Capítulo treinta y cuatro Estamos en casa. Me despojo de los zapatos antes de entrar y hago que todos los acomoden en fila de mayor a menor, los niños llevan en las manos su paquete de malvas junto al enorme pote de helado que le hice comprar a Leo y este ultimo abre la puerta que da al interior de pent-house, se hace a un lado para que podamos pasar primero que él y observo esos ojos intensos que simplemente no han dejado de ver todos los movimientos que hago desde que dije lo que dije en el parque. No sé porque algo me dice que voy a terminar parapléjica en una silla de ruedas. Entro a la enorme casa escuchando como él cierra detrás dejándome como la presa dentro de su guarida y se coloca justo a mi lado mientras que deja al pequeño Maison en el piso para que juegue con sus maracas

