13- Solo ve a echar un polvo

3544 Words
SIETE Me visto lentamente y luego saco mi computadora portátil para revisar el correo electrónico y hacer el poco trabajo que puedo en mi negocio incipiente. La parte más importante es el proceso de contratación, así que creo un anuncio decente de búsqueda de empleo y lo guardo. Pero eso es todo para lo que tengo tiempo. Jessy tendrá que irse a trabajar pronto, y el día se desvanecerá a partir de ahí. En la sala, Dominic y Asher están sentados en los sofás. Jessy sigue en su colchoneta, con las piernas cruzadas, sosteniendo un plato de comida mientras se mete un bocado a la boca. —¿Todos se están portando bien aquí afuera? — pregunto con mi mejor voz de portero. Asher se gira para sonreírme con suficiencia. —Ya sabes, con esos abdominales y esa voz…— Dominic le lanza una mirada fulminante. —Asher, ¿puedes dejar de cosificar a Siete? — —Solo lo estoy pidiendo, ¿no? — bromeo, dirigiéndome al extremo del sofá. —Ya he oído esa frase antes— —¿Tienes hambre? — Asher señala con la cabeza hacia la cocina. —Trajimos suficiente para todos y su guardaespaldas— La mirada de Jessy se posa en mí. Pero cuando la miro de reojo, ella desvía la mirada hacia el plato que tiene en las manos. —Tomare algo al salir— le digo. —Es muy particular con lo que come— dice Jessy, poniéndose de pie de repente. —Tiene indigestión. O tal vez sea síndrome del intestino irritable. Posiblemente varias alergias alimentarias. Es muy peligroso comer fuera de su rutina prescrita— Asher y Dominic se ríen mientras Jessy se dirige a la cocina a dejar su plato. —¿Necesitas una recomendación médica? — pregunta Dominic. —Estoy bien— les aseguro. —Ella solo…— —Cuida tus palabras— advierte Jessy desde la cocina —Malcriada— termino. —Cree que soy geriátrico porque tengo treinta y tantos— —Hey, tenemos treinta y tantos— Dominic echa la cabeza hacia atrás para mirar a Jessy. —Todos ustedes están extremadamente viejos y frágiles— nos informa. —A las puertas de la muerte. Ninguna cantidad de ejercicio los salvara— les muestra una sonrisa fingida mientras se dirige a su habitación. —A tu edad, tu cerebro ni siquiera está completamente desarrollado— replica Asher. Se detiene justo cuando su mano toca el pomo de la puerta. —Mi cerebro funciona completamente, muchas gracias. Y puede reconocer a un anciano cuando lo ve. Es hora de prepararme par la cafetería, chicos— —-No soy viejo, soy distinguido— grita Asher cuando la puerta se cierra tras ella. Luego se ríe. —Es agradable que mi hermana pequeña me acose— —¿Cómo… te fue? — Mantengo la voz baja, mirándolos a ambos. Dominic inclina la cabeza de un lado a otro y Asher deja escapar un suspiro. —Hablaremos en otro momento— me da una palmada en la espalda antes de ponerse de pie. —Vamos a salir, ya que empieza la jornada laboral— —Gracias por la comida. Pásate cuando quieras— me pongo de pie también, siguiéndolos hasta la puerta principal. Ambos miden más de 1.80 metros, pero yo soy un poco más alto que ellos. —Planeamos pasar tan a menudo como podamos— dice Asher en voz baja, con la mirada fija en la puerta de Jessy. —Con el desayuno o el almuerzo, solo para ver si podemos… ya sabes– se encoge de hombros. —Pasito a pasito— —Te lo agradezco, Siete— dice Dominic, mirándome significativamente mientras abre la puerta. —Ah, y te avisáremos cuando el uh…— —Mierda, no se lo dijimos— interviene Asher. Dominic hace una mueca, mirándome. —Mierda, es cierto. Estabas en el dormitorio— Parpadeo. —¿Qué me perdí? — —Le preguntamos a Jessy que quería para el apartamento— dice Dominic. —Si había algo que pudiéramos enviar o proporcionar. Y dijo que quería un tubo, para practicar— —Te parece bien, ¿verdad? — Cada órgano de mi cuerpo gime con la noticia. Pero tengo que aceptarlo. Este lugar corre por su cuenta. No tengo derecho a