Capítulo XIV Dormí poco, me apresuré con el desayuno y luego de una leve vacilación abandoné la visita temprana a mi barco. En verdad estaba muy mal de mi parte, porque aunque mi primer oficial era un hombre excelente en todo sentido, era víctima de tan negras imaginaciones, que si no recibía una carta de su esposa en el momento esperado, enloquecía de cólera y celos perdía su dominio del trabajo, reñía con todos, o bien lloraba en su camarote, o desarrollaba tal ferocidad en el trato, que prácticamente llevaba a la tripulación al borde del motín. Eso siempre me había resultado inexplicable: hacía trece años que estaban casados; yo la vi una vez, y en verdad no podía concebir a un hombre tan abandonado como para hundirse en el pecado por una persona tan poco atractiva. Y no me equivoqué a

