dice una voz conocida. —Oh claro ¿Cómo está ella? —Se encuentra mejor, hoy le haremos unos estudios, así que puede venir a acompañarla. —Perfecto ¿A qué hora? —A la dos de la tarde señorita —De acuerdo, muchas gracias —Hasta luego Cortó la llamada y se quedó un momento afuera, intentando recuperar aire para no ponerse a llorar ahí mismo. La extrañaba demasiado y estaba feliz porque podía verla al fin. Cuando entró nuevamente se encontró con Sarah sentada en el suelo y fue inevitable no mirar hacia sus clavículas, que se encontraban sudadas al igual que poco espacio que podía ver de sus senos. «Maldita sea, creí que esto sería sencillo, pero no pude apartar la vista de ella« Pensó —¿Y ahora? Levantó la vista en cuanto escuchó la voz de Sarah y se maldijo por dentro al pensar que quizás ella se había dado cuenta de lo que estaba haciendo, ya que tenía una sonrisa en el rostro. —Ven aquí —la llamó— ¿Sabes cómo funciona? —le preguntó mientras señalaba una máquina —Si, debo apoyar mi espalda y trabajar las piernas —No, en realidad apoyas tu pecho aquí y pones esta cuerda en tu pie. —se colocó en la máquina justo como le estaba indicando—. Y luego tiras el pie hacia atrás. Después de hacer las tres series te acuestas en esta —dijo señalando otra—. Tienes que apoyar la pelvis en el límite y tirar tu pecho hacia abajo Michelle hacia el ejercicio para demostrarle, sin saber que aquella chica ni siquiera le estaba prestando atención a sus palabras, sino que la distrajo la forma en la que su trasero había quedado expuesto hacia ella. La profesora intentó comenzar a preparar una dieta para no distraerse con ella, sabía que necesitaba mucho ese trabajo como para arruinarlo por cosas que pasaban por su mente en ese instante. La siguiente hora y media se pasó demasiado rápido, Sarah era una muy buena alumna y hacia todo al pie de la letra. Luego de explicarle la dieta que debía seguir ambas comenzaron a caminar hacia la casa de nuevo. —¿Nos vemos mañana? —preguntó Sarah con una sonrisa —Si, a la misma hora. —¿Puedo invitar a una amiga? —pregunta limpiando su sudor—. Claro que le pagaré el doble —Si, no hay problema con eso. Llegaron a la entrada de la mansión y ahí fue cuando ambas se quedaron mirándose sin saber qué decir. —Hasta mañana entonces —dijo Michelle amablemente —¿Y su auto? —He venido caminando —Puedo llevarla —se ofreció mientras acomodaba su cabello —Oh no, gracias. Me gusta caminar. Michelle elevó su mano en forma de saludo, no estaba segura si debía darle un beso en la mejilla ya que eso era más personal. Sarah estrechó su mano mientras mordía su labio y quedó allí por unos minutos, mirando como la ojiverde se alejaba rápidamente. —¿Porque esa sonrisa? —preguntó su padre apenas entró —Oh nada, creo que será un día genial —Me alegro, cariño ¿Qué harás en la noche? —Saldré ¿Porque? —Porque viene Mike con su hija a cenar —Entonces lo pensaré Le sonrió a su padre y comenzó a subir las escaleras para ir a su cuarto, pero se le ocurrió una idea que la hizo regresar. —Papá ¿Puedes darme el número de Michelle? —¿Para que lo quieres cariño? —La necesito para consultarle unas cosas —Arriba de la isla está mi agenda, su número está allí Rápidamente fui hacia la isla, encontrando la libreta de mi padre con el número de Michelle adentro. Saqué mi celular mientras pensaba en una sola cosa. «¿Cómo carajo podía comenzar la conversación?» Narrador omnisciente Meses atrás Sarah prácticamente le había rogado a su padre para que le consiguiera un personal trainer ya que estaba obsesionada con el deporte y necesitaba ponerse en forma para competir en los juegos olímpicos de la ciudad. Los últimos meses había dejado en segundo plano su actividad física, ya que tenía otros asuntos que resolver antes, como su nuevo departamento, del cual aún estaba en búsqueda y necesitaba conseguir el mejor de todo Miami. Esa misma mañana se había levantado del mejor humor posible, era su primera clase y tenía muchas ansias de conocer a su nuevo coach. El timbre sonó y ella caminó hacia la puerta entusiasmada, incluso le pidió a su empleada que le dejara abrir la puerta, al menos esperaba encontrar un hombre guapo y no un anciano casi retirado. Su cara fue de sorpresa al