Capitulo 4

1925 Words
Nicoló Estoy parado viendo hacia la calle. Por el enorme ventanal que está en mi oficina, puedo ver cómo Connie sale limpiando sus mejillas. Yo toco la mía, que la verdad es que todavía duele. ¿Quién iba a pensar que una chica como ella, que está metida hasta el cuello en problemas, tenga tanta dignidad? Jaja, eso no me lo creo; simplemente se hace la difícil. Pero estoy completamente seguro de que es igual de zorra de su madre. Hacia un par de semanas, mi padre había fallecido. Cuando me informaron que tenía que regresar a la ciudad porque él había muerto, no sentí ni una pizca de dolor. Pero no hay que juzgar si no se sabe el por qué. Cuando llegué a la ciudad, me encontré con la enorme sorpresa de que mi madrastra había decidido quedarse con todo. Qué estúpida, ¿acaso no sabe que hay un testamento? No se da cuenta de que también somos herederos, pero claro, en su cabeza solo aparece la palabra dinero. Esa mujer no quiere ni querrá a nadie más que a ella misma. La puerta de mi oficina se abre de pronto y, hablando del diablo, con una elegancia que no tiene, porque me parece de lo más vulgar, con ese excesivo maquillaje y esa ropa que muestra sus asquerosos senos. Yo pellizco el puente de mi nariz y suspiro. Ella sonríe, camina hacia mí y toma asiento, cruzando sus piernas, haciendo que su pequeña falda suba un poco más. Yo me pregunto qué pensará esta mujer, que me puede seducir. Por Dios, no vomito solamente porque tengo educación. —Sabes, siempre me he preguntado qué es lo que te vio mi padre. Educación no tienes, acabas de entrar sin tocar y clase tampoco te ves, vulgar así vestida. ¿Qué pudo haber visto mi padre en ti que lo conquistó? Su sonrisa se hace aún más grande y se inclina un poco hacia el escritorio, como si me fuera a susurrar algo, y me dice: —No lo has probado porque no quieres, pero puedo hacer maravillas en la cama. Cuando quieras, te lo demuestro y ahí entenderás por qué tu padre estaba loco por mí. Ella muerde su labio, y mira mi cuerpo. La verdad es que solo de pensar en ella, siquiera desnuda, me da una repulsión que jamás en mi vida había sentido. Yo le sonrío y suspiro. —Lo que dije, más vulgar no puede ser. Habla de una vez, Mireya, ¿qué es lo que quieres? ¿Qué haces aquí? Ella mira sus uñas como si fuera lo más entretenido del mundo y empieza a hablar. —Verás, cariño, como sabes bien, las cuentas de tu padre están congeladas. Bueno, algunas, gracias a ti, obviamente. Y yo necesito muchas cosas. Ves mis uñas, necesito una manicura. Si ves, están maltratadas y se están poniendo feas. Salió la nueva colección de Dolce & Gabbana y necesito comprar algunas cosas. Los pagos a la servidumbre, sabes lo caro que es mantener una mansión tan grande como la que yo tengo. Creo que no lo sabes porque tú apenas vives en un departamento, así que no sabes absolutamente nada de lo que cuesta la vida. Yo la miro tratando de no reír por las estupideces que dice, suspiro y niego. —Lo lamento, Mireya, pero no hay dinero. Como bien dices, las cuentas están congeladas. Solamente están los activos de la empresa y, obviamente, de ahí no tocarás ni un solo centavo. Así que tu colección de Dolce & Gabbana no se podrá comprar, y la mansión creo que es demasiado grande para ti, que incluso ni siquiera está a tu nombre, así que tampoco te pertenece. Necesitas buscar un departamento que esté acorde a tu presupuesto, con lo que tú tengas en tu cuenta. Con eso te vas a tener que mantener hasta que las cuentas de mi padres sean descongeladas. Así que si no tienes nada más que decir, por favor, retírate, porque yo sí tengo que trabajar y cobrar muchas cosas. Ella me ve con los ojos muy abiertos y se pone de pie, muy molesta, pero a mí me da completamente lo mismo. —Te has vuelto loco. ¿Un departamento? ¿Estás hablando en serio? Yo jamás estaría en un departamento. Soy la viuda de Falcón. Una mujer como yo jamás pisaría un lugar así. Dios, qué asco. Yo la miro de arriba a abajo. ¿En serio me está hablando de esa manera cuando apenas ayer vi el lugar de donde mi padre la sacó? Ese lugar, vaya que es peor que un departamento. Pero hablar con esta mujer es como si no hablara con nadie. Yo me pongo de pie y ella por fin me puede barrer de arriba a abajo. Yo solo volteo los ojos con fastidio. De verdad que no miento cuando digo que es asqueroso la forma en que me mira. Me acerco a la puerta y la abro para que salga de una vez por todas de mi oficina. Ella empieza a caminar moviendo sus caderas exageradamente. Cuando se para frente a mí, toma mi corbata y empieza a jugar con ella. —Por cierto, Nicolo, ¿vi mal o mi hija estuvo aquí? Porque la encontré en el elevador. ¿A qué ha venido? Yo jalo mi corbata para que deje de jugar con ella y la miro a los ojos, a ver si tiene un poco de remordimiento, pero creo que esta mujer ni siquiera lo conoce. —Vino a pagar tus pecados, o ya te olvidaste que los dejaste en la calle, porque obviamente tengo que cobrar la deuda que le debían a mi padre. Es mucho dinero y lo