Ángela miró asombrada a la chica que no le miraba. Era la semana en que Raudel debiera acompañarla a casa después del trabajo y la joven le había mandado un texto a su amiga pidiendo que pasara por ella cuando saliera de trabajar. Por supuesto, la rubia había preguntado por la razón de que cambiara de acompañante de la nada y la respuesta de la joven la había dejado sin habla. —¿Te lo dijo? —preguntó Ángela, refiriéndose a la reciente confesión de la chica sobre saber que a Raudel le gustaba románticamente mucho más que como una amiga. —Casi —informó la cuestionada—, me mandó un mensaje a la hora de la comida diciendo que iríamos a cenar a un lugar muy especial, y que me esperaba una gran sorpresa. —Pero eso no quiere decir nada —dijo Ángela, un tanto decepcionada por la respuesta.

