Contrato

1377 Words
Wao, su cabello no es del mismo color, ya que de rosado paso a castaño, sus ojos están fuertemente acentuados, con un predominio marrón, y sus labios bien marcados en color carmesí. Sebe tan fresca, delicada y radiante. No, no, no y no, no puedo perder el control y menos de primeras a primeras. Desde el preciso instante que mis ojos la vieron mi cara cambió a una más fría, luego mis dientes apretados, haciendo en puños mis manos, aunque no negaré que por un segundo me deslumbró. Es increíble lo que está descarada está haciendo. Ella suspira y empieza a parpadear nerviosamente, como si retuviera sus lágrimas. Ah, lágrimas de cocodrilo. La desesperación y la furia me consume, sintiendo las ganas de arrancarme el corazón. —Quiero que te largues —hable entre dientes apretados. —No me iré hasta que me escuches —se levanta para luego inclinarse y posar ambas manos sobre el escritorio. No se imagina las ganas que tengo de matarla, pero si ella sigue insistiendo en hablar conmigo no dudaré en asesinarla. —Última vez, lárgate de mi despacho —vocifero tras señalar la salida. No creo mantener mi paciencia porque esta mujer hace que me descontrole, explotando y diciéndole todo lo que tengo guardado en mi interior. Hace meses que me dije que no volvería con ella y menos permitirle que vuelva a jugar con mis sentimientos. Desde el día que se fue Caramelo me he encargado de olvidarla con ciento de mujeres, pero mi cruda realidad es que ninguna de esas mujeres llena lo que Caramelo ocupaba en mi corazón. —¡No! —niega con la cabeza. Mi respiración se acelera, pero la furia que siento aumenta al ver que ella no obedece a ninguna de mis exigencias. Ladeo un poco la cabeza y esbozo una pequeña risa burlesca. —¿A qué has venido? —Porque te amo —sisea, y yo me suelto a reír hasta sentir como mi estómago duele—. De verdad te amo y por eso estoy aquí—radicalmente mi risa se borró por completo. —No te he preguntado eso, te pregunté ¿a qué has venido?, y me refiero a lo que haces en mi despacho —doy dos pasos adelante—. No me importa si mi familia te acepta, ya que ellos están acostumbrados a lidiar con personas hipócritas como tú. —No es lo que tú piensas —rodea la mesa y a paso lento se acerca ante mí. —Me importa una mierda lo que pienso o no pienso, ¡quiero que te alejes de mí! —explotó en milisegundos. —Te tiene que importar porque yo te amo y jamás he dejado de hacerlo. —No seas hipócrita, no vengas a decir mierda que no son ciertas —al verla a unos centímetros de mí la empujo para que se aleje, pero ella insiste en provocarme. No entiende que no la quiero ver; no entiende que me hizo mucho daño, no entiende que cerré todas mis puertas para ella, no entiende que su presencia me purga, no entiende que la odio a muerte. ¡No lo entiende! Ella decidió su destino desde el momento que se fue de mi vida; ese día del cual dijo que no estaba segura de lo que hacía porque no sabía si era buena idea estar conmigo o que si otra persona llenaría sus expectativas. —Entiende que todo tiene una explicación —insiste una y otra vez. Sin pensarlo me abalanzo hacia ella, la tomó bruscamente atrayéndola hacia mí. Sujeto su cara con ambas manos, obligándole a alzar la vista hacia mis ojos ardientes. Ella jadea complacida y mi boca se abate sobre la suya. La beso con violencia. Nuestros dientes chocan un segundo y luego meto la lengua entre los labios. El deseo estalla en todo mi cuerpo como un explosivo, ella responde a mis besos con idéntico ardor, entrelazo las manos en su cabello y tiro con fuerza. Ella jadea y ese sonido sexy del fondo de su garganta me estremece en mi interior, pero es ahí donde reacciono y separo mis labios de los de ella. —Ya no significas nada para mí —hablo con tono surgente y su boca queda entreabierta e intentando recuperar el aire para protestar—. Eres una más de las mujeres que llevo a mi cama—de un empujón la aparto. —Suficiente mocoso —Máximo se interpone. Mi hermana y Máximo hacen acto de presencia, ambos pasan a lado de mí para posarse al lado de la chica de mis maldiciones. Piensan que resguardándola ella se librará de mí. Ah, ya me tiene cansado esto de ver como la protegen de mi cambio de humor, pero lo que no saben es que ella se puede defender sola. ¡Ella era la que me hacía bullying! —Todo está bien —sisea, asintiendo. Mmm... no Caramelo, nada está bien y te puedo jurar que esto apenas comienza. —Quiero que dejemos los problemas personales fuera de este despacho, ya que el tema que hablaré es muy delicado. Me cruzo de brazos y me quedo quieto observando lo que Máximo tiene por decir, ya que trabajo es trabajo y si no me equivoco ese trabajo incluye a la persona que no quiero ver. ¡Mierda!, quien me manda enamorarme de una persona que está metida en el negocio las veinticuatro horas al día. —Habla de una vez Máximo —le exijo. —Tienes que casarte —dice seriamente y yo empiezo a reír.   —Esto es una puta broma —mi sonrisa se borra al ver que ninguno se sorprende. —No, necesitamos unir fuerzas y no sería mala idea que unamos el apellido Maranzano con el nuestro. Mmm... ese apellido me parece familiar, pero donde. Le doy vuelta y vuelta al asunto hasta recordar que ese apellido le pertenece a unos de mis clientes importantes. —Eso es absurdo —bufo—, no necesito casarme para gobernar. —Te equivocas hijo, necesitamos que te cases por conveniencia de tu imperio —siento la mano de mi padre posándola en mi hombro—¡de nuestro imperio! Pero qué mierda está diciendo, ¡no pueden obligarme!, esa mierda se hacía en el siglo dieciocho, donde se hacía un matrimonio arreglado, pero ahora uno es el que decide estar con la persona que desea y quiere estar. —Ustedes están completamente locos si piensan que aceptaré —intento alejarme, pero la mano de mi padre me lo impide, ya que siento como la estruja en mi hombro. —Se hará como yo diga, solo será por un año, nada más que solo un año. ¿Un año? —Queremos que tomes el poder de los Maranzano, y quiero que tengan presente que todo será el bien para el nuevo gobernante de la "Mafia Rusa". ¡Oh, no! Mi padre está utilizando la psicología inversa, con el fin de obtener lo que quiero. ¿Cuáles son mis límites para obtener lo que quiero? Por unos segundos penetro la mirada en Caramelo, esperando que ella se interpusiera o dijera algo, pero al parecer la impresión le comió la lengua y ahora solo me queda viendo. —Padre, no me puedes obligar a casarme con una mujer de la cual no quiero —insisto. —Lo tienes que hacer o me verás obligado a elegir a uno de tus hermanos menores. No, no puedo permitir que Ángel o Matías entren a este negocio, ¿cómo me pueden quitar el poder de gobernar de la noche a la mañana? Aaahhh... Me siento impotente al tomar esta decisión precipitada, pero no puedo permitir que mis hermanos se sacrifiquen por mí. —Si este tema se trata de un casamiento y de una unión de gobernación —volteo a ver a mi padre—. Quiero saber qué hace Caramelo presenciando algo que no le concierne. —Ella será tu futura esposa —contesta con franqueza. —No me jodan —siseo tras apretar mi mandíbula. Guardo silencio esperando que todos sonrían, que me digan que todo esto es una maldita broma, pero lastimosamente todo el ambiente se convirtió en un velorio total.
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