Capítulo XVIII Seis meses más tarde mi amigo (era un cínico, un solterón de edad más que mediana, con una reputación de excentricidad, y dueño de un molino de arroz) me escribió, y juzgando por el calor de mi recomendación lo que me interesaba escuchar, detallaba un tanto las perfecciones de Jim. En apariencia, éstas eran de una clase tranquila y eficaz. «Como hasta ahora no pude encontrar en mi corazón otra cosa que una tolerancia resignada hacia cualquier individuo de mi especie, viví solo en una casa que inclusive en este clima humeante podría considerarse demasiado grande para un solo hombre. Hace un tiempo que vive conmigo. Parece que no cometí un error». Me pareció, al leer esta carta, que mi amigo había encontrado en su corazón más que tolerancia para Jim… que esos eran los comien

