Connie
Había sido un día agotador. Me siento a un lado de Annie, quito mis zapatillas y empiezo a masajear mis pies. Suspiro cansada; me siento exhausta, pero feliz, sí, feliz, porque ahora estaba segura de que había tomado la decisión correcta al casarme con Nicolò. Apenas llevamos un día de casados y él ya me dio autorización de hablar con el especialista que necesita mi hermano. Sentía paz en mi corazón al saber que Manuelito ya no sufrirá más. Annie toca mi hombro y yo salgo de mis pensamientos. Veo que trae su bolso; supongo que ya es hora de que se marche.
—Lo siento, cariño, pero ya es tarde. Me tengo que retirar. Deberías descansar un poco; te ves agotada.
Yo le sonrío y asiento. La verdad es que estoy agotada. Ella se acerca y besa mi mejilla, toma todas sus cosas y se marcha.
