25- No vale la pena meterse en eso

3927 Words
SIETE El zumbido de mi teléfono en la mesita de noche es lo primero que me saca de mi estado catatónico. El terrible dolor de cabeza es lo siguiente. Gimo, lanzando un brazo hacia mi teléfono. Busco a tientas hasta que lo conecto y lo pongo en silencio. vislumbro la hora mientras lo hago: 9:40 a.m. Esto es lo más tarde que he dormido en años. Posiblemente una década. Todo gracias a mi amigo Troy y su arsenal de alcohol. Me doy la vuelta y suspiro. Llevo despierto cuatro segundos y ya me siento como basura recalentada. Maldita seas, Troy. Cuando rechacé su oferta de reunirme con la morena sexy que me había conseguido, recurrió a los shots como forma de castigo. No hemos bebido así en años, insistía mientras me echaba ron por la garganta. Hay una razón por la que no había bebido así en años. Por qué el día siguiente es una mierda. La postura de Troy es clara: empezar líos con la hermana pequeña de tu cliente, y la persona a la que estas protegiendo, es una mala jugada. Pero ha visto de primera mano lo enredado que estoy. Ni siquiera puedo mentir y decir que me molestó que apareciera. Ver su cuerpo enfundado en ese diminuto vestido n***o combinado con su característica chaqueta de cuero y sus ojos solo para mí, tuvo más efecto del que quiero admitir como profesional experimentado. Si hubiera sido cualquier otra persona, la habría perseguido desde el momento en que entró por la puerta. Pero, por supuesto, tiene que ser complicado. Troy insiste en que todavía necesito acostarme con alguien, lo cual es cierto. Necesitaba acostarme con alguien hace cuatro semanas. Pero no necesito a una desconocida con una personalidad insulsa. Necesito a Jessy, mierda. La necesito en mis brazos. Envuelta alrededor de mi polla. Sus labios pegados a los míos. Y no tengo idea como seguir adelante a partir de ahí. He cometido un desliz con ella dos veces. No puedo dejar que suceda una tercera vez. Me arrastro fuera de la cama, necesitando algo, cualquier cosa, para mitigar las consecuencias de mi noche con Troy. Salgo a trompicones de mi habitación, entrecerrando los ojos por la luz del sol que inunda el apartamento. El olor a huevos y tocino es lo primero que noto haciendo que se me revuelva el estómago. No es una buena señal. Jessy se gira para mirarme desde la estufa, con los ojos muy abiertos. —¿Por qué no avisas le a una chica la próxima vez? — La miro con los ojos entrecerrados tropezando hacia el armario. —¿Qué? — —Estás…básicamente desnudo— Agita una espátula en mi dirección. — ¡Dios, Siete! Te lo estas buscando, con ese aspecto…— La ignoro mientras rebusco en el botiquín. Llevo bóxer y nada más. No es gran cosa. Aún así, su mirada me inunda como melaza. —¿Quieres algo de comer? — Gruño. —¿Qué tal una bebida hidratante? — Asiento, luchando por abrir el ibuprofeno. No puedo quitar la tapa en mi estado desorientado. Jessy está a mi lado un momento después, arrebatándome el frasco de la mano. —Déjame ayudarte, Oh señor borracho— la tapa se abre y ella me da una dosis. Luego llena un vaso de agua. Trago las pastillas de un gran trago. —Gracias— digo con voz áspera. —Deberías volver a la cama— Apaga la hornilla y me agarra de los brazos, llevándome hacia mi habitación. —Te arroparé y luego te traeré algunas cosas buenas— Solo puedo responder por dentro. Externamente, no puedo hacer nada más que poner un pie delante del otro. En mi habitación, me desplomo de nuevo en la cama. Me duele todo por dentro. Jessy está ordenando: recoge mi ropa tirada de la noche anterior y la cuelga del respaldo de una silla, conecta mi teléfono celular y me trae un Gatorade y más analgésicos para más tarde. —Está bien, Siete. Creo que estás listo— me da un golpe en la nariz antes de irse. Solo puedo sonreír por dentro hasta que cierro los ojos y me vuelvo a dormir. ✻✻✻✻✻ Cuando me despierto de nuevo, me doy cuenta de que es mucho mas tarde. Esta vez, mi teléfono marca mediodía. Cuando intento moverme, hay menos gritos de mis órganos internos. Bebo el Gatorade de un trago y luego bajo las piernas por el borde de la cama. Progreso. Me froto los ojos, me pongo de pie y me pongo unos pantalones