Capítulo XVI Llegaba el momento en que lo vería amado, confiado, admirado, con una leyenda de fuerza y proezas formándose en torno de su nombre, como si hubiese sido de la pasta de un héroe. Es cierto… Lo aseguro; tan cierto como estoy sentado aquí, hablando en vano sobre él. Él, por su parte, tenía la facultad de contemplar el rostro de su deseo y la forma de su sueño, sin el cual la tierra no conocería amantes ni aventureros. Conquistó gran honor y una felicidad de Arcadia (nada diré acerca de la inocencia) en la selva, y eso fue tan bueno para él como el honor y la felicidad de Arcadia en las calles, para otro hombre. La felicidad, la felicidad… ¿cómo diré?… se bebe a grandes tragos, en copa de oro, en todas las latitudes. El sabor es para uno, para uno solo, y se lo puede hacer tan e

