Connie Todo el camino fue en silencio. La verdad es que era incómodo; sabía que estaba molesto, pero no me importaba mucho, pues él había sido el culpable de que un día antes llegara muy tarde a casa. Cuando llegamos a la oficina, se baja del coche; yo hago lo mismo y me mira con una ceja alzada, algo molesto. —¿Y tu maleta? Yo me cruzo de brazos y vuelvo los ojos. Qué pregunta más estúpida, pues en el coche. —Se quedó en casa. Él pellizca el puente de su nariz, frustrado; pone las manos en la cintura y suspira. —Lo único que tenías que traer era tu maleta, y aún así no la pudiste traer. ¿Sabes lo tarde que es? Tenemos que ir a recoger unos documentos para salir al aeropuerto. No tendremos tiempo de ir a recogerla, así que te irás sin maleta. Él se da la vuelta y empieza a caminar

