Capítulo 2: Perfecto desconocido

1429 Words
Para no ser una experta en eso de tener sexo casual con desconocidos, la naturalidad con la que el hombre de la barra pidió una habitación para las dos y lo rápido que llegamos a dicho espacio, me sorprendió. Aunque supongo que la rapidez con la que todo se dio fue a causa de que al fin de cuentas él sí tenía experiencia en esto. Yo solo me limité a aferrarme a mi set de tequila. No es broma, cuando entré en la habitación tenía la botella en una mano y debajo del brazo un recipiente con la sal y limones sobrantes. Al pasar observo la fulana habitación. Es una amplia con una gran cama, y espero que un baño con tina. Una habitación común y corriente, que necesitaba algo de desorden y se lo daríamos. Escucho la puerta cerrarse detrás de mí. —¿Deseas ducharte primero o quieras que vaya yo? — la pregunta del hombre que haré mío toda la noche me hace sonreír como una villana. Le volteo a ver. —¿Por qué nos ducharíamos antes de hacer lo que vamos a hacer? — le explico tomándolo por la mano y sentándolo en la cama. —¿Y qué vamos a hacer si se puede saber? — me interroga bajamente viendo mi escote. Llevo un vestido azul celeste ceñido y con un profundo escote en V. Mi cabello corto no hace más que resaltar mi pecho, y por algo no he renunciado a mi corte bob largo desde hace tanto. Mi desconocido está hipnotizado por mis senos, casi puedo ver como bota saliva pero el juego previo hace más delicioso el sexo. Le muestro la botella y el recipiente. —Beber tequila. ¿Para qué más si no vinimos a esta habitación? Evidente. Él se ríe mostrando sus blancos dientes, y después su lengua moja sus labios. Como si estuviese sediento. —Bebamos tequila. Pero con una condición — me ofrece. —Ya que yo escogí el tipo de alcohol de esta velada, adelante — aseguro dejando a un lado la botella y el recipiente. —Juguemos a las adivinanzas… —Te quedaron gustando por lo que puedo ver. Acepto — lo hago bajando el cierre de mi vestido, y retirando con lentitud la pieza hasta deslizarse por mis rodillas. El rostro del hombre se llena de deseo y abre más las piernas para darle comodidad a la erección que noto. Llevo un conjunto de lencería de encaje en n***o. El ajustado sostén eleva mis pechos, y tengo una tanga que deja apreciar mis nalgas por completo. Los tacones no me los retiro por obvios motivos. Después me siento a horcadas sobre el extraño, cuya respiración agitada es muy notoria al igual que la dureza donde estoy ubicada. Estaba tan excitada que no me reconocía, estar así en una situación con un hombre que no conocía era tan peligroso y sexy, que mi centro húmedo era todo lo que sentía. —Iniciemos con algo sencillo — le susurro muy cerca de su boca, sin tocarle — adivina como me llamo. A cada fallo un shot. El hombre sonríe diabólicamente y abre el recipiente con la sal y los gajos. Toma una pizca de la sal y en vez de colocarla de una sola vez en mi piel, da un lento y mojado lengüetazo en mi seno derecho. No puedo evitar soltar un gemido lastimero, deposita la sal en la piel húmeda.  Seguido toma uno de los gajos y creo que me lo pondrá en la boca, en cambio me da un nuevo lengüetazo pero esta vez en el labio inferior, abro mi boca en necesidad de que me bese. Sin embargo, al abrirla introduce el gajo. Yo lo tomo, dejando una buena porción libre para que él chupe de este. —Buena chica — me elogia mientras recorre con sus manos mis muslos de arriba a abajo. Finge pensar con dificultad, y el recorrido sigue — ¿tu nombre? Veamos…  ¿Lucia? Niego con mi cabeza, y él coloca un gesto falso de lástima. Para seguido sujetarme de las caderas para lamer y chupar la carne tierna de mi escote que tenía la sal. Un par de segundos lo hace y a continuación, abre la botella de tequila dando un sorbo. Cierra sus ojos por el sabor amargo y seguido