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ATRACCIÓN CASI PERFECTA

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Empezaron a trabajar en el mismo lugar casi que al mismo tiempo.

Nunca supieron ser un buen equipo.

Eran los mejores rivales y competían por llegar al puesto de gerente comercial de la compañía GreenLife sports en menos de tres meses.

Toda persona que los veía lo sabía de inmediato, había una atracción innegable entre ellos.

Y para nadie era un secreto que debían resolver sus problemas en una cama o en lo que se les acomodara primero.

Martin Jenkins y Julia Lloyd no tenían ni idea que del odio al amor solo había unos cuantos pasos… O una pared de oficina.

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CAPÍTULO 1: Un equipo lleno de caos.
CAPÍTULO 1: Un equipo lleno de caos.   Julia. —Llevo media hora esperando que ese incompetente me traiga los documentos firmados para enviar. Le digo a mi asistente con bastante molestia, mi ceño esta fruncido a más no poder. —Lo siento mucho señorita Lloyd, pero el señor Jenkins esta en una reunión y parece ser muy importante, no podrá atenderla en este momento. Enarco una de mis cejas hacía ella y se que mis ojos grises le están trasmitiendo lo que haré por la manera en la que contiene la respiración y sus manos tiemblan un poco. —No… No creo que sea una buena idea —Me dice entre balbuceos y yo le muestro mi más tierna sonrisa. —Yo creo que sí será buena idea. Y tras mis palabras me pongo de pie, aliso mi falda negra y me aseguro de que mi blusa este perfectamente dentro de la falda, sin ninguna arruga, antes de caminar con la cabeza en alto hacia la sala de juntas. Él sabía perfectamente que debemos enviar esos documentos en pocos minutos y ni siquiera se ha tomado la molestia de enviarme a su asistente con el documento y sabe cuanto odio hacer las cosas a ultimo momento. No lo soporto simplemente. —Señorita Lloyd, por favor no lo haga. Tal vez en el fondo sé y reconozco que debería de escuchar las palabras de mi asistente, pero cuando de él se trata, todo mi juicio se nubla y no soy capaz de razonar completamente. Debería de calmarme, sería lo más sensato, debería de comportarme como la mujer madura y profesional que soy. Pero no. Acá voy caminando a toda velocidad para decirle unas cuantas cosas a la cara. Al llegar a la puerta de la sala de juntas suspiro para ganar un poco de valentía y poder verlo a él sin deseos asesinos. —Por favor señorita Lloyd, no lo haga. —Calla, Erin, por favor. Yo sé lo que estoy haciendo. Llevo mi mano a la perilla de la puerta y la giro, en segundos pasa por mi cabeza un gran arrepentimiento, ¿qué voy a decirle delante de los clientes? ¡Quedaré como una idiota! Y es que, aunque quiero arrepentirme, dar media vuelta y volver a mi oficina, la puerta ya está abierta por completo gracias a mi impulsividad y cuando siento que mis mejillas se ponen rojas a la espera de enfrentarme con muchas personas, lo único que veo es a él sentado a la cabeza de la mesa como si fuera el amo y señor de esta empresa. Ahora si me va a escuchar. —Se puede saber qué diablos… —Y aquí está la mujer que hace mis días más felices —dice con una sonrisa socarrona interrumpiendo mis palabras —¿A qué se debe esta grata visita, para nada esperada? —¡Sabes perfectamente a que se debe! —exclamo con fuerza, su sonrisa de medio lado me pone de los nervios. Se suponía que los documentos no habían llegado a mi poder porque estaba en una muy importante reunión y está aquí, solo y completamente calmado como si no estuviéramos a punto de perder un negocio millonario. —Tal vez lo he olvidado, ilumíname. Realmente tengo que hacer mucha fuerza de voluntad para no quitarme uno de mis tacones y lanzárselo a la cabeza. ¡Lo odio tanto! En la vida había odiado a alguien como lo odio a él, me cae fatal. Es el hombre más repugnante, falso y poco profesional que he conocido en mis veintiocho años de vida. Es muy inmaduro, imprudente y se cree que por tener una cara supuestamente agradable puede conseguir todo. Se ha robado mis proyectos más importantes y me ha hecho la vida imposible desde que trabajamos juntos desde hace desgraciadamente cinco años. —Jenkins, necesito esos documentos para ya —hablo con bastante calma y es algo que parece sorprenderlo, pero rápidamente cambia su actitud a la misma de siempre, lleva sus brazos detrás de su cuello y bosteza. —Erin, nena, ¿podrías traerme una taza de