Nuestros hijos

1369 Words
Elías Elías había cabreado a la madre de sus hijos a la manera que se había llevado una gritada fenomenal seguida por una ley del hielo. La verdad, le dolía más el silencio que los insultos, pero sus hijos hablaban motones y le parecían fascinantes. Él había desarrollado una rutina en la cual les recogía temprano en la mañana, les llevaba a la escuela, atendía sus negocios y asuntos, luego les recogía del colegio o los veía en el parque, almorzaban juntos o cenaban y Nala le dirá poco la mirada, solo cuando los niños le pedían ver a su padre. —Mamá hemos llegado —anuncia su hijo por el intercomunicador. Ella les abre el portón con un botón, y va a esperarles a la puerta, ve emocionada a sus hijos, no tenía tanto tiempo en años y tanta privacidad, había comido, bebido, dormido, era lo más maravilloso que le había pasado, pero sentía demasiada ansiedad por lo mucho que sus hijos amaban y admiraban a su padre. —Mis bebés —dice la joven y se inclina abrazarles. —Han comido un sándwich y se tomaron la sopa. —informa Elías. —Te trajimos para que no tengas que cocinar. —Denle las gracias a su papá, y despídanse. Nosotros tenemos planes—Dice emocionada. Elías se despide de sus hijos con un brazo y les pide que vayan al interior de la casa para hablar con su madre unos minutos. La joven sonríe con dulzura, hace sus hijos y los dos salen corriendo hacia su habitación. Nala cierra un poco la puerta y se sostiene de ella. Elía intenta moderar la voz, como le ha sugerido su abogado, porque después de una discusión enorme con la mujer se había asesorado y los abogados de su familia habían sido enfáticos en que conseguirían la custodia de los herederos al trono de cualquier manera, pero el desprendimiento sería doloroso para los niños. Entre más les conocía, más se daba cuenta de que su madre tomó la decisión que era más conveniente para todos. —Quiero que nos llevemos bien. Nala miró al hombre frente a ella, el padre de sus hijos. —Tengo que asistir a un evento de música, tengo doble entrada y quiero que cenemos juntos hablemos. —¿Hablar sobre qué? —Nala, sé que ser reina no es tu sueño, pero es el mío. Me amaste una vez, compartimos dos hijos, por favor, dame el beneficio de la duda. —Amenazaste con quitarme a mis hijos, Elías. —Tú me los quitaste Nala. Tú me robaste la oportunidad de ser su padre, de verles caminar o cuidarles cuando enfermaron. Pudieron haber muerto y tú no me lo hubieses dicho. Said me llama señor papá, y Ellis me llama señor Elías. ¡Es como si casi no existiera porque tú lo decidiste así! Uno de los vecinos abrió la puerta, salió y miró al príncipe del desierto, el de la melena larga, los tatuajes y el cuerpo imponente, sin embargo, no lo suficiente como para intentar defender a la señora Almahar, era una mamá dulce, fabulosa, soltera que le cuidaba el perro cuando estaba de viaje. —¿Estás bien Nala? —pregunta el joven. —Sí. —¿Lo conoce? —Soy Elías Habib, el papá de sus hijos —Responde y estrecha su mano. El hombre se acerca y estrecha la mano de Elías, su perro se sale y viene a saludar a Nala, ella le acaricia y su estrés se reduce al máximo. La joven le da un beso al perro ante la mirada de los hombres. —¿Naly, te está molestando? —pregunta Michael. —No, ya casi se va. —Cualquier cosa que necesites me llamas. —Gracias. El hombre le hace una seña a su perro y regresa al interior. En cuanto cierra la puerta, Elías mira a su exnovia aún más molesta. —¿Tienes una relación con ese hombre? —¿Perdón? —¿Tienes sexo con él? —pregunta nuevamente. —¿Con cuántas mujeres has tenido sexo tú desde antes de que nuestra relación terminara? —pregunta Nala. —¿Qué es esa pregunta? ¿Me estás acusando de serte infeliz? —Elías te estabas acostando con dos modelos, todas las revistas lo decían y yo era la boba que te esperaba en casa con comida. —Nalany, ese era mi trabajo tomarme fotos con esas mujeres y sonreír y creo que cuando regresaba a casa ansiosa por follarte te quedaba suficientemente claro que no había tocado a ninguna, tenía un compromiso contigo. Para mí era muy en serio y te respeté todos los días de nuestra relación y por meses después de terminada. Yo te busqué, las dos veces que vine te planteaste decirme que seríamos padres. Los ojos de ambos están llenos de lágrimas cuando la puerta de casa se abre. Ellis, asoma la cabeza y mira a sus padres extrañados, luego Said mira a Elías y da un par de saltos emocionado. —Oye, señor papá, qué alegría que estés aquí. ¿Quieres ver nuestra torre Eiffel? Nala y Elías comparten una mirada, ella asiente. Él imita el gesto hacia sus hijos y va al interior de la casa. —Estamos teniendo problemas con unas piezas, las cuales sospecho perdieron. —informa Nala y él sonríe antes de acariciar el cabello de sus hijos. —Mis hermanos, quieren saber… —Farah tiene organizadas quinientas cosas, ya me ha llamado. —¿Cuántos hermanos tienes tú, señor Elías? —Yo tengo cuatro hermanos, dos hermanos pequeños, Amir y Zair, una sola hermana Farah, un primo que es mi hermano Lorenzo y —se queda en silencio. —Kamal, mi hermano mayor con el que pelo muchísimo, pero le adoro, y mi hermanito Max, que falleció —responde y traga duro. —De que falleció —Nala mira a sus hijos. —Tristeza. —Wow, no sabía que la tristeza mataba. —Ey, suficiente, vayan con papá, yo voy a poner el té. ¿Vale? —Vale. —Oye, ¿quieres participar en el kínder? En el día de “a qué se dedican mis papás”. Yo ya te apunté, pero si no vas, Raúl, nuestro vecino es guitarrista y podemos fingir que es nuestro papá por un día. —Raúl, es guay. Mola muchísimo. —Se pasa de divertido—asegura su hermano. —Yo soy mucho más guay —asegura Elías, soy un pintor, fotógrafo, príncipe. No puede ganarle a eso. —Todos somos príncipes en el corazón de nuestras mamás—Nala ríe ante la cara del padre de sus hijos. Elías toma asiento frente a los niños, le muestran las partes que llevan armadas y ve a su madre en la cocina. Nala está concentrada rayando plátano para una merienda poco saludable, es que competir contra el papá que les leva de museos, parques y en helicóptero es tremendo, pero si algo que hace mucho mejor que Elías es cocinar y se las ha estado dejando todas en la cocina. Elías observa la rapidez con la que sus hijos arman una pieza y tras otra, y ve a su madre, ella podría haber tenido eso listo en una noche, así que se da cuenta de cuál es el problema, ella les roba piezas. Nala le mira desde el otro lado de la cocina y los dos ríen, a carcajadas y los niños les ven extrañados. Elías intenta controlar la risa y les promete conseguir las piezas faltantes. Ellos le miran serios y le preguntan si quiere merendar. Nala, lleva la merienda a la alfombra y se pone a armar unas cuantas piezas mientras los niños comen junto a Elías. —¿Podemos ser adultos y hablar? —Bueno, vamos a conversar en privado y de una forma eficiente. —¿Va a venir, Missy? —pregunta Ellis, muy interesado. —Sí, probablemente. —Missy, es novia de mi hermano—explica Said a su padre. —Missy es tu niñera, y la de tu hermano desubicado, al igual que Lory. —Lory es mía—Asegura Said y su padre sonríe ante la coquetería de sus hijos.
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