-Vaya que ustedes son muy raros y tienen cosas muy raras -decía Robinson con un poco de burla -Si me disculpan yo tengo muchas cosas importantes como para seguir haciéndoles compañía aquí. ¿Les molestaría liberarme?
-¡Cállate y avanza! -respondí con firmeza la mujer roja del báculo -Seras juzgado.
Ella atravesó el portal y los guardias obligaron al bandido a cruzarlo también.
Fue una sensación muy rara definitivamente. Al cruzar un viento muy fuerte se sintió en todo su cuerpo. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo mientras su piel se encogía. Era como viajar en una gran velocidad sintiendo el vértigo pero duro solo un segundo, pero con eso había bastado para impresionarlo.
-¿Qué carajo fue eso? Tengo mucha curiosidad de saber dónde estamos.
-El salón de las leyes eternas -respondí ella.
-Bonito nombre pero nunca me he llevado bien con eso de la leyes.
-Eso lo sabemos bien -Lo miró fijamente, casi como si quisiera comerlo con la mirada -Sabemos todo lo que eres y has hecho en tu vida.
-Me siento halagado pero no me van bien los acosadores -seguía con el tono carismático -Hace un frío espantoso aquí ¿Ustedes responderán por mi salud si me enfermo?
-No te preocupes humano -se burlaba ahora uno de los guardias -Después del juicio tu salud será lo menos que te preocupe.