café? —pide con una amabilidad tan fingida que me dan arcadas. Mi asistente se mueve rumbo a traerle el café, pero yo carraspeo mi garganta. —Erin —digo su nombre con voz fuerte y clara —, tu no trabajas para él, así que no puedes hacer nada de lo que te pide él, solo yo puedo ordenarte algo, ¿entendido? Ella asiente con fuerza y se queda quieta a mi lado nerviosa. La estimo mucho, es una chica bastante linda, más joven que yo y ha sido mi mejor asistente, pero como casi todas las trabajadoras femeninas de este lugar, se derrite por Jenkins y es algo que me llena de nervios y me pone de muy mal humor porque cosas como esas son las que le hacen subir más el ego y lo que lo mantiene como si fuera el rey del jodido mundo. ¡Estoy harta! Él se pone de pie como si no estuviéramos hablando de algo sumamente importante. Lo veo tomar su iPad con muchísima, realmente muchísima calma, pasa una mano por su cabello castaño dejándolo más despeinado de lo que ya lo tenía, pero que irónicamente le queda bien. Claramente que por odiarlo no voy a decir que es feo cuando claramente no es así. Lo odio, más no por eso digo mentiras. —Jenkins, te juro que si… —miro la hora de mi reloj y suelto un jadeo bastante fuerte para mi delicada voz —¡Mierda Martin! ¡Ya ha pasado la hora límite y no hemos enviado esos documentos! Me quiero morir, quiero matarlo a él y luego morirme. No era un negocio pequeño. Era EL NEGOCIO. Y la hemos jodido por completo por su idiotez. —Me encanta como suena mi nombre en tus labios, deberías dejar de llamarme por mi apellido y hacer más uso de mi nombre, creo que cinco años trabajando juntos ya nos da ese tipo de confianza, ¿no crees? Ni siquiera soy capaz de razonar en que lo he llamado por su nombre y no por su apellido como siempre lo he hecho, creo que, si me pongo a pensarlo con detenimiento, esta es la primera vez que digo su nombre en voz alta. Para mí ni siquiera ha tenido un nombre, solo ha sido él imbécil Jenkins. —Hemos perdido el maldito contrato por tu jodida culpa —lo veo caminar hacia mi como si nada y más colérica me pongo. No soporto ver a una persona tan calmada en un momento como este. Él se detiene frente a mí y coloca sus manos sobre mis hombros. —Suéltame o te rompo los brazos —digo con los dientes apretados. Él, no temiendo por mi amenaza, se acerca mucho a mi rostro, tanto que tengo que echar la cabeza hacia atrás para poder mirarlo. ¡¿Por qué carajos está invadiendo mi espacio personal?! —Lloyd, envié los documentos un minuto antes de que entraras por esa puerta. El negocio es nuestro, tranquila que si llegará tu millonaria comisión en el próximo pago. Me suelta y pasa por mi lado chocando nuestros hombros y desestabilizándome por completo. —Todo siempre a último minuto, ¿no? —Ya me conoces, Lloyd. —Dice a mis espaldas. Doy media vuelta para llamarlo y preguntarle si es verdad lo que ha dicho, nada raro no confiar en él, pero tengo que confirmar. Aun así, no me hace falta tener que hablarle, pues veo que a pocos metros viene nuestra jefe mostrándonos una gran sonrisa y abriendo sus brazos en nuestra dirección. —¡Y aquí están mis dos mejores ejecutivos de cuenta! —dice con alegría llegando hasta nosotros. —Julia, Martin, me acaba de llamar Ryan Lyon, seremos sus nuevos distribuidores y me ha comentado acerca del próximo evento de ciclismo ¡Todos nuestros productos estarán allí! Y claramente eso es gracias a ustedes, las ganancias subirán un cuatrocientos por ciento según lo estimado en contabilidad y no podríamos haberlo logrado sin ustedes. —Es nuestro trabajo Diana, solo hacemos nuestro trabajo —digo sintiendo mis mejillas rojas, sé que mi trabajo es importante y muy valioso y yo trato de ser la mejor… Y lo soy, pero de ahí a recibir cumplidos hay una gran brecha y siempre me da un poco de vergüenza cuando halagan mi trabajo lo cual irónicamente debería ser lo contrario. —Lo sé querida, pero solo ustedes dos pueden tomar el trabajo tan apasionadamente como lo hacen. Son mis favoritos, siempre lo he dicho, no hay nadie en esta empresa en quien más confié que en ustedes dos. —Pues es un placer saberlo jefe, me alegra servir de algo en esta maravillosa empresa —ruedo mis ojos al escucharlo. Baboso. —Y aprecio todo lo que hacen, realmente lo hago, así que… —nos mira a ambos con sus ojos color ámbar. Diana es una mujer ya mayor, cabello platinado y corto, sus ojos destellan siempre felicidad y tranquilidad, ha sido la jefe por más