rechazar algo que quieren regalarle a su hermana pequeña. —Estoy seguro de que le encantará— digo, incapaz de hacer que mis labios se curven hacia arriba, así que recurro a hacer sonreír a mis ojos. O al menos intentarlo. —Genial. Nos encargaremos de los detalles. Simplemente deja entrar a los chicos cuando vengan a instalarlo— dice Asher, apretándome el hombro. —Nos vemos luego, Siete— Cuando la puerta se cierra tras ellos, me pellizco el puente de la nariz. Mierda. Justo lo que necesito. Actuaciones privadas de bailarinas exóticas en mi propia maldita casa. Como si verla en el escenario varias noches a la semana no fuera lo suficientemente tentador. ¿Ahora tengo que empezar el día viendo su cuerpo tonificado y ágil deslizarse por un tubo? No duraré una semana. Pero intento tragarme el pánico. Concentrarme en otra cosa. Veo las sobras de su desayuno. La comida es una buena idea. Alimentar a la bestia del hambre, para que la bestia del deseo s****l pueda callarse por un maldito segundo. Agarro una salchicha y miro mi reloj. Tenemos que salir en tres minutos para llegar al tiempo al turno de Jessy si planea usar el transporte público. Yo soy su guardaespaldas, pero no su madre, así que no pienso recordárselo. Tomo mi portátil de mi habitación, la meto en su funda y la meto en una mochila que cuelgo del pecho. El objetivo de hoy es avanzar más en la contratación. Delegar el cuidado de Jessy a un nuevo empleado de confianza es la única manera de tener la oportunidad de superar esta asignación sin hacer algo de lo que me arrepienta profundamente. Una vez que vuelvo a entrar en la cocina, la puerta de su habitación sea abre y ella sale como un rayo. Trae delineador de ojos, un brillo labial sencillo y la gorra de beisbol con el nombre de la cafetería cubriendo su cola de caballo oscura. —¿Listo? — pregunta. Me trago el resto de mi salchicha. —Listo desde el nacimiento— —Apuesto a que temblabas de anticipación esperando usar esa frase, ¿verdad? — —Nací para usarla— Pone los ojos en blanco y luego tira de la correa negra de mi bolso bandolero. —¿Qué es esto? — —Una correa— Ladea la cabeza, entrecerrando los ojos. —No me digas. ¿Qué hay en el bolso? — —¿Por qué te importa? — Sus fosas nasales se dilatan. Es demasiado fácil pincharla y que ella me pinche. Me dan ganas de pasar todo el día sumergiéndome en esta dinámica que ha estado creciendo entre nosotros. Aunque esto es lo último que debería estar haciendo. —Escondes todas tus armas en tus pantalones. ¿Por qué no puedes poner lo que hay aquí también en tus pantalones? — Me río por accidente. Simplemente se me escapa. Parece encantada. —Solo tengo un espacio limitado ahí— le digo, agarrando otra salchicha. —Pensé que era como el armario de Narnia o algo así— sus ojos estan fijos en mi mientras devoro la salchicha y voy por otra. Me trago el resto de mi comida. —No soy tan mágico. Sigo siendo solo un hombre al final del día. ¿Podemos irnos? — Suspira, pero me doy cuenta de que es solo por dramatismo. Tira de su gorra más abajo en su cabeza. —Podrías haberme engañado. Juro que necesitas enchufarte a la pared por la noche para recargarte— —No soy un Tesla— —¿Pero admites que eres parcialmente eléctrico? — me desafía. Me aseguro de no moverme ni un poco divertido. —Sin comentarios— —Bien. vamos, Señor. Robot— con sus jeans negros, gorra de beisbol y chaqueta de cuero, parece una celebridad encubierta. El aura secreta que se envuelve solo contribuye a su mística. Una vez que se abre la puerta, baja corriendo las escaleras y me siento obligado a perseguirla. Algo en Jessy activa mi modo bestia. Quiero protegerla a cualquier precio. Pero siempre quiero consumirla; hacerla mía; llenarla y follarla. Perseguirla saciar al menos parte de este deseo prohibido. Cinco pisos más abajo logro pasar a codazos, pero ella chilla