La señora se cruza de brazos. —Confíé en usted, Jessica, ¿y así es como me paga? ¿Espiándome? —pregunta con gesto sorprendido. —¿Espiándola? No, señora. Pero, ¿cómo dice usted tal cosa? Jamás haría algo así —digo, sintiéndome culpable por mentir. Ella respira hondo. —¿Acaso va a negar que se metió a mi oficina por la ventana y que tomó una fotografía de algo que estaba allí adentro? ¿Por qué rayos lo hizo? Explíqueme. Entonces sonreí con nerviosismo. —Ah, era eso. —No me estoy riendo, Jessica. ¿Qué le parece tan gracioso? —Todo fue culpa de Septiembre, señora. —¿Culpa de Septiembre? Explícate, y más te vale que me convenzas, porque me tendré que ver en la obligación de echarte—Mi corazón se exaltó ante tal posibilidad. —Bueno, señora, Septiembre entró por la ventana. Entonces me

