El hombre poderoso

1367 Words
Sus dos hermanas mayores se habían casado bien cuando la vida de sus padres era decente, por lo que su madre no sentía la necesidad de actuar como casamentera. Sin embargo, Selene se preocupaba cada vez más ante la decisión de sus padres de casarla como si fuera una mercancía. Dejó un plato sobre la mesa y luego otro. —Calamares fritos, sardinas a la parrilla y ensalada. ¿Algo más, señor? —Tú, desnuda en mi cama —respondió Kamal. Selene sonrió nerviosa y él le tomó la mano. —No servimos eso en el menú. —Ahh, qué lástima —ambos rieron. —Estás de vacaciones. —Vengo con una propuesta y muchas ganas de verte. —Mmm —dijo la mujer. —Selene, amorcita —intervino Apolo. —Apolo, no soy ni seré nada tuyo, que te quede claro. El joven la empujó y Kamal se puso de pie para saludar al consentido hijo de su nuevo socio. Desde que lo vio, supo que solo traería problemas, pero si Selene no sabía que él era un príncipe, prefería que no lo supiera. Apolo miró al hombre cuyo almuerzo había interrumpido para coquetear con Selene y estiró la mano con elegancia. Su traje Armani no pasaba desapercibido y con ese tono de piel, Selene solo quería hacer lo que se le había pedido: desnudarse y entrar en una habitación para nunca más salir. —Hola, bien... —dijo Apolo e intentó hacer una reverencia y luego algo que Kamal no quiso descubrir. El joven lo tomó de los hombros y sonrió. —Señor Habib, para usted. —Eres una vergüenza —murmuró Selene hacia Apolo y Kamal intentó contener la risa. —Quiero la botella de vino ahora —exigió Kamal. Ella se retiró y Kamal invitó a Apolo a almorzar. Cuando Selene regresó con la botella de vino más cara y una copa, Kamal le agradeció y le preguntó si podía poner un plato en la mesa para su invitado y también algunos aperitivos. —¿Algo más, señor? —Unas... verdes —Selene bajó la mirada e intentó entender la pregunta. —Uvas. —No, no. Saladas. Verdes. —¿Aceitunas? —le dijo Apolo. —Ay, Kamal, y te las traigo —se quejó Selene. —¿Algo más, príncipe? —preguntó con ironía y él se rió. Su padre se acercó a la mesa, saludó a Apolo y regañó a Selene en griego por estar conversando demasiado con el cliente cuando había otras personas esperando. Su padre se emocionaba durante las vacaciones debido a la gran afluencia de turistas, y en meses no había tenido el restaurante tan lleno. Eso le daría el respiro económico que tanto necesitaba. —Oh, no la quiere de mesera personal, no me gusta compartir. —Así no funciona aquí —advierte el señor Kontos. —Mil dólares por las molestias y dos mil por el consumo. —No me vendo—responde el hombre y mira a Kamal, luego ve a Apolo. —Ni a mi hija. —Ay, gracias, papá. Ya me pongo con las otras mesas. El señor Kontos hace una seña a su hijo Alexis, quien está en cocina feliz y le señala la mesa. Le advierte que no quiere a su hija caminando entre esos dos hombres que no paran de verle las tetas. —Son tetas magníficas. —Alexis, es tu hermana. Selena pasa por el lado de su hermano y su padre y su hermano le toma del brazo. —Bueno, deberías pensar en venderla de verdad, Kamal es un príncipe y Apolo es un príncipe de pueblo. —Selena mira al hombre vestido de blanco. —Por eso ninguno de los dos te va a respetarte ni quererte. Todo reino tiene una piedra preciosa, cuando el mundo está temblando debes decidid ir si venderla, regalarla o quebrarla en pedazos para salvarlo—sus dos hijos le ven extrañados. —En este caso, tú eres esa piedra preciosa. Cuando tu matrimonio esté temblando, cuando el negocio no vaya bien, ellos te verán como un peón, si te casas con alguien que te ama, te verá como inspiración para continuar. —Eso era antes, ahora. Solo estarán preocupados porque se te van a caer las tetas. —Selene y su padre le dan un golpe en la cabeza a Alexis, él ríe y se dirige a las mesas a ver que hace falta, Selene le da un beso en la mejilla a su padre y los dos van a la cocina. —Parece que solo yo trabajo —se queja su mujer en cuento, entran y Kontos va a darle un beso. Selena vio a sus padres besarse como un par de adolescentes antes de reír juntos y ponerse a trabajar. Ella sabía que lo más común, era perder la belleza y el amor también se evaporaba, como aquella mesera y su padre, el amor se le evaporó con su mamá o con ella. No lo sabía, pero no quería señalarlos, que vivan la fantasía mientras quieran ella viviría la suya. Los sábados le tocaba hacer cierre con Alexis, su hermano tenía una novia de la cual no estaba interesado, nadie se enterara. Selena creía que era una mujer casada y su hermano se reía cada vez que ella intentaba sonsacarle. —Es mayor —dice divertida. —No, necia. —Umm, soy tu hermana, ¿qué tal si su esposo te mata? Cuéntame. —¿Qué tipo de novela lees Selene? —Eróticas, son absolutamente mis favoritas. Alexis le dio un beso en la mejilla a su hermana. Era absolutamente su favorita, ellos se llevaban nueve meses exactos de diferencia y era como tener una hermana gemela, ella pensaba lo mismo, si mañana tuviese que huir del país por cualquier razón su hermano sería inevitablemente la persona a la cuál le contaría parte del plan. —Toma, quinientos de propina. —Wow, cuánto te dieron. —Tres mil, le di mil a papá, te estoy dando quinientos y el resto para mí. —¿Quién te lo dio? —El príncipe. —Ella sonrió —Tengo planes, te molesta decir que te encaminé y que te ayudé a cerrar cajas. —Los hermanos que no protegen a sus hermanas mueren jóvenes. Los dos se ríen y se dan un beso y un abrazo. Alexis sale por la puerta trasera y deja abierto, ve el auto y saluda antes de irse porque su madre está todos los días más convencida de que al minuto que su cuarta hija cumpliera los dieciocho años debería casarse. La joven escucha la puerta abrirse y pregunta a su hermano: —¿Se te olvidó pagarme cien dólares por mi silencio? —Quiero comprarte el universo—comentó Kamal mientras se acercaba a la joven con un arreglo de rosas. Ella se giró y le miró a los ojos, se veía guapísimo. Kamal había ido a casa, trabajó un poco en los negocios que le tendrían atado a Grecia de buena manera. Conversó con su tío Isam, fueron interrumpidos por Farah que tenía unos chismes insignificantes, pero le llenaba de alegría compartir ese momento corto con su hermana y después de finalizar la llamada, fue por una ducha, a ponerse guapo para ver a Selene. Todo lo que había querido hacer durante el mes era hablarle, verle, tocarla y no había podido por los benditos negocios, en cuanto tuvo la oportunidad fue al restaurante en el que sabía ella se encontraría. La joven estaba segura de que se veía espectacular. Cuando le tuvo cerca, olió su loción de rasurado mezclado con su perfume y sus hormonas la traicionaron ligeramente, porque no se dio cuenta cuando él se inclinó para besarle, Kamal invadió su boca y pasó sus manos sobre las nalgas de Selene. —Hola. —Hola —Saludó Kamal a la chica mientras le besaba la mejilla, el joven le acaricio el cuello y le tomó de la cintura con su otro brazo. —Pasa el fin de semana conmigo—pidió Kamal. —No puedo los fines de semana, tengo que trabajar. —¿Y los lunes? —Los tengo libres. Comenten, comenten...
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