de treinta años y es la mejor en ello. —, chicos, los años comienzan a pasarme factura, ya no soy la misma de hace años y quiero descansar. Sus palabras me llenan de alarma. —¿Estas bien? ¿Estás enferma? ¿Has tenido alguna recaída con la diabetes? —enfermedad que lastimosamente padece desde hace ya un buen tiempo. —No querida, no es nada de eso, mi salud está bien dentro de lo que cabe para mi edad, gracias por preocuparte —le doy una sonrisa tranquilizadora —, tan solo quiero jubilarme. —No nos digas eso Diana, ¿qué vamos a hacer nosotros sin ti? ¡Eres lo más lindo de este edificio! —exclama Jenkins con un poco de melancolía y debo admitir —muy a mi pesar— que él tiene toda la razón.   —Pues… No sé qué será de esta oficina sin mí y por eso necesito que mi cargo quede en manos de la mejor persona posible —mis sentidos se ponen alerta de inmediato y sé que Jenkins también ha intuido lo mismo por la manera en la que su espalda se tensa —. Quiero que alguno de ustedes dos ocupe mi cargo cuando me marche de acá, pero aún no me decido por cuál de los dos tiene mejor capacidad de estar al mando. —Puedes revisar nuestros proyectos ganados, los clientes más grandes y puedes ver que en esa comparación el puesto debería ser mío porque he demostrado ser mejor que Lloyd —dice y yo lo miro con los ojos entrecerrados. —No es solo quien ha traído más clientes o quien ha facturado más, es cuestión de calidad y estrategia… Para nadie es un secreto lo mal que se llevan ustedes dos y que es imposible trabajar en la misma oficina sin soltarse un insulto o algo por el estilo, por eso quiero proponerles algo… Jenkins y yo nos miramos de reojo retándonos. Esta es una oportunidad que ambos queremos y haremos todo lo posible por ganar. —En los próximos seis meses trabajaran en todos los casos juntos. —¡¿Juntos?! —exclamamos al unísono. Este ha sido el único negocio que hemos trabajado juntos solo porque era gigante y realmente no ha ido nada bien y Diana lo sabe, tuvimos muchos baches en el camino y yo por poco pierdo un tacón y Jenkins uno de sus trajes caros. —Necesito que quien se quede en la gerencia pueda trabajar en equipo sin importar quién es su compañero y que quien se quede como ejecutivo de cuentas demuestre que no le tiene rivalidad a su jefe y sabrá seguir los pasos y recomendaciones. No puedo y no quiero irme de acá sabiendo que no pueden trabajar en equipo, o aprenden o ninguno de los dos tendrá más oportunidades en esta empresa. —Dijiste que éramos los mejores… —susurro comprendiendo que eso ha sido una clara amenaza de despido. O aprendemos a trabajar juntos o nos vamos de acá. No hay más opciones. —Y lo son, pero pesa más el desastre que son juntos que el buen equipo que pueden llegar a ser. Yo sé lo mucho que pueden dar si en vez de llevarse la contraria unen las dos cabezas para traer a más clientes. Yo creo y confío plenamente en sus capacidades como equipo y necesito que ustedes dos también lo hagan. Escucho un suspiro por parte de Jenkins y lo miro con una ceja enarcada. —¡Claro que podemos hacerlo! —digo con una gran sonrisa que espero y no se note falsa —, podemos ser el mejor equipo que jamás ha existido en el país, ya vas a verlo. La sonrisa de Diana se hace muy grande y mira a Jenkins esperando una respuesta de su parte. —Podemos hacerlo. Le asegura él y ella aplaude emocionada. —No se diga más, vayan a casa a descansar y mañana les diré como van a comenzar. El ambiente esta tan tenso que claramente se puede cortar con un cuchillo, no pasa desapercibido a nadie de la oficina pues tenemos muchos pares de ojos encima. —Ah y chicos, los presento, ahora no son Lloyd y Jenkins; ahora son Martin y Julia, el gran equipo de ejecutivos de cuenta que llevarán a esta empresa al estrellato, ¿lo entienden? —Por supuesto que sí, Diana. De mi parte pondré todo mi empeño en llevarme bien con Julia si eso significa ser gerente comercial. —Justo me ha quitado las palabras de la boca —digo con ironía —, yo le demostraré que puede confiar en mi para que siga mis recomendaciones para cuando sea su jefe —le muestro mi sonrisa más grande y lo veo apretar su mandíbula con fuerza. —Los quiero chicos, me alegra que comiencen a ceder —ella se aleja de nosotros realmente feliz. —Ni creas que vas a ser gerente, ese puesto es más que mío —me dice acercándose a mi oído y hablando con dureza. —No querido, será mío y vas a verlo.

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