deportivos. La primera vez en mi historia adulta que me salto una mañana de trabajo entre semana, y tengo que agradecerle a Troy. La pantalla de mi teléfono muestras muchos mensajes perdidos de ese adorable cabrón, incluyendo un par de llamadas perdidas. Tiene que saber lo que ha causado. El último mensaje que envió simplemente dice: Troy: ¿Intoxicación etílica o no? Le respondo: Siete: Lo intentaste lo mejor que pudiste, pero fallaste de nuevo. Estoy vivo. Guardo el teléfono en el bolsillo me dirijo al baño a orinar. Jessy está de nuevo en la cocina, ahora preparando el almuerzo. Esta vez, puedo absorber más detalles, como su moño desordenado y el mechón de pelo ralo y brillante que se le ha escapado junto a la cara. El sencillo sujetador deportivo n***o y los pantalones cortos que lleva que me indican que había estado practicando en el tubo. Sus pequeños pies descalzos son adorables, con las uñas de los pies color cerúleo. La deliciosa parte superior de sus pechos, bajo su escaso sujetador, me ruega que hunda la cara allí, pero en lugar de eso, simplemente levanto los dedos hacia ella en modo de saludo. Así es como tiene que ser. Parece encantada cuando entro a la cocina. —¡Bueno, mírate! Llevando pantalones, como un humado real y vivo— —Los humanos pueden usar ropa interior— —No cuando están construidos como un dios griego— Sonrió con suficiencia, dirigiéndome a la tetera. —Que amable de tu parte. ¿Puedo usar esa cita para mi página profesional? — Se rie, golpeando su cadera contra la mía mientras lleno la tetera. —¿Te sientes mejor? — —1000%. Troy casi me mata anoche— —Suena como un buen amigo— Ofrece una sonrisa irónica. —Ni siquiera te oí cuando llegaste a casa. Y me quedé despierta hasta bastante tarde— —Ni siquiera recuerdo haber llegado a casa— admito. —Se que Piernas me trajo, porque es la última llamada que tengo en mi teléfono— —¿Finalmente estás listo para comer? — Se lava las manos en el fregadero, señalando con la cabeza hacia la estufa. —Preparado inherentemente desde el primer día de mi vida— Sonríe con suficiencia. —Debes sentirte mejor. Hice algunos panini. Pero también guardé el burrito de desayuno que preparé antes. Tú eliges— —Ooh. Panini suena bien— Me dedica una sonrisa sexy mientras pasa rozándome, golpeándome de nuevo con la cadera. —¿Por qué tienes que hacerlo sonar tan seductor? — —Panini no es una palabra seductora— —Podrías decir cualquier cosa con tu voz de recién despertado y es seductor, ¿de acuerdo? — Tomo una bolsita de té del armario. —Así que soy un dios griego y tengo una voz seductora. ¿Algo más que quieras compartir para subir mi ego? — —Eres el mejor besador que he conocido— Reprimo una sonrisa mientras abro la bolsita de té y la pongo en una taza vacía. —Gracias. El ego esta oficialmente inflado— —¿Dirías que está en un Siete ahora mismo? — me mira expectante. —Mas alto— —Entonces vas a tener que solicitar un cambio de nombre legal. Debería haberlo sabido: tu nombre hace referencia a tu nivel de ego, ¿no? ¿Tu nuevo nombre ahora es Nueve? — Contengo una risa. —No. Puedes llamarme Once— —Oh, Dios lo hemos perdido— Mis hombros tiemblan de risa mientras vierto el agua hirviendo sobre la bolsita de té. Una vez llena, me muevo a la isla de la cocina y me deslizo en un taburete para ver a Jessy terminar la comida. —¿Cómo sabes que ese no es mi ya nombre? — bromeo. —¿así que todo este tiempo debería haberte llamado Señor Once? — me lanza una mirada dudosa. —Quiero ver tu licencia. Eso es lo único que pondrá fin a esto— Me levanto sin decir palabra, dirigiéndome a mi billetera. Ha estado en la encimera todo el tiempo; no solo eso, Jessy ha estado robando distancia de esta billetera muchas veces, pero que yo sepa, nunca la ha mirado. —¿Quieres decir que nunca le echaste un vistazo? — —Soy rara a los limites— dice, —Como si realmente los respetara— —A menos que se trate de citas nocturnas—  Saco mi licencia de conducir de su funda laminada y se la entrego. La toma con entusiasmo, devorando la información. Un momento después, jadea. —De ninguna manera— su mirada se desliza hacia mí, con asombro. —Eres Luca Silva— Asiento, deslizándome de nuevo en mi taburete. —Ese