Connie Cuando salí de esa casa que ya consideraba mi hogar, llevaba mi corazón hecho pedazos y mi cabeza llena de mil emociones. Jamás pensé que descubriría secretos tan delicados, pero creo que, después de todo, es lo mejor. Ahora entiendo tantas cosas y, a pesar de que me duele demasiado, sé que lo superaré tarde que temprano. ¿Quién se ha muerto de amor? Nadie. Así que yo no seré la excepción; seguiré adelante, luchando por mi padre, a quien ahora admiro muchísimo más, y por mi pequeño hermano, que, a pesar de que está muy bien, de eso estaré eternamente agradecida. Tengo que seguir cuidándolo. Cuando aterrizamos en Stanley, un pequeño pueblo en Idaho, sonreí, pues se veía tan pintoresco y hermoso. Había conseguido rentar un pequeño departamento; la verdad es que no era la gran cosa,