de risa, me agarra del brazo y me tira hacia atrás. La dejo pasar de nuevo y baja corriendo las escaleras, nuestros pasos haciendo un ruido atronador en el hueco de la escalera. Para cundo llegamos a la planta baja, ambos respiramos con dificultad. —Gané— lanza un puño en el aire. Abro la puerta para que pase al vestíbulo. —Te dejé ganar— —Vamos, vamos, vamos. No seas un triste treintañero— se pavonea por el vestíbulo, imposiblemente arrogante, su personalidad se quiebra solo momentáneamente para saludar a Arthur, el portero. —Solo necesitamos trabajar en tu nivel físico— Lucho contra la sonrisa. —Oh, ¿ahora también eres entrenadora personal? — —Puedo caminar con tacones de veinte centímetros durante ocho horas y lanzar mi peso corporal por un poste de acero. Creo que estoy calificada— No discuto. Veo como trabajan sus músculos bajo esas luces. Yo soy, entre otras cosas, una admirador de su estado físico. No es que alguna vez comparta eso con ella. —Podrías beneficiarte de comenzar una rutina en el tubo— dice por encima del hombro mientras atraviesa las puertas principales y sale a las calles de Tribecca. —Una vez que esté instalado, trabajaré para ponerte en forma— —No creo que eso vaya a pasar— digo, poniéndome a su lado mientras caminamos hacia la estación de metro. No planeo informarle que ya estoy en forma. —Oh, sí que pasara. A menos que lo que estes diciendo sea que… ¿eres demasiado inseguro de tu masculinidad para intentar el tubo? — La forma en que me mira, con sus ojos llenos de travesuras, me dice que disfruta presionar mis botones tanto como yo sospecho. —No tiene nada que ver con la hombría— digo. —Un hombre de verdad lo intentaría— —Escucha, entiendo que quieras verme trabajar en el tubo. Pero el Oso polar no va a salir a jugar— —Entonces, ¿dices que está ahí dentro en alguna parte? — Arquea las cejas y asiente. —De acuerdo. Puedo trabajar con eso— —Trabajarás sin nada— le recuerdo. —Eso es lo que piensas— Pasamos el resto del camino discutiendo como hermanos: sobre baile en el tubo, sobre fitness, sobre nada en absoluto. Es divertido y catártico a partes iguales charlar así con alguien. Coquetear sin parar, bromear desafiar. Para cuando llegamos a la calle ocho Este, estoy agradecido por la oportunidad de tener algo de tiempo a solas. Necesito concentrarme en mi negocio. No en mi atracción descontrolada y cada vez mayor por la hermana de mis clientes. La llevo aparte antes de que entre el cálido remanso de espresso y pastelillos. —Sales a las dos, ¿verdad? — —Si— dice, —Pero iremos directamente al club después de esto. Necesito hacer una parada al barrio chino después de mi turno— Entrecierro los ojos. —¿Por qué? — —Necesito pasar por mi antiguo apartamento— —Ya trajimos tus cosas— le recuerdo. —No hay razón para que vuelvas allí— Se mordisquea el interior del labio por un momento, mirando hacia otro lado. —Si que la hay, de hecho— —¿Y es? — Frunce el ceño por un momento y tira de su gorra negra. —Hay un gato que vivía en el vecindario…— —¿Y…? — —Es algo mío— dice finalmente, cruzándose de brazos. —Necesito ver como esta. Ha pasado demasiado tiempo— Dejo que esta información se asimile antes de continuar. —Un gato— —Si, ¿Alguna vez has oído hablar de algo llamado mascota? Los humanos los tienen como compañeros…— Levanto un palma para silenciarla. —Se lo que es una mascota, gracias. Pero no mencionaste un gato antes. ¿Por qué sale esto ahora? — —Porque es un gato callejero— se apresura a explicar. —pero es mi gato. No vivió dentro conmigo. Al menos no todo el tiempo. Solo necesito asegurarme de que Ranger está a salvo. Lo salvé una vez y no puedo abandonarlo como todos los demás lo han hecho en su vida— —Bien. iremos a ver como esta Ranger. Hasta entonces, estaré en la esquina trabajando— Los peatones desfilan junto a nosotros en