soy yo— —¿Por qué te llaman Siete? — —Alguien escucho mal mi apellido en el campo de entrenamiento y se me quedó grabado— —Así que no hace referencia a que número ocupas en la línea de producción de robots— Frunce los labios, con la mirada fija en el licencia una vez más. —Seis pies cuatro pulgadas, ¿eh? Y Doscientas treinta libras. Te lo dije, dios griego— —Ahora que has recibido esta información confidencial, confío en que no se lo dirás a nadie— —Siempre y cuando me digas de dónde vienen los nombres Luca y Silva suenan un poco… extranjeros, pero no el mismo extranjero— —Mi madre es de Italia y mi padre era de México— Arquea las cejas. —¿Hablas alguno de los idiomas? — —Nada más que entender algún que otro arrebato o mala palabra— le digo. —Mis canciones de cuna. Pero cuando la cagaba me enteraba en español— Echa un último vistazo a la licencia y luego me la acerca. —Apuesto a que tus padres tienen una historia de origen interesante— —Mi padre era militar. Mi madre era una inmigrante reciente a los Estados Unidos. Se conocieron en California, se casaron, se establecieron en Nebraska y finalmente se divorciaron. Nada del otro mundo— —Nada del otro mundo que te hayan dicho— corrige, sonriendo a los platos mientras desliza los panini de la plancha eléctrica. —¿Entonces, mis hermanos saben de Luca? — —No— Jadea, tocándose el pecho. —Me siento muy honrada— —Considéralo tu recompensa de veinte días— —¿Qué significa eso…? — Sus ojos se entrecierran. —¿Ese es el tiempo que llevas siendo mi guardaespaldas? — cuando asiento, añade. —Parece que han pasado veinte años, Siete— —¿Desde que naciste, entonces? — Su boca se redondea, la sorpresa retardada y el deleite se extienden por su rostro mientras me lanza un tomate Cherry. —Idiota. No tengo veinte años— —A veces actúas como si los tuvieras— no puedo resistirme a provocarla. Anoche desbloqueó algo: le estoy mostrando mi nombre legal y compartiendo con ella más de lo necesario. Pero se siente bien. Se siente natural. —Irrumpir en mi noche de chicos porque estabas celosa— Entorna los labios, un bonito rubor tiñe sus mejillas. —Toma. Será mejor que comas antes de tu estatura griega comience a marchitarse. ¿O debería llamarte…Greek? — —Así que también sabes algo de griego— miro el panini humeante con hambre antes de darle un mordisco, notando primero la explosión cálida y pegajosa de mozzarella, seguida de pimiento rojo asado y pollo sellado. Ella y yo nos sonreímos mientras comemos; ya tengo tantos recuerdos de nosotros así, uno sentado en el taburete, el otro comiendo apoyado en la isla a mitad de la limpieza, demasiado ansioso por disfrutar la comida y demasiado reacio a romper el contacto visual o alejarme del momento. —¡Mierda, esto esta bueno! — murmuro entre bocados, inhalando la comida en un tiempo récord. Jessy apenas ha terminado un tercio. Cuando pongo mi plato en el fregadero. —Yo gano— Se rie mientras mastica, dándome un codazo. —Tómate tu tiempo. Mi té y yo vamos a seguir recuperándonos en el sofá— Tomo mi taza y me dirijo a la sala. Nuestras convivencia siempre ha estado cargada de tensión s****l, pero ahora me doy cuenta de que eso es solo una parte del panorama. Siempre me he sentido excitado y consciente a su alrededor porque en algún lugar de mi interior, conozco el peligro que acecha. Que, si me lanzo de cabeza a ella, me tragará entero. Un trago sin esfuerzo que me disolverá a mí y a cualquier progreso que haya hecho. Ya está sucediendo. Nuestras bromas fáciles y provocaciones que transicionaron en compartir secretos. Que me cuide mientras tengo resaca. Eso es solo el principio. Lo siento en lo más profundo de mi ser. La excitación eléctrica de Jessy inspirada es una promesa, pero también una advertencia.Si profundizas más con Jessy, te ahogarás. Me acomodo en el sofá con cuidado tomando el sorbo de té. La temperatura perfecta. Lo bebo lentamente mientras Jessy termina su comida. después de los sonidos de una rápida limpieza en la cocina, siento el peso de Jessy en el sofá junto a mí. Se ha acurrucado, con la cabeza apoyada en el respaldo del sofá, a pocos centímetros de mí. Su ángulo es claro, pero no se está extralimitando. —Dime, dios griego— hace un gesto hacia mi torso desnudo. —Cuando estás construido así, ¿Por qué no sales con nadie? — Suspiro, sacudiendo la cabeza. —Estaba aquí intentando disfrutar de mi té…— —Creo que es una buena pregunta— —¿Sales con alguien? — Parpadea. —Bueno, no— —¿Ves? Punto hecho. Todo el mundo tiene sus razones. No tiene nada que ver con un físico perfecto— Sonríe con suficiencia. —Muy bien, ahora te llamaré Once— —Me inflaste, eso es lo que obtienes— Se muerde el labio inferior. Puedo ver los engranajes de su mente sucia girando. —Si te inflé, tienes razón. Especialmente la otra noche— Me paso una mano por la cara. Esto es un campo minado. Cada giro va a estar lleno de insinuaciones de tensión. Si sigo ese camino, entonces tendré minutos, tal vez solo segundos, antes de sentarla en mi regazo y comenzar a frotarme contra ella. Pero la resaca, mezclada con la luz del día y mucho tiempo para distanciarme de esos besos en la parte trasera del restaurante, me ha ayudado a recuperar algo de lógica. —Eso no es lo que quise decir. Jessy— respiro hondo, dejando mi té en la mesa de café. Me giro hacia ella, disfrutando de su pequeña figura, su cola de caballo oscura, su rostro fresco en forma de corazón que se siente como volver a casa y la excitación más loca. —¿Qué? — pregunta —No podemos…hacer esto— hago un gesto hacia los centímetros de espacio que disuelven entre nosotros. Su rodilla esta contra mí, su calor se hunde en mí. —Vivir juntos solo está haciendo esto más difícil. Pero la verdad es que me contrataron para protegerte. No para follarte hasta volverte loca— Sus ojos se iluminan. —¿Era esa una opción? — Aprieto los dientes. En lo que respecta a mi polla, es la única opción. —Quiero que las cosas salgan bien— continúo, —Lo que significa no arruinar el contacto comercial más importante que he hecho en toda mi carrera profesional— Su rostro se suaviza. —No veo como tú y yo podríamos arruinar algo para tu carrera— —Puede que aún no lo sientas, porque sé que no estas con de ellos, pero tus hermanos están locos por ti. ¿Y si descubrieran que me contrataron para protegerte y yo, en cambio, empezara a follarte? Jessy, no es así como funciono. No sé de qué otra manera explicártelo. No me follo a mis clientes. Ni siquiera cuando es la chica más guapa que he visto en toda mi vida— Baja la mirada y sus labios se curvan hacia abajo. —¿De verdad lo dices en serio? — —¿Qué parte? — —La última parte— Su voz sale apenas un susurro. —Si. Créeme, Jessy…— Me detengo, sin saber cuánto debo admitir. Ya he ido demasiado lejos. Pero eso es lo normal con ella. —Si yo fuera un hombre normal y tu solo alguien que conozco… entonces si, tal vez esto tendría sentido— —¿Qué quieres decir con si fueras un hombre normal— Vuelvo a tomar mi té. Pero en lugar de beberlo, miro fijamente las turbias profundidades, recordando todas las razones por las que acercarme a alguien es una mala idea. Ya puedo sentir el tirón de mi corazón cuando se trata de Jessy. La resaca, llevándome mar adentro. Mi corazón no puede soportar romperse una segunda vez. Apenas se ha recompuesto, latiendo con fuerza, pero herido, después del asesinato de mi prometida. Casi diez años después, está casi bien. Pero si alguna vez vuelvo a experimentar un dolor así, no estaré bien. Estaré destruido. Y no confío en mí mismo para salir cojeando de los escombros por segunda vez. —No vale la pena meterse en eso— Mojo mi bolsita de té un par de veces y luego vuelvo a dejar la taza en la mesa de café sin beber. Jessy se queda callada unos instantes. Luego suspira, levantándose del sofá. —Bueno, tienes razón— dice. —No tiene sentido meterse en algo que ninguno de los dos quiere— Se desliza hacia el poste en la parte trasera de apartamento. —A menos que te refieras a esa maldita parte. Estoy bastante segura de que ambos queremos eso— —No seas una malcriada— le advierto. —¿Cómo es que decir la verdad es ser una malcriada? — se ríe, agarrándose al poste con un brazo mientras se balancea en un círculo lento. —Simplemente hazlo fácil para ambos y no lo menciones. ¿Qué te parece? — bebo un sorbo de té con irritación. Jessy permanece en silencio mientras sube al tubo. Un momento después está en la posición de murciélago, su mirada rebotando por la habitación. —¿Cuál es el problema de honrar a mis hermanos? — deja que sus brazos cuelguen flácidos hacia el suelo. —Es solo trabajo. Haces más contactos comerciales. Encuentras nuevos clientes. La vida continúa— —Como dije, puede que no lo entiendas, porque ustedes tienen algunos…problemas familiares. Pero significan mucho para mí. No son exactamente hermanos, pero…tampoco son solo mis clientes. Se sienten como familia, de alguna manera. Y sé que es mejor no tirar algo así a la basura— Ella no sabe lo pequeño que es mi circulo en estos días. Tengo a Troy a mi lado. Mi madre está en un asilo de ansíanos. Y a los Hamilton. Eso es todo. Mantengo a todos los demás a distancia. Jessy no puede convertirse en una adición a ese círculo, aunque parece imposible mantenerla fuera. Necesita ser transferida a un oficial diferente inmediatamente. Pero si incluso si está bajo el cuidado de un oficial diferente, no nos da luz verde para estar juntos. Por qué dejarla entrar solo me llevará a enamorarme de ella. Y sé que es mejor no ir por ese camino una segunda vez. Jessy exhala un suspiro, luego extiende la mano y agarra el tubo entre sus piernas. Se desliza un momento después, capta mi mirada al otro lado de la habitación. —¿Terminaste de beber ese té? Empecemos con tu lección— Levanto una ceja. —Debes que estar drogada— —Lo único que me pone bien es el tubo— inclina la cabeza. — Vamos. Arriba, vamos— —Jessy— intento que mi voz suene autoritaria, porque no voy a subirme a ese maldito tubo. —Tengo una resaca de mierda— —Esto ayudará— —No estoy de acuerdo— —Necesitas aprender un nuevo movimiento básico antes de que encuentre mi propio lugar. Tic tac. El reloj. Está. Corriendo— Acentúa sus últimas palabras con aplausos. —Vamos, no me hagas activar tu competitividad militar o lo que sea que ustedes, los marines, lleven latente dentro de si todo el tiempo— Admiro su tenacidad. Esa es la única razón por la que dejo mi taza y me uno a ella. Me detengo en la base del tubo, cruzando los brazos. —No me he estirado— —No lo necesitas— Suspiro, uniéndome an ella frente al poste. Echa la cabeza hacia atrás para mirarme, y, por una fracción de segundo, veo como puede terminar esto: yo agachándome, tomando su rostro entre mis manos de nuevo, arrancando esos besos desgarradores de sus labios. Lo deseo con todas mis fuerzas. Pero deseo más mi estabilidad interior. Quiero mi futuro, sin cambios ni preocupaciones. Quiero el respeto de los Hamilton. Quiero que todo esto valga algo, que valga la pena no solo un capítulo humillante en mi búsqueda por expandirme y tener éxito. El aire zumba entre nosotros. Ella también lo siente. Jessy toma una de mis manos y la coloca sobre el tubo, sonriendo con suficiencia. —Solo agarra este grueso m*****o aquí y sigue cada instrucción que te dé— Una risa sale de mí. —Se que no debo aceptar eso— —Probablemente tengas razón. La última vez que hiciste eso, tú y yo terminamos haciendo algo que ya no se nos permite mencionar— —Gracias por recordar la nueva regla— Mi piel se eriza con anticipación cuando coloca mi otra mano sobre el tubo, aproximadamente una pulgada por encima de la primera. —Ahí vamos. Así de fácil, señor Once— coloca sus manos en mis caderas y ajusta mi postura, acercándolas al tubo. —Una vez que veas lo bueno que soy me llamarás Trece— —Ese ego sigue creciendo— Suspiro, apretando el tubo con más fuerza. —Tu culpa— Me lanza una mirada severa antes de golpear mi rodilla derecha. —Sube esto aquí— me lo muestra con su propia rodilla. Una vez que lo hago, me muestra como subir la otra pierna. La alegría en su rostro una vez que soy lanzado hasta la mitad del tubo me hace devolverle la sonrisa. —¡Lo lograste! — Jessy aplaude. —El culturista rígido está montando oficialmente mi eje— empuja de puntillas, apoyando la mano en mi muslo mientras añade: —Y esa es la mayor acción que cualquiera de los dos tendrá con el otro, ¿no es cierto, Once? — El brillo en sus ojos mientras me guiñe el ojo no me promete nada más que travesuras de niña malcriada.
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