CAP 12

1238 Words
Pasó una semana, acercándose el día en que Lev me llevaría a Rusia y echaría a perder todo mi futuro. Durante toda la semana, estuvo teniendo relaciones conmigo para asegurarse de tener ese bebé, un castigo vivo por mi intento de escapar anteriormente, su semilla forzada dentro de mí se sentía como una cadena que me ataba más fuerte. Solo fingía sumisión y obediencia, pero por dentro, planeaba mi fuga desesperada, analizando cada rincón de esta base militar. Tenía que escapar lo antes posible, antes de que me arrastrara a ese infierno ruso, lejos de mi familia para siempre. Por las noches, bajaba sigilosamente las escaleras para escucharlo en sus reuniones. Claro, él hacía tráfico de armas, negocios sucios con compradores invisibles. Haría un último tráfico en una semana antes de irse a Rusia, así que tuve que apurarme y ser cuidadosa con mis movimientos, cada paso un riesgo de ser descubierta y castigada de nuevo. Una noche, estaba viendo todo desde arriba del balcón, los militares de Lev patrullando con rostros impasibles, sus horarios precisos como relojes mortales, las entregas de armas que llegaban en camiones oscuros. Pensé: podría hacerme pasar por uno de ellos. Esa misma noche, Lev estaba en sus reuniones, y tomé la oportunidad de bajar las escaleras con cuidado de la mansión y dirigirme a la lavandería donde se encontraban los uniformes. Cuando me estaba acercando, me topé con Claudia, que estaba saliendo y chocó conmigo. — ¿Qué haces acá, rata? —preguntó Claudia con enojo. Estaba paralizada de miedo, pero mantuve la postura, mi corazón latiendo como un tambor en la oscuridad. —¿Qué tal, Claudia? —respondí nerviosa, pero recuperé la compostura rápidamente—. Es que vine a lavar mi ropa. Claudia me miraba con fastidio y se inclinaba hacia mí con una voz fría —Recuerda que tienes ojos en todas partes, rata inmunda. Tragué saliva, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda –esta mujer en serio me odiaba, y sabía que podía delatarme en cualquier momento. Entré a la lavandería, donde había dos militares conversando mientras lavaban su ropa, pero me miraban fríamente mientras entraba a lavar la mía. Cuando mi ropa terminó, vi a los militares conversando y con un movimiento rápido y silencioso, tomé la ropa militar y la metí en la cesta, luego coloqué mi ropa encima. Salí de la lavandería con la respiración agitada, pero luego me calmé: todo iba a pasar muy rápido, y vería a mi familia de nuevo… o moriría intentándolo. Mientras subía las escaleras con la cesta de mi ropa en las manos, choqué con Lev. Mi cesta casi se caía de mis manos, y el pánico me invadió como una ola oscura. — ¿Dónde estabas? —preguntó Lev fríamente, sus ojos clavados en mí como cuchillos. Alcé mi cabeza para verlo y apreté más mi cesta con miedo a ser descubierta, mi mente corriendo para inventar una mentira convincente. —Yo… solo fui a lavar mi ropa. Lev rió sin gracia. —Aquí hay sirvientas que hacen todo por ti, no tienes que ir a lavar esa ropa. —No, es solo que quise salir por mi cuenta —mentí, mi voz temblando ligeramente—. Solo quería caminar y pisar la grama… Lev me mira fríamente, pero toma mi cintura con fuerza y ​​me dirige otra vez a mi habitación. Me entrega una prueba de embarazo y pega su cara en mi cuello, su aliento caliente y posesivo. —Ha pasado una semana y quiero asegurarme de que tengas a mi heredero. Hazte la prueba… Dejo la cesta en una esquina y tomo la prueba, mis manos temblando de rabia contenidas. Luego, Lev sale de la habitación. —Pronto vendré, tengo cosas pendientes que hacer. Me deja sola, y yo miro la prueba que tiembla entre mis manos. Entro al baño y me hago la prueba; pasan unos minutos eternos. Mi cara se congela: estaba positiva. Era demasiado joven para tener un bebé, y sí, ¿lo abortaría cuando por fin escapara? No sé qué hacer con él. Claro, de tanto que me follaba era obvio que terminaría embarazada. Me derrumbo, pero no me rindo. Si estoy embarazada, tendré a este bebé porque es mío y crecerá dentro de mí. No apoyaba el aborto y, aunque me arruinara la vida; no quería matarlo... Suspiro y me derrumbo entre lágrimas y rabia, pero no puedo llorar aún. Estoy centrada en escapar, mi mente un torbellino de planos oscuros. Salgo del baño y tomo la ropa militar, escondiéndola bajo la cama. Pasan unas horas, y Lev vuelve a mi habitación. Me ve sentada en la cama con una expresión fría, impasible. Él mira la prueba y sus ojos se iluminan con una locura salvaje y era la primera vez que no lo veía tan frío. Toma mi cara con fuerza y ​​me clava un beso forzado, sus labios sintiéndose como un hierro ardiente. —¿Ves? No es tan difícil, mi amor —me alza sobre él, pone mis piernas en su cintura y apoya sus manos en mi trasero, apretando con fuerza mientras me besa con una ternura falsa que me revuelve el estómago. —Tú y yo seremos felices para siempre… Durante las siguientes semanas, me rendí por completo. Lev me folla con esa brutalidad habitual, pero ahora yo respondo con gemidos falsos, arqueando la espalda como una desesperada. Y vaya que el cabrón disfrutaba de mi sumisión. —Sí, Lev, más fuerte — susurraba, mi voz temblando de rabia contenida mientras él me inmoviliza contra la pared, entrando en mí con embestidas que me desgarran por dentro. Siento su erección dura como hierro, palpitando dentro de mí, y llego al orgasmo, convulsionando debajo de él para que crea que me tiene dominada. Pero por dentro, planeaba cada detalle: mi sumisión es mi arma, y ​​solo lo hacía bajar la guardia, confiando en que soy suya y me tiene en la palma de su mano. El día de mi escape ha llegado. Tomo la ropa militar que había robado, era grande, pero me la pongo, tapando mi cuerpo marcado por moretones y cicatrices, lleno de huellas de su violencia. Lo ajusto con cinturones y una gorra que oculta mi cabello, mi corazón latiendo como un tambor roto. En la noche, cuando la base zumbaba con el ruido de motores y voces de militares preparándose para partir, me escabullo hacia el garaje. El aire olía a aceite y peligro, y mi corazón latía como un tambor en la oscuridad. Un camión se preparaba para una entrega. Armas metidas en cajas, destinadas a compradores invisibles. Me mezclo con los hombres, imitando su postura rígida. Nadie me miró dos veces; Era solo otro fantasma en la sombra de Lev. Rápidamente entro al camión con mi pequeño cuerpo, ocultándome entre las cajas con el cargamento. Mientras estoy escondida, mi piel se eriza al escuchar la voz de Lev en alto a lo lejos —Quiero que este cargamento llegue bien, es mi último cliente y ha pagado muy bien por ello. —Sin decir más, se retira. Sabía que iba a mi habitación y rogaba que el camión arrancara ya. El camión se llena con cajas y finalmente arranca; me recuesto hacia atrás, el olor raro de las armas solo me trae satisfacción. Finalmente pude escapar, pero mi plan aún no ha terminado.
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