Amor

1181 Words
Lorenzo regresó al hotel y vio las piezas de joyería que su padre había encontrado, todo era finísimo, digno de una declaración de amor. Todos parecían estar diciendo lo mismo. Es como cuando pides un milagro o una señal a Dios y comienzas a ver números espejo de un lugar a otro. Lorenzo no era el más religioso de los príncipes, pero sí era creyente, se consideraba a sí mismo espiritual. Y sabía que parte importante del ser humano era el amor, el sexo, la familia, Farah encajaba en todos esos espacios. El joven decidió ir a grabar las piezas co su nombre, a Farah le gustaría. ¿Querría ella una relación? Por qué él tenía que reconocer que no era tema de ir a decir: Te amo. ¿Me amas? Debido a la cantidad de mujeres con las que había mantenido relaciones de tres días a una semana y de las cuales, Farah, era mucho más consciente que su madre. Es que en su intento de sacar una espina con otra o un clavo, se había pegado un clavado impresionante. Su teléfono sonó y tomó la llamada de su padrastro. —Hola, Papá. —Hola, hijo, ¿cómo van tus días en Nueva York? —Mucho trabajo. No he visto a mis hermanos en todo el día. No sé cómo estarán hoy. —Llamé a Elías y no tuve suerte, tampoco con Farah. ¿Les daría a ambos una vuelta por mí? —Claro, insistiré en que cenemos todos juntos. —Esa es una idea maravillosa—responde Isam. —¿Tú cómo estás? —Bien, bien, quería oírte. —Já, algo quieres. —Los dos ríen. —¿Eres feliz, hijo? —Yo… Quería hablarte de eso, ¿sabes? Estoy caminando por la ciudad, pero si me das diez minutos nuevo a llamarte desde un lugar más tranquilo. —Entendido, nos hablamos en unos minutos. Lorenzo entró a Cartier con la idea de que le grabaran las joyas y con el plan de dejarse el collar para él, porque a la princesa le gustaban más los anillos que ninguna otra pieza de joyería. —¿No tienen una montura especial? —La princesa Farah ha venido y ha hecho un encargo. —¿Farah? —repite impresionado por la coincidencia. —¿Qué ha solicitado? —Ha solicitado un anillo en forma de ramas o raíces… —¿Para cuándo? —Entre más pronto mejor. Tenemos a nuestro personal más delicado y detallado trabajando en los diseños. —Traiga un diseñador quiero ver si puedo colaborar a la idea de la princesa. Lorenzo le muestra la pieza al diseñador principal, le explica que quiere que ese sol esté incrustado en el anillo de la princesa. El hombre le observa mientras él explica los detalles de cada anillo. Pide una dos ramas para la mayoría, añade especificaciones a la solicitud de Farah; las de su cuñado y cuñadas deben complementarse así como la suya y la de Farah, la de Elías y Nala las pide con dos ramas más pequeñas. Lorenzo exige que las suyas están para esa misma noche. Conforme el príncipe Lorenzo se hace cargo de arreglar su vida. Elías intenta acomodar su espacio de manera que Nala no se espante. Ella observa su arte, tiene algunas fotografías impresionantes de sus hijos en el parque o caminando juntos por la mañana. Unas tomas de ella en casa, pero lo que le llama la atención, es un cuadro que ha pintado. Son ella y los niños. —¿Quietes que pida algo de comer? —He traído un arroz c***o que enloquece a los niños, y a mí, y esos espaguetis chinos que te gustan con caldo. —¿Chop suey? —Sí, con extras en todo. —responde él sonríe. —¿Quieres…? ¿Quieres ver una peli? —¿Has barrido este lugar? —pregunta la joven. —Puede… —Nala elevó una ceja ante la mentira—¿Quieres ir a mi apartamento? —Es tu día, se hace lo que tú quieras. —¿Lo que yo quiera? —Casi cualquier cosa. —Me siento afortunado. ¿Será que me das un beso?—Nala, sonríe. —Ay, Elías. —Estoy tremendamente triste. —Se te nota —dice y le señala la entrepierna. Elías sonríe y le besa la mejilla, se pone la ropa y le lleva al exterior. Elías camina una cuadra donde le espera su equipo de seguridad, le llevan de vuelta a la ciudad, mientras prueba unos pastelillos. Él toma la mano de su exnovia y ella le acaricia el mechón de pelo que le resbala del moño. —¿Me amas, Naly? —No voy a ser quien lo diga primero. —Yo te he dicho un millón de veces, de un millón de formas que te amo. Nala sabe que él tiene la razón, lo que se interpone entre ellos es el orgullo y el miedo. Ella le da un beso corto sobre los labios y pone una mano sobre su mejilla. —Te amo, Elías. —Te amo muchísimo más, a mí no me da vergüenza ser quien ama más en una relación. —Allá tú —los dos ríen y Elías le da un beso pequeño sobre los labios. A la joven no le impresiona el lugar en el que vive el padre de sus hijos, es un loft mucho más amplio que el suyo con unas vistas preciosas. Tiene una decoración impresionante en tonos grises y negros. La joven se encuentra con una foto de cada uno de sus hijos en la entrada. Ella sonríe y toma la mano de su novio, quien la dirige hacia la cocina. Elías sirve la comida de inmediato, saca una bebida para Nala, una cerveza para él. Conversan sobre los niños, sobre el futuro, la joven escucha a un Elías mucho más animado. Ella presta atención a la historia de sus hijos pidiendo un hermanito y es que lo están deseando con locura, sobre todo Ellis quien nunca pide nada. —¿Quieres más bebés? —Sé que tiene que ser pronto para que no se lleven tantos años tipo Kamal y Farah, pero no sé… —¿Quieres volver a ser mamá? —Sé que será diferente. Tú estarías conmigo y sería un solo bebé… pero… dos son muchos —Elías sonríe. —¿Tú? —Me gustarían dos hijos más, pero, es tu cuerpo. Elías deja los recipientes en el microondas cuando terminan. Luego toma un tarro de helados, cucharas y tenedores, toma el magnífico pastel que le han comprado. El joven invita Nala a su habitación y ella le mira incrédula antes de seguirle. En realidad, piensa en la última vez que se depiló y en la ropa interior que lleva. Se quedó en la orilla de la cama y Elías le acercó al centro junto a él, se quitó los zapatos y se metió bajo las sábanas, con un par de botones el joven encendió el aire acondicionado y se desplegó la pantalla de televisión.
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