Capítulo tres
Pov Leo
Mi primer día de trabajo y ya me meto en problemas.
Fue lo que tanto me dijo mi madre que no hiciera y fue lo primero que hice al entrar, pero la verdad es que no me arrepiento de lo que hice.
El verla formando su escandalo sola en los estacionamientos y hablando de cientos de cosas que nadie sabe por el maquillaje que tiene su personaje dentro de la empresa es algo que me dijo.
Tienes que aprovechar esta oportunidad sí o sí.
Y fue lo primero que hice al dejarme ver, aunque admito que me dejo perplejo cuando sus ojos fríos me preguntaron sobre lo que quería de ella.
Se nota que dentro de poco explota, y admito que es mi deber que eso no suceda si quiero tener a la hija del jefe del cuello para hacer lo que me da la gana aquí.
"No es como si quisiera saber cuantas veces vas al baño".
Sonrío sin poder evitarlo. Se ve que muy en el fondo hay una chica que no piensa en si misma y en que ayuda a los demás ineptos que ella piensa que tiene como empleados.
Pongámosle, la buena Natasha.
Miro como analiza los papeles que tiene en las manos y mis ojos bajan automáticamente a su labial rojo pasión.
Ay Natasha, Natasha.
Si tan solo supieras que nosotros los abogados tenemos que dejar salir ese carácter fuerte y demandante que tú ocultas.
—¿Qué tanto me miras? ¿Te gusto o qué? —cierra la carpeta y hago el vago intento de levantar mis cejas sorprendido por lo que acaba de decir.
Algo me dice que conmigo si será ella y solo ella.
—Para nada, —me cruzo de brazos y subo los pies a su escritorio mientras ella rueda sus ojos del otro lado de la mesa —solo estoy viendo como trabajas mientras que yo estoy aquí, viendo lo bonita que es tu oficina y pensando en como es estar como los demás en un pequeño cubículo ahí fuera... Se nota mucho que eres la hija de papi y mami.
—Si lo soy o no, no es problema tuyo —se levanta —además tal vez me cambie a esos pequeños cubículos y sabes por qué, —cuestiona — la respuesta radica en que así tú también estarás de forma tan incomoda como lo estoy yo.
Sonrío —No lo harías y es por tu propio bien —me levanto y arrastro la silla giratoria hasta donde está ella —sabes que si lo haces todos se van a abalanzar a preguntarte cosas y como eres de mente cerrada —la provoco —que no te gusta ayudar a los demás... solo piensas en ti y solo en ti —me encojo de hombros.
—No todo el tiempo pienso en mí y solo en mí como lo pones tú —rueda sus ojos por sexta vez en el día —también tengo cosas que hacer y cosas que resolver, cosas de mi vida privada que no entenderías.
Meto las manos en mis bolsillos de forma desinteresada —¿Cosas de mujeres? ¿cosas como pasar días en el móvil o en el spa porque tu cuerpo lo necesita?
—No. Ya te dije que no lo entenderías y tampoco voy a perder mi tiempo hablando con un chantajista que dice no serlo —toma siento en la silla en la que realmente debería estar y sigue haciendo sus cosas sin prestarme la mínima atención.
Es una niña aún en todos los sentidos.
Lo digo en serio, pero admito que me voy a entretener.
La puerta es tocada y la voz fuerte de su padre resuena del otro lado.
—Natasha, hija ¿puedo? — ella levanta la cabeza rápidamente y me ve con los ojos totalmente abiertos.
Sin pensármelo dos veces la arrastro hasta estar detrás del escritorio con sus cosas, y me pongo correctamente el saco, corro hasta estar en la puerta y la abro viendo los ojos negros de su padre.
Trago grueso. En cambio el jefe si que tiene presencia.
Me hago a un lado al ver su cara amargada y mi presa hace un vago intento por reír.
Sí, búrlate todo lo que quieras, que después me voy a vengar de la manera más dura que conoces.
—Sal —me ordena él y acato su orden bajando la cabeza.
Cierro la puerta y me doy la vuelta encontrándome con todos los que me acusaron de haberle hecho algo para que ella me dejara como su secretario de la nada, y más por lo que supuestamente dije.
Que yo no soy el malo, que la persona mala es ella y solo ella.
La bruja que está ahí dentro.
El que era mi jefe se acerca a mí de forma amenazante —Ya le dije todo al jefe y es cuestión de minutos para que estés de patitas en la calle.
—Lo que tu digas, —le resto importancia y espero viendo el panorama.
—Te crees mucho por tener un buen curriculum, pero no eres nadie si no ganas tu primer caso.
—Tengo treinta y cinco casos ganados desde que entre a la universidad, no es problema para mí si me pones un desafío —me giro hacia él —de hecho el jefe está ahí dentro, ¿Qué tal si le decimos que pruebe la capacidad de ambos en un caso simulado?
—Por mi bien, no tengo problema con eso, además —la puerta se abre —el que gane se lleva el derecho de ser el secretario personal de mi hija, —volteo a verlos y sus ojos divertidos me dicen que está feliz de que lo haya sugerido.
Cierro los ojos por un momento.
Mira todas las cosas en las que me he metido por culpa de la pelinegra esta, pero bien, le demostraré a todo el mundo de lo que realmente estoy hecho.
No hay problema.