la acera. —Solo avísame antes de que salgas a descansar o algo así— —¿Debería decirte cuando tengo que ir a orinar? — pregunta. —Puedes guardártelo para ti— —De acuerdo. Solo asegúrate de pedir un té de bergamota o algo así. No quiero que piensen que eres mi novio o mi acosador— Parpadeo. —¿No les has contado sobre el arreglo? — Se burla. —Por supuesto que no. No estoy tratando de parecer un bicho raro— —No les has contado a nadie lo que está pasando, ¿verdad? — Frunce el ceño y se escucha una verdadera frustración burbujeando en el fondo. —No. ¿Por qué lo haría? Tengo que irme, llegare tarde— Abre las puertas tintadas de la entrada de la cafetería y entra, dejándome con mis crecientes sospechas. Jessy no comparte nada con nadie. Ni siquiera con sus supuestos amigos. No hay una sola persona en su vida, que yo sepa, al menos, que supiera que está vinculada a los Hamilton y que tiene protección las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Y tengo la sensación de que no es por quien son los Hamilton. Jessy es un lobo solitario y quiere seguir siéndolo. Conoces a alguien así>> Alejo el pensamiento. No me gusta establecer paralelismos entre Jessy y yo. No solo deja la puerta abierta a una conexión emocional entre un cliente y yo, sino que casi con seguridad me llevará a cavar más profundo. Conociéndola aún más porque tiene muchísima curiosidad. Ya corro el riesgo de saber demasiado, simplemente por vivir con ella. Soy un experto en mantener los muros, pero esto se está volviendo demasiado. ¿Cómo puedo mantener los muros sin excluirla por completo? Todavía necesito protegerla, mierda. Un destello de cabello rojo más abajo en la acera me llama la atención. Jessy me dijo los pelirrojos la ponen ansiosa ahora, hasta que pueda verificar que no es Byron. Yo también he estado en alerta máxima. Cada caso había sido una falsa alarma. Excepto por esta. Byron me mira fijamente desde a media cuadra de distancia, con aspecto asustado. Luego gira sobre sus talones y camina hacia el otro lado. La electricidad me recorre los antebrazos, poniéndome en alerta máxima. Estoy preparado para perseguirlo y empujarle la cara contra el cemento. Pero respiro hondo y me mantengo firme. Así que Byron tiene las agallas de aparecer de nuevo después de lo que le había hecho. No puedo estar seguro de si su aparición en esta calle es una coincidencia o no. Pero está demasiado cerca de la órbita de Jessy para mi tranquilidad. Tendré que informar a Jessy, aunque la asuste. Y tendré que avisar a sus hermanos. Llamo a Dominic para darle la noticia. Esta consternado, por supuesto, quiere continuar con nuestro plan de protección actual de 24 horas. Y no puedo estar en desacuerdo con él. Byron parece un cobarde, pero sé que no debo subestimarlo. ¿Quién conoce sus conexiones? ¿Sus intereses secretos? ¿Sus oscuras fantasías? Hay mil maneras en que un encuentro puede desarrollarse con alguien con trastornos mentales y una obsesión antinatural. No pondré a Jessy en riesgo de esa manera mientras su protección este en mis manos. Quedarme fuera en la acera un rato parece lo mejor. Puedo monitorear el flujo de peatones, vigilar el área desde diferentes lugares. Después de que pasa aproximadamente media hora sin ver a Byron, mi mente reanuda sus volteretas sobre mis sentimientos incómodos por Jessy. Tomo mi teléfono. Necesito refuerzos. Necesito la perspectiva que solo mi mejor amigo en el mundo entero puede ofrecer. Troy. Mi hermano de armas. Mi confidente. El que me mantenía cuerdo y estable. Es casi mediodía. Está destinado en California en una misión, así que sé que probablemente contestara. Cuando uno de nosotros llama, siempre contestamos. Incluso si estamos en medio de una zona de guerra. El bajo familiar de Troy retumba en mi oído después de dos timbres. —Siete— —¿Qué pasa, hombre? — sonrió