Capítulo XV No empecé a buscar a Jim enseguida, sólo porque tenía una cita que no podía descuidar. Después, por mala suerte, en la oficina de mi agente me cayó encima un sujeto que acababa de llegar de Madagascar, con un pequeño plan para un negocio maravilloso. Tenía algo que ver con ganado y cartuchos, y un príncipe Ravonalo no sé qué; pero el eje de todo el asunto era la estupidez de cierto almirante… Creo que el almirante Pierre. Todo giraba en torno de eso, y el tipo no podía encontrar palabras lo bastante fuertes como para expresar su confianza. Tenía ojos globulares que le sobresalían con un resplandor sospechoso, bultos en la frente, y llevaba el largo cabello cepillado hacia atrás, sin raya. Tenía una frase favorita que repetía con acento triunfante. «El mínimo de riesgo con el

