Connie Los días habían pasado demasiado rápido. Justo cuando estábamos por llegar al cuarto día en Nueva York, mi teléfono sonó con un mensaje: "tenemos que partir inmediatamente, te espero en media hora en recepción". Aquella noche, cuando hizo esa pregunta, no sabía qué responder; solo suspiré, lo miré a los ojos. Solamente estabas muy ebrio, te ayudé a llegar a tu habitación y después me fui a la mía. Solamente eso. Él no dijo nada más, se dio la vuelta y se marchó, no muy convencido con mi respuesta. Creo que, muy en el fondo, sabe que algo pasó, pero yo no sería la persona que le recordara la estupidez que había cometido. Escucho que tocan la puerta y, de inmediato, me acerco a abrirla, ya con mi maleta en la mano, pues estaba a punto de salir. Pero la persona que menos quería ver e