chupa del limón en mi boca. Nunca lo suficiente para tocar mis labios directamente. Al terminar me ve como un lobo hambriento. —Otra oportunidad. Déjame pensar — esta vez masajea mis nalgas con malicia, mis pezones se sienten como rocas — ¿Isabel? Vuelvo a negar con la cabeza, esta vez en lugar de llenarme con sal, me sujeta con más fuerza por la cintura y me acuesta en el colchón. Me abre las piernas lo más posible y procede a lamer la cara interna de mi muslo izquierdo. Suelto un gemido gutural ante su lengua. Este lo llena de un hilo fino de sal, que limpia con su lengua una vez más. Pero la mejor parte es cuando destapa la botella y baña de tequila mi abdomen. Un gemido más poderoso suelta mi garganta al sentir el líquido desbordándose por mi abdomen. Echo tanto que mojo las sabanas. Eso no me importó mucho porque se dedicó a absorber el licor de mi  piel en chupones y lamidas deliciosas. Todavía tenía el limón en mi boca, suponía que tenía que mantenerlo allí, aun así, cuando sentí la intrusión de sus dedos en mi ropa interior fue muy tarde para sostenerlo. Solté el limón a un lado para gemir sin control, al sus dedos deslizarse por mi abertura empapada. Y ya no podía parar cuando uno de ellos se introdujo en mí, seguido de un segundo. —¿María? Tiene que ser María ¿cuántas Marías hay en este mundo? — me tortura con una sonrisa perezosa como si el entrar y salir de sus dedos no me tuviesen al borde del abismo. —No soy una de ellas — susurro entre respiraciones cansadas. —Es una pena, pensé que tenías rostro de María — dice resignado con teatralidad sacando sus dedos de mí y mostrándomelos. Relucen de los mojados que están — ¿qué hacemos con esto Agripina? Las risas se me escapan hasta que acerca sus dedos mojados con mis fluidos a mi boca. —¿Te has saboreado alguna vez? — yo debo negar con timidez y excitación — ¿no quieres hacerlo por mí? Será el alcohol en mi sangre, lo atractivo que es este hombre y la adrenalina de estar haciendo todo esto, pero aceptó y chupo sus dedos. Él emite algunos gemidos y concentrada en su mano, observo cómo con la libre suelta sus pantalones. Los baja para mostrar su pene erecto. Contraigo mi centro de manera involuntaria, lo quiero ahí adentro. Suelto sus dedos y hago la petición que me mata en estos momentos. —Hazlo. Hazlo ya. —¿Hacer qué Sasha? — Él sonríe peligrosamente. —Cogerme duro. Como si fuese un código clave, el desconocido me toma por el cuello con una de sus manos, con la otra hace a un lado mi tanga y me penetra de una sola estocada. Me dolió pero me fascinó al mismo tiempo. Cuando las penetraciones se volvieron más rápidas y la presión de su mano incrementó, más goce y goce del sexo. No lo podía explicar. Cuán sucia y zorra me sentía en este instante. Era una clase de emoción inexperimentada para mí. Mis gemidos pasaron de ser bajos a ser más ruidosos y chillones. Era posible porque en realidad solo estaba apretando lo necesario mi cuello, no me lastimaba, sí me dominaba. Iba a llegar en cualquier momento entre lágrimas de gozo, pero el extraño tenía otras intenciones. Me soltó de su agarre para enfocarse en mi cabello, jalarlo y hacer que me colocase en cuatro para él. Al sujetarme de las caderas sabía que vendría otra estocada inicial. Así fue, esta vez lo recibí sin una pizca de incomodidad, solo placer y placer sentía. El sudor impregnaba la piel de ambos, por lo que el chocar de mis nalgas con sus caderas era inconfundible. Aproveche para liberar mis senos del sostén bajándolo un poco, y pude ver como el hombre abría su camisa dejando ver su tentador abdomen. Ni siquiera nos habíamos besado, no sabíamos el nombre del otro o dicho palabras de amor, y eso no evito que tuviese el orgasmo más animal de mi vida. Todo gracias a un perfecto desconocido. 
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