encontrarse con una joven, de cabello n***o ondulado y unos ojos verdes intensos que habían clavado su mirada justo en la suya. —Buenas tardes, soy Michelle —sonrió amablemente— .Estoy buscando a la señorita Sarah. —¿La conozco? —respondió la latina elevando un ceja —Me ha llamado el señor Scott, soy la entrenadora —Oh... Sarah no supo qué decir en ese instante, estaba muy segura de que su padre le había comentado de que se trataba de un hombre y justo delante de ella estaba la mujer más guapa que había visto en toda su maldita vida. —Usted es la señora Sarah ¿Cierto? —preguntó la ojiverde para romper el silencio —Si, lo siento. Sarah Scott —tendió su mano para darle un suave apretón como saludo —Michelle Lanford —sonrió—. Tenía entendido de que las clases comenzaban hoy. —Claro, no hay problema con eso, ya estoy lista. Sarah sonrió después de decir aquello y notó como la chica que tenía enfrente se encargó de escanear todo el atuendo que ella tenía sin ningún tipo de vergüenza. La señorita Scott la hizo pasar a la casa, mientras Michael le explicaba cómo eran sus rutinas. Ambas caminaron a lo largo del extenso jardín hasta llegar al lugar más apartado de la casa, el gimnasio. —Este es mi lugar privado, lo he adaptado para mí —dice abriendo los grandes ventanales. —Es muy hermoso, la felicito —sonríe Michelle comenzó a ver a todo a su alrededor, confirmando que cada aparato que Sarah tenía en ese lugar, de seguro le serviría para comenzar con su rutina. —No sé si tu padre te ha comentado pero un colega es nutricionista y puedo ofrecerte una dieta sana que de seguro te dará más resultado con la rutina que prepararé para ti —Me encantaría —sonrió —Perfecto ¿Entonces estás lista para comenzar? —Siempre lo estoy —sonrió con arrogancia mirando a Michelle, pero ella prefirió ignorar aquel gesto —De acuerdo, entonces espero que estés lista para comenzar a correr —¿A correr? —pregunta arrugando el entrecejo—. Aquí hay una cinta —Lo sé, pero me gusta más el aire libre, yo seguiré tus pasos Sarah lo dudó por unos segundos, su idea era colocarse los auriculares y seguir al pie de la letra la rutina que ella le prepararía, pero ¿Ir con ella a correr? ¿Se supone que debía hablar de algo? Porque realmente no sabía qué decir, acababa de conocer a aquella mujer y si hay algo que odiaba, era no saber de qué hablar con alguien. Michelle se colocó una pequeña mochila y siguió los pasos de Sarah quién iba algunos centímetros adelante. —Buenas tardes —Michelle se dio la vuelta inmediatamente al escuchar la voz de aquel hombre. —Señorita Michelle —sonrió— ¿Cómo está? —Buenos días, señor Scott —sonrió amablemente—. Ya estamos listas para comenzar —Hola papá —Sarah dejó un beso en su mejilla y luego preguntó— ¿Ya te irás al trabajo? —Si cariño, debo revisar algunas exportaciones. ¿Irás a la empresa? —Quizás más tarde. Me llevaré a Sarah para comenzar, te veo en la noche —Cuídate mi amor, te quiero. —Adiós papá, te amo. —Un gusto señor Scott, que tenga un lindo día. —El gusto es mío, señorita Michelle —sonrió Ambos se despidieron amablemente y la ojiverde caminó rápidamente para alcanzar nuevamente el paso de Sarah. La latina no se había detenido a analizar a la mujer que tenía al lado, pero en cuanto ésta se agachó para elongar fue sus piernas tonificadas lo que más le llamó la atención. Una calza corta que dejaba al descubierto aquellos gemelos tan trabajados, una camiseta holgada que estaba segura que cuando comenzara a correr podría notar como sus pechos subían y bajaban y además ¿Había mencionado lo sexy que le quedaba aquella gorra puesta? Sarah se regañó a sí misma cuando se dio cuenta de sus pensamientos perversos e intentó poner atención al extenso camino que tenía por delante ¿Pero como se iba a concentrar cuando lo único que tenía en su mente era el cuerpo de aquella mujer? Se preguntó cuándo fue la última vez de que alguien le había llamado tanto la atención y supo que aquella era la primera. ¿Es que como dejaba de pensar en el color de sus ojos color el reflejo del sol? Odiaba el hecho de que en unos simples minutos aquella ojiverde haya logrado dejar tantos pensamientos en su mente. ———————
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