Nicoló
Cuando Connie salió de mi oficina, sonrió. Esa mujer tiene la habilidad de llevarme al estrés total y, de la misma manera, tranquilizarme. Pero es que, de verdad, jamás se queda callada. Cierro los ojos pensando en que tengo que hablar con Camil. Espero que, por una vez en su vida, no se ponga como loca por no haber organizado ella la boda, pero, conociéndola, tardaría meses en terminar de organizarla y yo necesito casarme lo antes posible. Escucho que tocan la puerta y frunzo el ceño, pues no creo que sea Connie, así que solo suspiro, me pongo de pie y voy hacia el minibar. Me sirvo un whisky y lo tomo de un solo trago. Siento cómo el líquido amarillo empieza a quemar mi garganta, pero de verdad necesito tranquilizarme. Vuelven a tocar y yo vuelvo a rodar los ojos, pero respondo:
