Aroma a Ti

Fernanda se despertó sobresaltada, el sudor frío resbalaba por su frente. Otra pesadilla. La misma de siempre. El auto, el impacto, la imagen borrosa de Leónidas. Sus ojos se abrieron de golpe, buscando la familiaridad de su habitación, pero todo era diferente. Los muebles estaban en otro lugar, los colores de las paredes eran distintos. Confundida, se levantó de la cama y se dirigió a la ventana. Afuera, un paisaje totalmente desconocido se extendía ante ella. En ese momento, su teléfono vibró. Un mensaje de un número desconocido la sacudió. "Fernanda, soy yo, Leónidas. Sé que esto suena loco, pero necesito hablar contigo. Encuéntrame en el parque central, bajo el árbol de roble a las 5 pm." Leónidas. Su Leónidas. El hombre que había muerto en un accidente, cuyo recuerdo la atormentaba cada noche. ¿Cómo era posible? Con el corazón palpitando con fuerza, Fernanda se vistió y salió a la calle. El parque central era un lugar que nunca había visto. Sin embargo, cuando llegó al árbol de roble, allí estaba él. Leónidas, con la misma sonrisa que la había cautivado desde el primer día. Pero algo era diferente en su mirada, una profunda tristeza que la conmovió hasta lo más profundo. "Sé que esto parece imposible," comenzó Leónidas, "pero yo también te he perdido. Mi Fernanda murió en un incendio, justo al lado de nuestra casa. Y ahora, de alguna manera, nuestros mundos se han entrelazado." Fernanda y Leónidas pasaron horas hablando, descubriendo que sus vidas, a pesar de estar separadas por dimensiones diferentes, tenían sorprendentes similitudes. Ambos compartían el mismo amor por la música, la misma pasión por los libros, los mismos sueños. Y ambos habían perdido a la persona que más amaban. A medida que se conocían más, su conexión se hacía cada vez más fuerte. Se enamoraron perdidamente, a pesar de la imposibilidad de su relación. Pero ¿cómo podrían estar juntos si vivían en mundos paralelos? ¿Cómo podrían construir un futuro juntos cuando el destino parecía estar en su contra? Los días que siguieron fueron un torbellino de mensajes entre dos mundos. Fernanda y Leónidas pasaban horas tecleando en sus teléfonos, compartiendo sus pensamientos más profundos, sus miedos y sus esperanzas. Cada mensaje era como una pequeña ventana que se abría hacia el alma del otro. "Me gusta pensar que nuestras almas siempre han estado conectadas, incluso antes de encontrarnos en estos mundos paralelos," escribió Leónidas una noche. "Yo también," respondió Fernanda. "Siento como si te hubiera conocido toda la vida." Compartieron recuerdos de sus infancias, de sus primeros amores, de sus sueños más descabellados. Hablaron de música, de libros, de películas, de todo aquello que los unía. Con cada mensaje, su conexión se fortalecía, creando un vínculo indestructible que desafiaba las leyes del espacio y del tiempo. Fernanda le envió fotos de su ciudad, de los lugares que solía frecuentar con Leónidas. Él, a su vez, le describió su mundo, un lugar lleno de colores vibrantes y paisajes exóticos. A través de las palabras, se crearon un mapa mental de sus respectivas realidades, un mapa que los guiaba en este viaje juntos. "A veces me pregunto cómo sería si pudiéramos tocarnos," escribió Fernanda con nostalgia. "Yo también," respondió Leónidas. "Pero mientras tanto, tenemos nuestros mensajes. Y eso es suficiente para mí." A pesar de la distancia física, Fernanda y Leónidas se sentían más cerca que nunca. Se habían encontrado en un lugar donde el amor no tenía límites, donde la distancia era solo un concepto abstracto. Y aunque sabían que su situación era única, y quizás imposible de comprender para los demás, estaban decididos a aferrarse a este amor que había florecido en los rincones más inesperados del universo. Fernanda y Leónidas habían pasado meses comunicándose a través de mensajes de texto, pero la distancia y el misterio que rodeaba su conexión comenzaban a pesar sobre ellos. Un día, mientras exploraba un antiguo libro de su familia, Fernanda encontró una extraña inscripción que parecía ser una coordenada. Intrigada, la compartió con Leónidas. -Leo mira esto que encontré en un libro que estoy leyendo, qué opinas?-preguntó Fernanda. Al otro lado de la pantalla, Leónidas reconoció la inscripción al instante. -si lo e visto es una referencia sobre una leyenda antigua sobre una cueva donde la brecha entre dimencion es se vuelve tenue, pero será verdad?- respondió leonidas -busquémosla para ver si hay podemos platicar de frente me haría mucho bien verte a los ojos-expresó sinceramente Fernanda recordando a su amado fallecido -está bien no perdemos nada con intentar-dijo leonidas con una mezcla de esperanza y miedo a lo que sucederá Armados con mapas antiguos y la ayuda de un experto en dimensiones de su mundo, Leónidas comenzó a buscar la ubicación exacta. Fernanda, por su parte, se preparó para lo desconocido, reuniendo objetos que pudieran ser útiles en su viaje. Finalmente, después de semanas de búsqueda, ambos encontraron el lugar indicado. Era una cueva oculta en lo profundo de un bosque, rodeada de un aura misteriosa. Con el corazón acelerado, Fernanda y Leónidas entraron en la cueva, adentrándose cada vez más en lo desconocido Al entrar en la cueva resonaba con un eco profundo, las paredes de piedra húmeda se extendían a lo infinito. Fernanda y Leónidas caminaban lentamente, adentrándose cada vez más en las sombras. A medida que avanzaban, una sensación de paz y familiaridad los envolvía. -Leo estás aquí, puedes oírme?- decía Fernanda con voz tenue -si puedo oír tu hermosa voz- dijo leonidas entusiasmado- disculpa mi emoción ante la voz de mi difunto amor- dijo leonidas mientras se ambos llegaban a una especie de portal de agua enorme De repente, el suelo comenzó a brillar con una luz suave, proyectando imágenes cambiantes en las paredes de la cueva. Eran fragmentos de sus vidas, momentos compartidos con sus parejas difuntas junto con sus sueños y anhelos. Las imágenes se entrelazaban, creando un tapiz de emociones que los unía aún más. Sin previo aviso, ambos se desplomaron al suelo, sumidos en un profundo sueño. En este estado onírico, se encontraron en un lugar idílico, una pradera verde salpicada de flores, bajo un cielo estrellado. Se miraron a los ojos, y en ese instante, sintieron una conexión más intensa que nunca. -Leo mi Leo al fin puedo verte de nuevo-dijo Fernanda con lágrimas en sus ojos -mi amor te e extrañado mucho estas hermosa como te recordaba-dijo Leónidas muy emocionado Se acercaron lentamente, inconscientemente sus dedos se rozaron, en su desesperación de sentir a sus amados perdidos, en cuanto sus dedos hicieron contacto una corriente eléctrica recorrió sus cuerpos. El aire se llenó de tensión, de deseo, de una promesa tácita. Se besaron, un beso lento y apasionado que los hacía sentir como si el tiempo hubiera dado hacia atrás y hayan vuelto a los momentos felices con sus parejas En este sueño compartido, experimentaron una intimidad que trasciende lo físico,no tuvieron sexo pero se amaron con la intensidad de mil vidas, liberando todas las emociones que habían reprimido desde el fallecimiento de sus amadas parejas. Era un amor puro y salvaje, un amor que desafiaba todas las leyes de la realidad ya que sabían que a quien besaban y abrazaban no era verdaderamente su pareja pero no dijeron nada en ese momento solo lo disfrutaron llenos de miles de recuerdos muy vividos en ese instante Al despertar, Fernanda y Leónidas se encontraron de nuevo en la cueva, sus corazones aún acelerados por la intensidad de su sueño. Se miraron, a través del portal acuoso y en sus ojos brilló una comprensión mutua. Sabían que esto había sido un sueño pero sentían que había sido real y que había fortalecido su vínculo de una manera que nunca habían imaginado.