A ella

905 Words
Kamal sentía que era su turno de arreglar las cosas, estaba en un de los lugares más impresionantes del mundo. Así que planeo una cita para él y Selene, a plena luz del día, y se prometió a sí mismo que no habría sexo. —¿Kamal? —le llama su esposa. —Quería… invitarte a una cita. —¿Tú y yo a una cita? —Sí, yo quiero reconquistarte y me ofrezco a no tener sexo por unos días más. —Te ofrece—repite seguido de una carcajada. —Ágape, por favor, intentémoslo. Selene sabía tantas cosas sobre Kamal, entendía su forma de ser y de donde venía esa necesidad inminente de ser suficiente, lo mejor, el mejor. Y durante los últimos días, estado cerca de sus hermanos, conociendo Nueva York juntos, había conocido una parte de él que le encantaba. Ella no le diría a nadie lo mucho que le había costado olvidar todo lo bueno en su marido. —Yo te amo. —Kamal, te esperé dos años. Leía noticias de Tierra del Sol para intentar entender si algo había pasado. Me dormía llorado, y pasé meses dolida. Suena terrible, pero el cáncer me hizo entender que tenía que empezar a vivir y en cuanto me curé llegas tú, así que no es fácil. No es la decidió más fácil. Puedo perdonarte, ya lo hice, de verdad, lo que no puedo es volver a entregarme y que me dejes. Las palabras sinceras de Selene, tuvieron efecto inmediato en Kamal, quien pensaba que se trataba solo de la distancia. No de la parte en la que ella también tenía sueños, ilusiones y dolores que procesar en el momento en el que él se marchó. —Selene, no me voy a ir a ningún lado. Sé que mis acciones han demostrado lo opuesto, sin embargo, prometo no volver a marcharme. —Yo voy a intentar creerte. —responde Selene y extiende su mano haca él, Kamal la toma y en lugar de estrecharla, lleva sus dedos hacia sus labios y besa cada uno de ellos, luego abraza a su esposa y ella a él. —Podemos hacer algo, aquí, hemos hecho tantas cosas, tantas cenas y o voy a tener sexo contigo Kamal, pero necesito descansar. —¿Quieres ir al spa? ¿Masaje, pedicura, limpieza de rostro y después una peli? —Sí, me encantaría. Kamal le da un par de besos en la mejilla antes de ir al teléfono y solicitar un día de descanso a la altura de un rey, Selene sonríe y trata de concentrar su fe en que ambos han crecido, ambos han madurado y están tomando la decisión correcta. La pareja se alista para ir al spa y reciben a iniciar un masaje corporal delicioso. Selene escucha algunos gruñidos. Gemidos de Kamal y no sabe si reír o incomodar. —Ahh, mira, me duelen los brazos —informa a la masajista. —¿De qué es señal esto?—La masajista ríe y su esposa gira la cabeza hacia el lado en el que está Kamal. La mujer les explica que en los brazos tiene su mayor punto de estrés, Kamal insiste en que le atiendan los brazos entre dos, y continúa, gimoteando. Las tres mujeres en la habitación se miran divertidas y Selene finalmente acomoda su cabeza para que continúen con su masaje, sin embargo, los sonidos de su esposo le parecen cada vez más llenos de dolor. —¿Estás bien? —No—responde el joven y elévala cabeza. —Ya suficiente, me van a matar, groseras. Las dos mujeres se apartan y Kamal toma asiento sobre la cama, se cubre con la toalla, la entre pierna y se seca con las manos los ojos. Su esposa le observa desde la otra camilla y pide a la masajista que les dé unos minutos a solas. Selene toma asiento con cuidado de que la toalla cubra sus pechos. Mira a su esposo quien llora en silencio y se cubre el rostro. —¿Qué pasa, Kamal? —No puedo… no puedo dejar de llorar. —¿Por qué lloras, cielo? —Mi… mi… madre, hoy era su cumpleaños y sé que es estúpido, pero solía… solía llenarme de aceite antes de dormir, lo he recordado ahora—Kamal continúa llorando. Selene baja de la camilla. Con una de sus manos sostiene la toalla y con la otra el hombro de su esposo, le acaricia lentamente y él se cubre el rostro avergonzado por la manera en la que llora. Selene se acomoda entre sus piernas y le abraza, sin importar la toalla o que van medio desnudos, simplemente le abraza, espera en silencio a que el dolor tan asfixiante y abrumador que experimenta Kamal pase. Él llora inconsolablemente en la curva de su cuello y ella le consuela co caricias pequeñas en la espalda y arrullos. Farah despierta sola en su habitación, ve la fecha y se va a peinar el cabello, luego toma una ducha y se viste con la ropa que recientemente ha comprado. No ha recibido ningún mensaje por pate de sus hermanos, ni de sus padres y agradece no tener que fingir que ha olvidado a su madre, porque los recuerdos serán escasos, pero, son muy suyos. La joven se mira al espejo, en el reflejo la ve a ella, su madre, y los ojos se le llenan de lágrimas.
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