—Es Ian —le comunicó a su amigo, mostrándole el celular con una pequeña sonrisa. El móvil dejó de sonar; en un momento le regresaría la llamada. —¿Te veo... después? —musitó con calma, con una expresión de confort. Volvieron a hacer ellos, y todas las ideas quedaron atrás, o eso creyeron. Oliver asintió, mirando cómo Mia entraba a su casa sin saber lo que su amigo pensaba. Soltó el aire que había estado oprimiendo su pecho, sin saber en qué momento había dejado de respirar hasta que, de pronto, se sintió mareado, con muchas cosas revoloteando en su mente. Cosas que ni él mismo podía explicar. Sacudió su cabeza, disipando cualquier pensamiento sobre su amiga, y decidió entrar en su casa. Tenía que concentrarse en lo que de verdad importaba. Necesitaba estudiar. La llamada entre Ian y el