a pesar de mi confusión interna, observando sin registrar la gente pasando a mi lado. —¿Estas ocupado? — —No, hoy no estoy. Me pillaste en un buen momento. ¿Todo bien? — Él es, como yo, alguien que flota en el viento. Dejando que sus trabajos lo lleven a donde sea. Un soltero, desatado, bebedor empedernido con una rutina de ejercicios, sin planes de bajar el ritmo ni de echar raíces. Compartimos la misma perspectiva. Los mismos objetivos. El mismo pasado. Somos prácticamente la misma persona en diferentes formas. Lo que significa que me conoce mejor que, literalmente, cualquier otra persona en el planeta. —¿Cómo supiste que necesitaba un consejo? — —Puedo oler la desesperación desde San Diego— dice con una sonrisa. Suelto un suspiro y mi mirada se posa en el tráfico detenido en la calle. —Tengo una nueva asignación. Y estoy seguro de cómo va a funcionar— —Pensé que ibas a abrir el negocio— —Si. Pero los hermanos descubrieron hace unas semanas que su hermana perdida estaba…— hago una pausa, evaluando mi entorno. —¿no está perdida? — —Adivinaste. Estoy en el destacamento de protección personal hasta nuevo aviso. Y Troy…— suspiro de nuevo, comprobando que Jessy no se haya materializado repentinamente en la acera a mi lado para fastidiarme más por aprender una rutina en el tubo. Bajo la voz, por si acaso desarrolla oído de murciélago para esta confesión en particular. —Tiene veinticinco, es stripper y esta buenísima. Necesito dejar esta tarea, pero ahora mismo es de alto riesgo. Se ha mudado a mi apartamento temporalmente hasta que podamos encontrarle una vivienda mas estable— Troy suelta una risa incrédula. —De cuerdo. Eso suena…tenso— —Si, tenso es una palabra que podrías usar— suelto una bocanada de aire, pero no alivia lo suficiente mi frustración contenida. —Además, te juro por Dios que esta chica no sabe cómo cubrirse después de una ducha— Troy gime. —¿Estás viviendo con una exhibicionista? — —Eso parece— —Amigo, ya sabes que hacer— —¿Follarla hasta dejarla sin sentido? — me pellizco el puente de la nariz. Su risa sarcástica me dice que esa no es la respuesta correcta. —No, a menos que quieras perder la tarea. Pero necesitas acostarte con alguien. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste algo de acción? — Gimo. —Nada desde que llegue a Nueva York— —Bueno, empieza por ahí. Solo necesitas desahogarte. Eso es todo. Una vez que recuperes la claridad, podrás manejar el día a día mucho mejor. No importa lo gloriosa que sean sus tetas o lo que sea que tenga esta stripper que te tiene estrangulado— —Es muy inteligente. Es divertida. Esta increíblemente en forma, no tienes ni idea— —Alto ahí. Ella es tu tarea. No quiero oír como ustedes dos están hechos el uno para el otro— Sonrió con suficiencia mientras miro hacia las puertas de la cafetería. —Nunca dije eso— —Bueno, ibas para allá. Solo ve a echar un polvo, ¿de acuerdo? O tendré que ir yo mismo y asegurarme de que encuentres una chica que te distraiga de la tarea— —¿Oh, harías eso por mí? — —Tengo vacaciones escolares próximamente, y Manhattan parece un lugar bueno como cualquier otro para visitar. Además, extraño a mi Sisi— Me río del ridículo apodo. —No empieces, mierda. Te daré un puñetazo en cuanto bajes del avión si me vuelves a llamar así— —Hasta pronto, Sisi— La línea se corta y me guardo el teléfono en el bolsillo, riéndome para mis adentros. Amo a ese cabrón; sabe cómo ayudarme cuando me siento perdido. Y si habla en serio sobre la visita, no podrá haber llegado en mejor momento. Solo ve a echar un polvo. Parece bastante fácil. Hay un millón de aplicaciones para este tipo de cosas. Podría tener una rubia guapa en mi regazo al final del día. Entonces, ¿Por qué solo puedo pensar en la pelinegra dentro de la cafetería?
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