quiero de vuelta, o tú me lo vas a pagar para que no lo saque de esa pocilga que dicen tener como casa. Ella vuelve a morder sus labios y suspira. Pone su mano en mi pecho, pero yo de inmediato la tomo, apretándola un poco más de lo necesario. —Espera, que me lastimas. Pero si tú quieres, yo podría hacerte un buen trabajo. Igual, esa pocilga no vale nada. Yo encantada de pagarte en tu cama. Yo suelto su brazo un poco brusco y suelto una carcajada. Esta mujer definitivamente no se cansa. ¿Que no entiende que me repugna? —Mireya, ya deja de decir estupideces y de una vez sal de mi oficina. Lamento informarte que tu familia se quedará sin casa gracias a ti, pero obviamente sé perfectamente que no te importa. Ya veremos si tu hija es igual de zorra que tú. A ella sí me interesaría llevarla a la cama. Ella se pone roja del coraje, se acerca mucho a mi rostro y, con los dientes muy apretados, me dice: —No la quiero cerca de esta familia, ni siquiera en tu cama. Por muy zorra que sea, ¿entiendes? Mantén la alejada porque si no, le puede ir muy mal. Yo me encojo de hombros, restándole importancia a lo que le haga a su hija. Me tiene muy sin cuidado. Ella por fin sale furiosa de mi oficina. Yo camino tras mi escritorio y me siento, acaricio mi mejilla, que ya duele menos. No le mentí a, Mireya. La verdad es que esa chica es muy bonita y me encantaría que se metiera a mi cama, pero parece que voy a batallar para convencerla. Aunque, si le jodo la vida a Mireya y la traigo conmigo, no sería mala idea. Parece que le afecta el saber que su hija. Se puede relacionar con nuestra familia. Creo que sí haré una nueva proposición. Igual y más adelante ella cae rendida a mis pies. Estuve perdido mucho tiempo en mis pensamientos, planeando cómo lograr que esa chica acepte. Así que solo hay una manera, aunque no soy tan malo como todos piensan y sé perfectamente que ellos no son los culpables de lo que hizo Mireya. Pero, por desgracia, siempre pagan inocentes por pecadores. Yo tomo el teléfono y le hablo a Álvaro, mi jefe de seguridad. Él de inmediato contesta. —Necesito que prepares la camioneta de nuevo. Iremos con Enrique. Cuando cuelgo la llamada, tomo mis cosas y salgo de mi oficina. Anne me ve y me sonríe. —¿Ya se va, joven? —Sí, Anne, tengo cosas que hacer. ¿Necesitabas algo? Ella guarda silencio un momento y después suspira. Me ve a los ojos. Ella tiene muchos años trabajando con mi padre, así que la conozco desde que era un niño y sé perfectamente que me quiere decir algo. —Verá, joven, no me gusta meterme en sus cosas y sabe que lo aprecio, lo respeto mucho, pero lo que sucedió con la chica en la tarde creo que fue muy grosero de su parte. Yo asiento porque sé que tienes razón, pero ella se lo buscó. —Lo sé, solo que dentro de la oficina pasaron cosas que tú no te diste cuenta, pero no te preocupes, espero que no vuelva a pasar. Ella me sonríe y yo me doy la vuelta y camino hacia el elevador. Después de unos minutos, llego a recepción y empiezo a caminar hacia la salida. No soy tonto, las mujeres me miran con deseo y puedo sentir su mirada, así que solo sonrío. Cuando estoy fuera de la empresa, Álvaro ya me espera con la puerta abierta, así que de inmediato me subo. El chofer empieza a conducir hacia la casa de Enrique. Yo solo veo por la ventanilla, pensando en que volveré a ver a esta chica. ¿Ahora qué me dirá? De pronto, mi teléfono suena. Cuando miro la pantalla, cierro los ojos al ver de quién se trata, pero sé que si no contesto, ella seguirá insistiendo. —Hola. —Honey, ayer te olvidaste de mí. No depositaste lo que te pedí. Dime que lo harás ahora, por favor, honey, dímelo. Yo volteo los ojos con fastidio, pues si no le digo que sí lo haré, no dejará de molestar. —Camila, me molesta que te pongas así de intensa. Lo siento, ayer lo olvidé, tenía muchas cosas que hacer, pero ahora le digo a Álvaro que te lo deposite. Ella pega un grito de emoción y yo solo cuelgo el teléfono. A pesar de que ella dice cuánto me ama, tengo muchos años con ella. De hecho, antes de venir a la ciudad, vivíamos juntos, pero creo que esto cada vez se siente más frío. Ella siempre de viaje o con sus amigas, y yo soy adicto al trabajo, así que siento que el amor entre ella y yo ya se terminó, o incluso jamás lo hubo. No soy un hombre tierno y cariñoso, jamás lo he sido y creo que nunca lo seré. Realmente no sé ni qué es esa palabra. De pronto, la camioneta se detiene y Álvaro me abre la puerta. Yo bajo de ella. Cuando miro las luces encendidas en la pequeña casa, suspiro. Álvaro se acerca y toca. Cuando Enrique abre la puerta, veo que pierde el color. Él no es un mal hombre, solo que su falta de carácter le ha provocado estar en esta situación. Pero escucho que su hija grita: —¿Quién es, papá? ¡Apúrate que ya está la cena! Cuando ella llega hasta donde estamos y su mirada se cruza con la mía, puedo ver que está furiosa. Yo solo le sonrío. Después de todo, no creo que sea capaz de rechazar mi oferta.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD