al'umara'

1213 Words
Todos los años, en el aniversario de la muerte de los reyes, el rey preparaba una comida para toda su familia. Servían un banquete sencillo con los platos favoritos de cada uno. Sus hijos volvían a casa, lo cual resultaba incómodo debido a la creciente tensión entre Kamal y Elías. El rey miró a sus hijos. Cuando eran pequeños, solía decirles que era un día para celebrar la vida de sus padres. Ahora que ya lo entendían un poco más, y habían crecido, parecían estar dispuestos a acompañarlo en su dolor, pero no parecían comprenderlo del todo. —Papá —lo llamó Amir, entregándole una rosa. Todos miraron al pequeño y rieron. Su hermano era tan dulce y siempre pensaban que eso cambiaría con la edad, pero con sus diez años seguía siendo la persona más cariñosa de la familia. —¿Me amas, hijo? —Eres mi rey, ¿cómo no amarte? —todos rieron en la habitación. Farah adoraba tener a sus hermanos pequeños cerca. Siempre les daban energía a toda la familia y tenían una relación envidiablemente cercana. Ella se llevaba bien con todos, pero la relación entre Amir y Zair era única, preciosa y admirable a sus ojos. Lorenzo era el último en llegar. Su vuelo se había retrasado debido a turbulencias, y luego el chofer pinchó una llanta cuando se dirigían a casa, por lo que tuvieron que cambiarla juntos. Entró en la habitación y llenó de besos a su madre. Luego saludó efusivamente a sus hermanos y, finalmente, abrazó al rey Isam y le dio un beso, como solía hacer con los otros dos al regresar a casa. —¿Estás alimentándote bien? —preguntó el rey. —Sí, papá. —Lorenzo, hermano —lo saludó Elías, y los dos se abrazaron y se llenaron de besos entre risas y pellizcos. —A veces no sé qué somos. —Te lo explico —comentó Farah—. Esos dos son mis hermanos mayores, Kamal y Elías, que ahora necesitan su propio espacio. Nosotros dos somos los hermanos del medio, Max y Farah. ¿Recuerdas? —Lorenzo asintió—. Muy bien, y los pequeños son Zair y Amir. Y si ya no te acuerdas de los hermanos que viste nacer, entonces tienes un problema neurológico. —No me refería a eso, princesa. A veces somos hermanos, otras veces primos y otras veces hay gente como tú que dice que no somos nada. —Somos una familia no tradicional —intervino el rey—. Estamos formados por mis hijos: Kamal, Elías, Max y Farah, y el hijo de Eleonor, que es mío, Lorenzo —su esposa contuvo la risa, ya que no era exactamente así—. Y también están los otros hijos míos, que son realmente míos —todos rieron—. Somos una familia, aclaremos eso —afirmó el rey, extendiendo sus brazos para abrazar a todos sus hijos. Los más pequeños corrieron para unirse, mientras su esposa los rodeaba con los brazos. El rey Isam adoraba a todos sus hijos y reconocía las diferencias en cuanto a su origen. Por eso decidieron no darles diferentes posiciones o títulos. Kamal, el príncipe heredero, era el príncipe del desierto, como todos sus antecesores. Elías, el príncipe del sol, era como él cuando era niño. El hermano que apoyaría a su hermano, el futuro rey. Según la tradición, su papel era iluminar la oscuridad. Como había adoptado legalmente a su hijastro Lorenzo, quien también ostentaba el título de príncipe real, lo compartía con su primogénito Zair. Max era el príncipe de los príncipes y Amir era el último príncipe. Farah, por su parte, era la primera princesa en tres generaciones. —Siendo mis hijos, deben comportarse como lo que son, príncipes y princesa de este reino —dijo el rey. Todos se quedaron en silencio, excepto Zair, quien rió. —Tú debes dejar de salir con tantas mujeres, tú necesitas dejar de ser amargado, y Lorenzo, eres la combinación de los dos —comentó Lorenzo cuando Elías pasó a su lado. —Zair es solo un niño —los tres hermanos le lanzaron una mirada a su hermano menor, quien sonrió maliciosamente. Todos tomaron sus lugares en la mesa. El rey sostuvo la mano de su reina y brindó en honor a los reyes que ya no estaban con ellos. Elías se levantó y alzó su copa. —Tú eres mi papá. Respeto la memoria de mis padres, pero tú eres nuestro papá y nunca debes menospreciarte. Eres nuestro rey y nuestro padre, y tienes razón... —dirigió su mirada hacia su hermano mayor y rodó los ojos—. Esta... es nuestra familia. —¿Entonces, deberías ser rey sobre mí solo por ser el primogénito? —preguntó Elías—. Un rey gobierna, compórtate como un líder y todos nosotros nos arrodillaremos ante ti. —Kamal, ¿quieres ser rey o crees que debes serlo? —añadió Max, dirigiéndose a su hermano mayor—. Amir sería un mejor rey que Kamal. Eres un borracho, fiestero, loco, mujeriego e inestable. Todos guardaron silencio mientras Kamal tomaba un sorbo de su copa. —Tú eres un homofóbico oculto en medio del reino, que odia a los homosexuales. Sal con una bandera de colores ahí fuera y veremos si tienes el coraje. No eres capaz de aceptarlo frente a tu propia familia —acusó Kamal a su hermano menor. —Bueno, yo no quiero vivir en un mundo donde tú seas rey solo porque naciste primero —respondió Kamal—. Eres un cabrón. ¿Cómo se te ocurre decirle eso? Insultar a mi hermano. —Sí, Kamal, se pueden hacer bromas, pero si mi hermano es gay, entonces el mundo de ahí afuera es una mierda. El mundo es una mierda. Y aquí, dentro de este palacio también. Haznos el favor de no insultarlo ni intimidarnos —gritó Lorenzo. —¿En qué siglo vives, imbécil? Ser gay no es un problema ni un defecto, y mucho menos una enfermedad. Afuera de las puertas de este palacio, la ignorancia abunda. Pero tú has recibido la misma educación que todos nosotros. Discúlpate —exigió Amir, levantándose de su asiento—. Discúlpate. —Amir, él no vale la pena. —No voy a cenar en la misma mesa que Kamal —insistió Amir, furioso—. Estoy harto. Discúlpate o lárgate, maldito homofóbico. —Hijo... —¿Sí? ¿Qué tiene de malo ser homosexual? Ser gay se ve genial y las lesbianas también. No hay que ser así. Son personas, y nosotros te hemos amado con todos tus defectos, Kamal. Amar a Max es algo que nos sale naturalmente. Para que quede claro, en una guerra entre Max y tú, no hay soldados de tu lado. —Hijo, siéntate por favor. Tu hermano va a disculparse. —No, él no es mi hermano. Kamal es mi primo, un patán mal educado e irrespetuoso, que molesta a sus hermanos, avergüenza a mi padre y siempre está arruinándolo todo —dijo el pequeño en voz alta—. Esta no es tu familia, y este reino tampoco. Le diste vergüenza a mi papá, y él puede hacer lo que quiera contigo. Drama familiar... Los leo en los comentarios.
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